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Lucha de Clases N° 3

1919/20

El bienio rojo italiano y los consejos de fábrica

La Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa dieron lugar a una oleada revolucionaria en Europa occidental que duró hasta 1921 (o hasta 1923, según algunos autores). El “bienio rojo” y los consejos de fábrica en Italia fueron expresión de este proceso, que puso a la clase obrera cerca de tomar el cielo por asalto.

Juan Dal Maso

12 de junio 2008

La Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa dieron lugar a una oleada revolucionaria en Europa occidental que duró hasta 1921 (o hasta 1923, según algunos autores). El “bienio rojo” y los consejos de fábrica en Italia fueron expresión de este proceso, que puso a la clase obrera cerca de tomar el cielo por asalto.

La lucha de clases durante la guerra

Durante la guerra, el movimiento obrero de Turín protagonizó importantes acciones por la jornada de ocho horas y contra el desabastecimiento de artículos básicos de consumo. A su vez, la vanguardia obrera turinesa era influenciada por la revolución rusa. “La noticia de la Revolución [de febrero] en Rusia fue acogida en Turín con alegría indescriptible. Los obreros lloraban de emoción al recibir la noticia de que el zar había sido derrocado (…). Pero los trabajadores turineses no se dejaron burlar por la fraseología demagógica de Kerenski y los mencheviques. Cuando en julio de 1917 llegó a Turín la delegación enviada por el Soviet de Petrogrado a la Europa occidental, los delegados Smirnov y Goldemberg, que se presentaron ante una muchedumbre de cincuenta mil obreros, fueron acogidos con ensordecedores gritos de “¡Viva Lenin!, ¡Vivan los bolcheviques!”1.

Los trabajadores recuperaban la confianza en sus fuerzas y lo demostrarían ese mismo año, un 23 de agosto, al hacer estallar en Turín una insurrección armada. Durante cinco días los obreros combatieron en las calles, consiguiendo ocupar algunos barrios de la ciudad. “…Intentaron tres o cuatro veces apoderarse del centro, donde se encontraban las instituciones gubernativas y los puestos de mando militares. Pero los dos años de guerra y de reacción habían debilitado la antes fuerte organización del proletariado, y los obreros, inferiormente armados, fueron vencidos. En vano esperaron un apoyo de los soldados; éstos se dejaron engañar por la insinuación de que la insurrección había sido organizada por los alemanes”. “El pueblo levantó barricadas, abrió trincheras, rodeó algunos barrios con alambradas electrificadas y rechazó durante cinco días todos los ataques de las tropas y de la policía. Cayeron más de quinientos obreros y más de dos mil fueron heridos gravemente. Tras la derrota, los mejores elementos fueron detenidos y desterrados, y el movimiento proletario perdió intensidad revolucionaria. Pero los sentimientos comunistas del proletariado turinés no se apagaron” 2.

Las oleadas de huelgas y el crecimiento de la organización obrera en la posguerra

A la salida de la guerra, la situación de los trabajadores era muy difícil. El poder adquisitivo del salario había disminuido en un 35% y no se conseguían productos básicos como el pan.

En 1918, principalmente en los centros urbanos, se suceden una serie de huelgas masivas por las cuales los trabajadores consiguen algunas reivindicaciones. Pero es el 20 y 21 de julio donde la clase obrera italiana demuestra su elevado nivel de conciencia realizando una huelga general en solidaridad con la Revolución Rusa.

En 1919, se generalizan las huelgas por aumentos salariales. Más de un millón de obreros industriales participaron de 1663 huelgas haciendo perder a la burguesía casi 19 millones de días de trabajo. En la agricultura paran más de 500 mil obreros y la patronal agraria pierde más de tres millones de días de trabajo 3. Durante 1920, las huelgas en la industria superan las del año anterior. En este contexto, se produce un crecimiento vertiginoso de la Central obrera italiana (CGL) (Ver “El PSI y la CGL”).

Tras dos años de posguerra, las conquistas obreras producto de las huelgas eran importantes: ascenso de los salarios reales, jornada de 8 horas, vacaciones pagas, convenios colectivos de trabajo y reconocimiento de las comisiones internas, que eran listas de candidatos del sindicato en cada fábrica. De estas comisiones internas, surgirían, los consejos de fábrica.

