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A 90 años de la Revolución Rusa

El Primer Congreso General de los Soviets de toda Rusia (2° entrega)

Como decíamos en la nota anterior, el Congreso General de los soviet, en sus primeras sesiones, había puesto en evidencia las estrategias de los partidos de las masas. Los mencheviques y socialistas revolucionarios deseaban utilizar las instituciones surgidas de la revolución para frenar el impulso radical de sus aspiraciones mediante el temor del aislamiento y el fantasma de la anarquía si no se mantenía la alianza con las “otras fuerzas”, es decir con la burguesía.

Comisión del IPS

14 de junio 2007

Como decíamos en la nota anterior, el Congreso General de los soviet, en sus primeras sesiones, había puesto en evidencia las estrategias de los partidos de las masas. Los mencheviques y socialistas revolucionarios deseaban utilizar las instituciones surgidas de la revolución para frenar el impulso radical de sus aspiraciones mediante el temor del aislamiento y el fantasma de la anarquía si no se mantenía la alianza con las “otras fuerzas”, es decir con la burguesía. Los bolcheviques estaban dispuestos a ponerse a la “cabeza” de este impulso para llevar la revolución hasta el final; romper con la burguesía, dar la tierra a los campesinos, organizar la producción bajo administración obrera y poner fin a la guerra imperialista.

Ponerse a la cabeza de este impulso no significaba la ejecución de una simple acción que ubicara al partido a la avanzada, sólo como vehiculo de la exacerbación del ánimo de las masas revolucionarias. Por el contrario, durante los meses de junio y julio, el bolchevismo tuvo que intentar deponer y contener los impulsos a la acción más o menos ofensiva de los trabajadores y soldados. Ponerse a la cabeza significaba, para el partido de la subversión, preparar políticamente y subjetivamente a la vanguardia del proletariado para hacerse del poder político en el momento en que éste estuviese lo suficientemente maduro como clase dirigente para que, una vez en el poder, pudiera sostenerlo.

Pero, ¿qué significaba que la clase obrera estuviese madura para imponer su propio dominio de clase? ¿Estaba ya la vanguardia revolucionaria lo suficientemente fuerte para dar ese paso? Con madurez no hacemos referencia a si Rusia como país capitalista y su proletariado estuviesen preparados para la revolución socialista. En 1917 ésto estaba ya confirmado para un sector amplio de la socialdemocracia rusa. Se había puesto de manifiesto políticamente mediante la fusión de la organización de Trotsky en el partido bolchevique. A Trotsky, quien postuló de manera más o menos solitaria está posición desde 1905, se le unió Lenin en sus Tesis de abril. Con fortaleza de la revolución proletaria nos referimos al proceso de maduración de la clase revolucionaria y su partido en el seno de las masas como dirección efectiva de la misma, como clase hegemónica.

El pulso de la revolución

Sin duda la revolución estaba atravesando por aquel periodo en el cual la acción de las masas y el antagonismo que engendraba su acción ponía al descubierto cuál era la clase social que podía encarar el cambio revolucionario. La clase obrera rusa ya había tenido su ensayo revolucionario en 1905. Se había batido en la insurrección de febrero, había seguido su acción huelguística hasta conquistar la jornada de trabajo de 8 horas, se había organizado en los soviets junto a los soldados de la guarnición y en los comités de fábrica enfrentaba en la producción a su enemiga, a la clase que sobre sus hombros se había catapultado al poder, la burguesía. La clase obrera junto a los soldados había encabezado las manifestaciones de abril y se había cruzado en la lucha callejera con la reacción. Esa misma manifestación la había impulsado a confiar en el “doble poder” incorporando a los socialistas al gobierno para limitar el poder de la burguesía. Los obreros industriales agrupaban a más de tres millones de hombres y mujeres y tenía su vanguardia indiscutida en la capital, San Petersburgo. Se había mostrado como clase independiente y lo volvería a hacer en la manifestación del 18 de junio, así como en la insurrección del 3 y 4 de julio.

