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Comunicados de prensa

El FMI criticado por su tratamiento de la crisis argentina

Prensa PTS

4 de enero 2002

Las noticias de ayer sobre que Argentina está cerca de devaluar sostenidamente su moneda, junto con el anuncio de la semana pasada de que suspenderá el pago de su deuda, plantearon cuestiones frescas sobre la performance de las ventajas de las políticas que promueve el FMI en todo el mundo de libre mercado, libre comercio, inversiones abiertas.
Los avances seguramente significarán que el pueblo argentino será forzado a aceptar una significativa declinación en el que ha sido el más alto standard de vida en Latinoamérica. También significarán 10 mil millones de dólares de pérdidas para los dentistas alemanes, los bancos españoles, y los fondos de pensión americanos que alguna vez invirtieron con entusiasmo en bonos argentinos.
Hasta ahora la perspectiva de un default argentino y una devaluación ha tenido sólo impacto menor en otros mercados financieros. Pero los analistas advierten sobre un posible "contagio político" ya que otros países latinoamericanos consideran retroceder de las reformas económicas que Argentina había abrazado, con el fuerte apoyo del FMI.
No sorpresivamente, ya hay un coro creciente de críticas que culpan al FMI, basado en Washington, y su mayor accionista, los Estados Unidos, por la debacle argentina, haciéndose eco de críticas similiares hechas durante la crisis financiera de Asia de 1998.
Los liberales dicen que el FMI condenó a la economía argentina imponiendo un duro régimen de recorte de gastos y aumento de impuestos en el momento equivocado -en la mitad de la recesión- como una condición para nuevos préstamos.
A la inversa, hay quienes critican al FMI y al Tesoro por realizar demasiado acercamiento en profundo contraste con el estilo del manejo de la crisis durante la administración Clinton, cuando los funcionarios no dudaban de emplear amenazas políticas y promesas financieras para mantener a raya a los países indisciplinados con la política de Washington.
Los conservadores se quejan de que el FMI continuó prestando dinero a Argentina incluso después de que estuvo claro que el default y la devaluación eran inevitables, despilfarrando 11 billones en los pasados dos años sobre un rescate argentino que hasta los más altos funcionarios sabían que era seguro que iba a fallar.
Desde el punto de vista opuesto, los funcionarios latinoamericanos, los banqueros occidentales y muchos argentinos han dicho que el FMI empujó a la Argentina, justo cuando ésta estaba completando un canje voluntario de la deuda que podría haber restaurado la confianza de los mercados financieros y dado al país el respiro que necesitaba.
La naturaleza contradictoria de estas críticas da cierto crédito a la defensa que ahora ofrecen el FMI y los funcionarios de Estados Unidos -a saber que ellos estaban en una situación de no ganancia, enfrentando un plan argentino que sospechaban en privado que iba a fallar o tratando de imponer sus propias políticas sobre un gobierno elegido libremente que repetidamente los rechazó.
"Yo creo que el FMI no hizo nada equivocado en este caso", dijo Jeffrey Sachs, director del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard, quien en el pasado fue uno de los críticos más ásperos del Fondo y del Tesoro. "La Argentina condujo el camino y llevó la batuta, pero lo que ellos querían hacer era simplemente imposible".
"No creo que un FMI más servicial o más exigente hubiera ayudado en este caso", acordó Carolina Atkinson, una integrante del Consejo de Relaciones Exteriores y una antigua funcionaria del FMI y del Tesoro. "La historia aquí es que Argentina tuvo cierta mala suerte, manejó mal un montón de cosas, y rechazó las advertencias que le fueron hechas". De acuerdo con los funcionarios involucrados en las negociaciones, el Tesoro repetidamente dijo a los funcionarios argentinos que el problema subyacente era que Argentina tenía demasiada deuda, atrapada en un círculo vicioso en el cual estaba obligada a gastar más y más dinero simplemente para pagar su siempre creciente pago de intereses. Los funcioarios del Tesoro dijeron que algún tipo de default o una reprogramación voluntaria era inevitable.
Los funcionarios del FMI fueron menos entusiastas sobre el default -su visión fue que el problema fundamental era realmente el régimen monetario argentino que ligó el valor del peso al dolar. Como el valor del dólar creció en los años recientes, arrastró al peso con él, haciendo los productos argentinos incompetitivos en los mercados mundiales y forzando a la economía a una recesión. Los funcionarios del FMI dijeron que la única manera de restaurar el crecimiento económico era devaluar el peso a una tasa de cambio menor con el dólar o dejarlo flotar libremente en los mercados monetarios internacionales.