Los consejos de fábrica
Los consejos de fábrica fueron la expresión histórica del despertar del movimiento obrero italiano durante la oleada revolucionaria que siguió a la guerra y a la revolución rusa. El grupo del Partido Socialista Italiano que editaba el semanario L’Ordine Nuovo, con Gramsci a su frente, fue el propagador de las virtudes de los consejos y cumplió en muchos aspectos un papel de dirección de éstos.

Los consejos organizaban a los trabajadores de las fábricas de abajo hacia arriba, superando el sistema de la burocracia sindical tradicional, ligada al viejo Partido Socialista reformista. (Ver “El funcionamiento de los consejos”).

Este tipo de organización era muy poderosa al interior de la fábrica, poniendo límites estrictos a la prepotencia patronal, pero también gozaba de un amplio poder de movilización: “La organización técnica de los Consejos y de las comisiones internas, su capacidad de acción, se perfeccionó tanto que fue posible obtener en cinco minutos la suspensión del trabajo de 16.000 obreros dispersos por 42 secciones de la Fiat. El 3 de diciembre de 1919, los Consejos de fábrica dieron una prueba tangible de su capacidad de dirigir movimientos de masa de gran estilo; por orden de la sección socialista, que concentraba en sus manos todo el mecanismo del movimiento de masas, los Consejos de fábrica movilizaron sin preparación alguna, en el curso de una hora, 120.000 obreros organizados por empresas. Una hora después, el ejército proletario se precipitaba como una avalancha hasta el centro de la ciudad y barría de calles y plazas a toda la canalla nacionalista y militarista”.

La gran batalla de los Consejos

La gran huelga de abril de 1920 empezó con ocupaciones de fábrica contra el intento de las patronales de alargar la jornada de trabajo y terminó transformándose en un gran cuestionamiento al poder burgués en las fábricas. La huelga duró un mes y se convirtió en los últimos diez días en una huelga general de todo el Piamonte “movilizando, aproximadamente, a medio millón de obreros industriales y agrícolas, y afectó, por tanto, casi a cuatro millones de habitantes”. La huelga finaliza el 24 de abril e impone el reconocimiento de las comisiones internas, pero no logra que sean reconocidos los consejos.

La burguesía estaba empeñada en destruirlos. Su instinto de clase y su odio a los obreros, su terror a que en Italia se abriera un camino como el de la Revolución Rusa, la convencieron de que era necesario provocar el enfrentamiento con los consejos hasta lograr su derrota.

La Federación Metalúrgica (FIOM) lanza en mayo un plan de lucha por ajustes salariales y otras demandas. Estas son resistidas por las patronales, que deciden echar mano al “lock out”. El 29 de agosto, 280 talleres son ocupados en Milán contra el lock out en Alfa Romeo. El 31 se declara el lock out en Turín y el 1° de septiembre, la Confindustria (organización patronal de la industria) lo generaliza a todo el país. Del 1° al 4 de septiembre, los obreros responden ocupando las fábricas. 500 mil trabajadores metalúrgicos participan de la huelga y ponen a funcionar las fábricas bajo su control. Milicias de obreros armados forman las Guardias Rojas, cuya misión es custodiar las fábricas ocupadas.

La burguesía entra en pánico y el ejército rodea las ciudades. Los miembros de L’Ordine Nuovo hacen saber a la dirección del Partido Socialista Italiano (PSI) que cuentan con 50.000 tiros de ametralladora para resistir la represión, hasta que los socialistas salgan en su ayuda. Esa ayuda nunca llega. Los obreros de Turín sufren el aislamiento por parte de la dirección conciliadora del partido.

El 22 de septiembre se firma un acuerdo donde los obreros logran aumentos salariales, pago de los días caídos, más poder para las comisiones internas y una promesa de legalización del control obrero en la industria. Pero pese a los logros, un sentimiento de derrota invade a la clase obrera. La política del PSI había dejado escapar la posibilidad de emprender la lucha por el poder.

Algunas conclusiones

La experiencia de los consejos obreros de Turín puso de relieve el poder social del proletariado, derivado de su posición en el mundo de la producción. De tal modo, el poder obrero en la fábrica fue un cuestionamiento al orden burgués en su conjunto.