Pero para constituirse en clase dirigente de la revolución no basta con ejercer su independencia como clase frente a la burguesía, tiene que conquistar la “cabeza” de las masas, la dirección efectiva de las clases oprimidas y explotadas por el capital. Debe, como planteaba Marx analizando las derrotas de la revoluciones proletarias de 1848, sublevar “contra este orden, contra la dominación del capital, a la masa de la nación -campesinos y pequeños burgueses- que se interponía entre el proletariado y la burguesía; mientras no la obligase a unirse a los proletarios como a su vanguardia.”1. Y para ello, para conquistar su madurez como clase revolucionaria, como clase dirigente de la revolución social, deberá aún pasar por la experiencia de junio y julio, por la derrota de la aventura militar y por el reconocimiento de que la reacción escondía su cabeza y vociferaba protegida por las instituciones de la republica democrática. En estos combates es donde el bolchevismo hará su escuela.

El proletariado como vanguardia de la revolución

¿En qué situación estaba la clase obrera rusa respecto de la revolución? Los bolcheviques se estaban internando en un momento clave del proceso político. Las masas comenzaban a orientar sus simpatías hacia sus propuestas. El partido se ampliaba y crecía impetuosamente. Recientemente se había reunido en Petrogrado la organización militar de los bolcheviques. Contrario a lo que puede suponerse, ésta no representaba a los delegados de una rama o cuerpo especial armado del partido, sino que eran los delegados bolcheviques en el ejército regular, de los batallones, de la trinchera y sobre todo de la guarnición y la marina. Representaba aproximadamente a 26 mil miembros y planteaba que no sólo los obreros se orientaban hacía los bolcheviques sino también los “soldados” comenzaban a radicalizarse. Fue de esta conferencia de donde surgió la idea de una manifestación para el 10 de junio, que los jefes conciliadores intentaron suprimir para no tener que enfrentar el momento de escisión que se estaba produciendo entre éstos y las masas de la capital.

Las masas revolucionarias “apretaban” a los bolcheviques, los bolcheviques “apretaban” a su dirección y de esta manera el partido se encontraba cruzado entre el impulso desde abajo y las ilusiones que aún las grandes masas de la nación depositaban en la labor conservadora de la dirección mayoritaria del Congreso de los Soviets. Lenin y Trotsky, aún consideraban que se estaba en los momentos de preparación de la revolución proletaria. Para ello era necesario que las fuerzas de atracción del proletariado sobre las otras clases fuera mayor. Lenin había increpado a los socialistas revolucionarios y mencheviques a romper con la burguesía a hacerse del poder, ya que eran los soviets la única institución en la que las masas depositaban su confianza. Esta medida, este impulso de la revolución, romper con la burguesía, decía Lenin, podía hacerse sin necesidad de apelar a la insurrección armada. No había aún ninguna fracción organizada de la reacción que pudiera oponerse a la voluntad del soviet. Luego, argumentaba, se desarrollaría la lucha entre los partidos del soviet, entre aquellos que deseaban transformarla en una revolución proletaria y aquellos que la querían limitar a medidas antifeudales. Lenin hacía esta exigencia a las direcciones del soviet a sabiendas de que las enormes masas de la nación –los campesinos y la pequeñoburguesía- aún confiaban en el gobierno de unidad.

La preparación del combate
Tanto Lenin como Trotsky tenían presente aquellas lecciones que Marx había despejado al explicar la derrota del proletariado en 1848. Seguir simplemente el impulso de la acción espontánea de las masas que intentaban resolver mediante una nueva acción las consecuencias de sus antiguas ilusiones, de sus “equívocos”, podía llevarlos a una acción apresurada e indefectiblemente a la derrota. En el mes de junio, el proletariado de París había sido forzado por la burguesía al combate anticipado y había perecido en él. Primero los republicanos se habían encargado de descabezar a las masas, de encerrar a sus jefes revolucionarios. Luego de las manifestaciones del 15 de mayo, Blanqui, Raspail, junto a otros dirigentes socialistas son apresados por orden de la Asamblea Nacional. Los demócratas asustados habían ayudado a descabezar al proletariado, y con ello en el siguiente paso, la reacción preparó el terreno de los combates de junio.

Por ello la revolución de 1848 había sido descendente, en cuanto a su dinámica y su ritmo revolucionario. Ante cada acción revolucionaria de las masas, el poder había pasado al partido que se encontraba por detrás de esta acción, hasta caer definitivamente en el “partido del orden”. Agregaba Marx que “una clase en que se concentran los intereses revolucionarios de la sociedad encuentra inmediatamente en su propia situación, tan pronto como se levanta, el contenido y el material para su actuación revolucionaria: abatir enemigos, tomar las medidas que dictan las necesidades de la lucha. Las consecuencias de sus propios hechos la empujan hacia adelante. No abre ninguna investigación teórica sobre su propia misión. La clase obrera francesa no había llegado aún a esto; era todavía incapaz de llevar a cabo su propia revolución”.

Los bolcheviques conocían estas lecciones y sabían que la burguesía rusa preparaba a sus Cavaignac2 y a sus Bonaparte. Como cualquier batalla era un problema de tiempo. El asunto era que en un enfrentamiento prematuro en el que la reacción forzaba al combate al proletariado, éste no perdiese su cabeza y pudiese salir del choque sabiendo que no era el momento de su última batalla. La clase obrera rusa se encontraba en condiciones mucho mejores que su antecedente francés, era más vigorosa y desarrollada. Además, la guerra imperialista la unía efectivamente con los impulsos de la revolución europea. En el proletariado ruso “las consecuencias de sus propios hechos la empujan hacia adelante”, y con ellas, el partido bochevique se preparaba para que su impulso pudiese sobrevivir al embate decisivo.

¿Dónde se esconde la reacción?

El 9 de junio, la portada de la prensa bolchevique llamaba a la movilización. Ese día el Congreso entró en pánico, conciente del peso que adquiría el bolchevismo entre las masas de obreros y soldados de la capital. Los delegados de la fracción mayoritaria se internaron en un debate escabroso, prohibir la manifestación o el libre recurso a la misma de uno de los partidos del soviet.

Como indicamos en el número anterior, la manifestación había partido del barrio de Viborg y había sido recogida por la conferencia bolchevique. Para defender la villa ocupada por los obreros se habían declarado en huelga 28 fábricas ubicadas en ese barrio. Los bolcheviques debatían el carácter que ésta debía tomar. Un sector muy influenciado por el ánimo de la base obrera y de la organización militar de los bolcheviques planteó organizar una acción armada pero esta medida fue dejada de lado ya que era contraria a la posición sostenida por el Comité del partido y por Lenin quien aceptó la idea de organizar una manifestación pacífica bajo la consigna de que todo el poder pasara a manos del soviet. El problema de la hegemonía proletaria de la revolución aún no estaba resuelto y Lenin tenía la intención de utilizar el momento actual para disputar la influencia del ala revolucionaria sobre el resto de las masas. Dice Trotsky al respecto: “Este estado de espíritu era muy explicable. El partido navegaba derechamente rumbo a la toma del poder; lo problemático no era más que el modo de apreciar la situación. En Petrogrado se estaba operando un cambio evidente de opinión a favor de los bolcheviques; pero en provincias, este proceso se desarrollaba más lentamente; además, el frente necesitaba de la lección de la ofensiva para vencer su recelo contra los bolcheviques. Por eso Lenin se mantenía firme en su posición de abril: “Explicar pacientemente”.3

El argumento esgrimido por la fracción dirigente del soviet tenía cierto tono de amenaza. Amenaza de la fracción mayoritaria del soviet de suprimir la libre manifestación tras el argumento que detrás de ella se escondía la reacción.

¿Cómo pensaban los jefes mencheviques? Ellos suponían que tras la manifestación alentada por los bolcheviques, a quienes acusaban de estar preparando un golpe de mano, se levantaría la reacción destruyendo así todo lo que había “avanzado” la democracia revolucionaria de la “dualidad de poderes”. De tal manera acusaban a los bolcheviques de ser agentes de la reacción, de preparar a los Cavaignac de la revolución rusa.

Los jefes del soviet se pasaron el día en vela debatiendo cuál era la medida que deberían tomar. Decidieron, por ahora, sólo prohibir la manifestación. El comité ejecutivo del soviet se declaró en estado de asamblea permanente, y propuso a sus integrantes dirigirse a los barrios, fábricas y regimientos para convencer a las masas de no participar en la acción del día siguiente.