El surgimiento de los consejos demostró que era necesaria la construcción de organismos de frente único obrero para superar los límites que imponía la organización tradicional de los sindicatos burocratizados. Y si bien, la acción de los obreros de Turín bastó para aterrorizar a la burguesía y cuestionar su dominio, los consejos no lograron adquirir un alcance verdaderamente nacional ni consolidar la unidad con los campesinos del sur. Estos límites serán un impedimento para orientar la lucha hacia la toma del poder.

Pero a estas limitaciones debe sumársele que los obreros no contaban con un partido revolucionario que pudiera transformar esa enorme fuerza social en la cabeza de todos los oprimidos de la sociedad italiana. Por el contrario, en todo momento, la dirección del Partido Socialista dejó solos a los trabajadores, desoyendo los reclamos de una huelga nacional en solidaridad con la lucha de Turín.

Por su parte, la burguesía italiana sacó sus propias conclusiones: luego del surgimiento de los consejos y las ocupaciones de fábricas ya no le sería posible contener a la clase obrera por los medios legales habituales. Era necesario un “nuevo orden” que impusiera a los obreros la subordinación a los patrones y al Estado. Y ese “nuevo orden” será impuesto, tanto en el campo y en la ciudad, por la violencia fascista.
Hacia fines de 1921, los fascistas inician su ofensiva contra las organizaciones obreras. Ese mismo año, los industriales pasan a la ofensiva aplastando las huelgas que se producen en la Fiat y en Michellin.

Sin embargo, las energías combativas de la clase obrera todavía no se han agotado. En 1922 se produce el ascenso de Mussolini. En varias ciudades del país, surgen los “Arditis del Popolo”, obreros de distintas tendencias que forman milicias para enfrentar los ataques fascistas. Como antes a los consejos, el PSI le dará la espalda a este movimiento. El proletariado italiano, huérfano de dirección revolucionaria, terminará sucumbiendo bajo el fascismo.

Gramsci señala la traición del PSI del siguiente modo: “Según los socialistas de derecha, fue un error proponerse en aquel período favorable objetivos revolucionarios demasiado grandiosos e irreales y no asegurarse más limitadas conquistas, en las que todavía el proletariado se habría sólidamente reforzado. Pero aquellos no aluden a conquistas económicas, puesto que éstas en realidad se verificaron en gran escala y evidentemente hablan de un programa político [Gramsci se refiere al reformismo y la colaboración con la burguesía] cuya realización, en el terreno político, se ve impedida por la aclamada aspiración a la conquista de todo el poder por la clase obrera. (…) En la situación actual, en la que la burguesía tiende a una dictadura económica y política suya (…) que destruya las fortalezas de las organizaciones obreras y empuje al proletariado a la condición de anteguerra o más atrás aún, los exponentes de la socialdemocracia (…) no osan ya formular ningún programa. Sostienen o más bien realizan el repliegue sin lucha para no verse obligados a admitir la necesidad del armamento, no sólo ideal, sino también material, del proletariado para la lucha de clase, con la que consigue necesariamente el programa de consolidación de este aparato de lucha en un aparato de poder revolucionario” 4.

Los consejos de fábrica no lograron, por los motivos comentados, la conquista del poder. Pero otros batallones de la clase obrera internacional retomaron sus banderas a lo largo de todo el Siglo XX.

Cada vez que los trabajadores ocupan una fábrica, el fantasma de organizaciones del tipo de los consejos vuelve a levantarse ante los ojos de la burguesía como una sombra maldita.


La CGL y el PSI

En 1912 el sector maximalista, sostenedor de la lucha por la revolución socialista, gana la dirección del Partido Socialista Italiano (PSI). Sin embargo, el discurso del partido estará alejado de su acción y esto quedará demostrado durante el Bienio Rojo.

Cuando estalla la guerra el PSI declara: “ni sabotear, ni apoyar”. Su tibia neutralidad facilita el ingreso de Italia a la guerra. En 1918, el PSI y la Confederación General del Trabajo (CGL) traban un acuerdo: las huelgas de carácter político nacional serían dirigidas por el partido y las económicas por la Confederación. El objetivo es frenar a los obreros radicalizados y en especial a la vanguardia de Turín.

Las huelgas de 1919 y el clima revolucionario del país, permiten un crecimiento extraordinario de ambos. Para 1920 la CGL llega a tener 2.200.000 afiliados. Sólo en Turín, posee 90.000 miembros. En las elecciones de noviembre de 1920, el PSI consigue 156 diputados parlamentarios y se transforma en el segundo partido de importancia.

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