Un encuentro entre dos mundos

Comenta Trostky: “La mayoría del Congreso, más de quinientos miembros del mismo, se pasaron la noche en blanco, dividiéronse en grupos de a diez, que recorrieron las fábricas y los cuarteles de Petrogrado invitando a los obreros y a los soldados a no acudir a la manifestación”.4 Sin embargo este encuentro nocturno no fue lo que los dirigentes del soviet esperaban. Habían sido forzados a salir del ambiente “parlamentario” del Congreso del soviet para disputar su opinión en las masas, y ese encuentro anunciaba los próximos giros de la revolución. Comenta así el Izvestia, periódico de la mayoría del soviet, las sensaciones del encuentro: “El Congreso no goza de prestigio en una parte considerable de las fábricas, como tampoco en algunos regimientos de la guarnición... Muy a menudo, los miembros del Congreso no eran acogidos con simpatía, ni mucho menos; a veces, se les recibía con hostilidad y hasta con rencor”. El órgano soviético oficial no exagera, ni mucho menos; al contrario, da una idea bastante atenuada de aquel encuentro nocturno entre los dos mundos.

Las masas de la ciudad finalmente desistieron de la acción ante el llamado de los bolcheviques a deponer la misma, no por orden de los delegados del congreso de los soviet, sino por los rumores de que el congreso de los cosacos estaba preparando una manifestación, y los bolcheviques no deseaban un enfrentamiento callejero con la reacción como había sucedido en abril.

Al día siguiente, Tsereteli lanzó en medio del estupor de la sala el grito de que había que “desarmar a los bolcheviques”, apuntando que en la preparación de la manifestación se preparaba un “complot” contra el gobierno provisional. Exclamó: “Lo que ahora hacen los bolcheviques se sale ya de los límites de la propaganda ideológica, para convertirse en un complot... Que nos dispensen, pero ha llegado la hora de adoptar otros métodos de lucha. Hay que desarmar a los bolcheviques. No se pueden dejar en sus manos los abundantes recursos técnicos de que hasta ahora han dispuesto. No podemos dejar en sus manos las ametralladoras y las armas. No toleraremos ningún complot”. Lo que el ministro proponía era desarmar a la masa de obreros y soldados de la guarnición, ya que propiamente como organización los bolcheviques no contaban con ningún destacamento armado. El congreso vio que para llevar adelante tal proclama debía enfrentar a las masas. Pero las únicas fuerzas capaces de llevar a cabo su cometido era la mismísima reacción. Asustados de las consecuencias de las palabras lanzadas a la plenaria los delegados retrocedieron.

Finalmente, se suprimió la libertad de acción de los partidos soviéticos. Se estableció que a partir de ese momento ninguna manifestación podía ser realizada sin que fuera notificada con tres días de anticipación y fuera aprobada por el Comité Ejecutivo del soviet. En medio del ajetreo del debate por medio de otro de los jefes del menchevismo, Dan, insinuó que el partido de Lenin estaba comprometido con los alemanes y actuaba de acuerdo a su iniciativa. Su afirmación no hizo más que enrarecer el ambiente e instó a los bolcheviques a retirarse de la plenaria. La “tensión” en la sala era insoportable.

La manifestaciones del 18 y el 19 de junio

Detrás del ataque al bolchevismo estaba el ataque a la acción independiente de las masas de obreros y soldados, y detrás de los jefes reformistas del soviet estaba la reacción. Ellos no eran la reacción misma, sólo preparaban su terreno. Los diarios burgueses se llenaron de gritos rabiosos contra la anarquía y el descontrol buscando al grupo de “conspiradores” que se preparaba a entregar la “nación” a los alemanes. Mientras tanto, las clases acomodadas de la ciudad, suspiraban cuánto mejor estarían bajo el reinado del káiser que bajo los bolcheviques.

Los socialistas revolucionarios y mencheviques, ayer asustados de las masas, ahora se asustaban de cuánto se había desarrollado la reacción impulsada por sus propias medidas antidemocráticas. De allí que propusieran organizar, ahora sí, una manifestación para el 18 de junio. Este día no era elegido al azar sino que coincidía con el lanzamiento de la ofensiva en el frente por parte del gobierno.

Una enorme manifestación de medio millón de hombres y mujeres, obreros y soldados en su mayoría, desfiló ordenadamente por la Academia Militar donde estaba reunido el Congreso. Pero lejos de lo que esperaban los mencheviques y socialistas revolucionarios, los manifestantes expresaron su apoyo a las consignas de los bolcheviques: ¡Fuera los ministros capitalistas! Todo el poder a los Soviets!

Al día siguiente, el 19, una enorme manifestación antagónica a ésta colmó las mismas calles. Era una manifestación patriótica organizada por los cosacos, en apoyo a la guerra y al gobierno provisional. El choque parecía inevitable. Como veremos en próximas entregas, la política de los bolcheviques sólo pudo retrasarlo dos semanas.

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