De acuerdo a varias personas familiarizadas con las conversaciones, sin embargo, el ministro de economía Domingo Cavallo rechazó discutir cualquier devaluación o default. Un default, decía, convertiría a Argentina en un paria en el mundo financiero y desinflaría el orgullo nacional. Mientras, con un dólar fijo, que Cavallo mismo había establecido una década antes, casi todos los argentinos habían creído que esa era la única defensa contra la hiperinflación que había infligido al país en los "80. Cavallo alertó a Washington que cualquier gobierno que acepte la devaluación caería por sí mismo.
Estas realidades políticas, sin embargo, pusieron a los funcionarios argentinos en una caja financiera. Otro país hubiera intentado resolver su déficit imprimiendo dinero adicional -en los hechos, pagando por él una inflación más alta y tasas de interés más altas. Pero debido a que la Argentina se apegó al cambio de un dólar por cada peso en circulación, "monetizar" su deda no era una opción. El único curso alternativo era financiar su deuda a través de mayores préstamos de dinero, tanto de su propio pueblo como de los extranjeros.
Y lo que hizo fue pedir prestado -hasta los descomunales 132 billones de dólares- hasta que la primavera pasada, los prestamistas comenzaron a demandar tasas de interés exorbitantes o simplemente se negaron a prestar. En un intento desesperado por restaurar la confianza de los inversores y conseguir dinero inmediato del FMI, Cavallo ideó un plan encaminado a alcanzar el equilibrio fiscal en el plazo de dos años y lo impulsó en los Congresos provinciales y federales renuentes.
Desde una perspectiva teórica el plan podría haber funcionado pero en el Tesoro y en el FMI los funcionarios eran profundamente escépticos de que el país pudiera de repente reunir la voluntad política necesaria para aumentar la recaudación de impuestos y recortar gastos, particularmente en medio de una recesión global. A principios de agosto, el secretario del tesoro Paul H. O"Neill, quien había asumido escéptico en términos generales de los esquemas del FMI, había persuadido a la mayoría de sus contrapartes en otras naciones industrializadas de que el FMI debía parar de prestar a Argentina.
Cavallo, quien parecía poseer una increíble creencia en su propia magia, se negó a creer que el juego había terminado. Por dos semanas en agosto, fue entre el FMI y el Tesoro echando y repitiendo su plan de austeridad. Mientras tanto, la Casa Blanca y el Departamento de Estado recibían urgentes llamados de los líderes de estado latinoamericanos, que alertaban que el rechazo de Argentina podría causar pánico financiero en la región y dar ventajas a los partidos de izquierda opositores al libre-mercado y a las reformas del estado impulsadas por Estados Unidos.
La fuerte persistencia de Cavallo finalmente dio frutos. A mediados de Agosto, O"Neilll y los principales funcionarios del FMI acordaron aunque con renuencia dar a la Argentina una oportunidad más basada en el plan de austeridad fiscal. Como condición para un paquete de ayuda suplementaria de 8 billones de dólares, sin embargo, Argentina acordaba no sólo adherir a las metas fiscales propuestas por Cavallo sino también apurar la renegociación voluntaria de la deuda con los acreedores.
Demasiado poco, demasiado tarde. Con la economía global hundiéndose en recesión, la economía argentina se retardó más aún, empujando a déficits presupuestarios más altos. Mientras se desplomaba la confianza de los inversores, las tasas de interés se elevaban. Aunque Cavallo pudo forzar un canje de la deuda con los bancos argentinos y los fondos de pensión a mitad de noviembre, esto fue visto por el país y el extranjero como un default pero con otro nombre. La plata empezó a escaparse del país forzando a Cavallo a imponer el congelamiento de los retiros de cuentas bancarias. En la calle, los pesos comenzaban a comerciarse con un 30% de descuento con respecto al dólar.
Finalmente, el 5 de diciembre, el FMI anunció la suspensión de todo préstamo para Argentina. A ese punto, funcionarios concluyeron que cualquier dinero prestado adicionalmente a ese país iría a parar casi inmediatamente a manos de argentinos y acreedores extranjeros que peleaban por sacar su dinero fuera del país -exactamente el tipo de fianza para los más ricos inversores por la cual el Fondo había sido criticado en el pasado.
Incluso entre los simpatizantes del FMI, hay una extendida visión de que el corte vino demasiados meses tarde.
"Prestarles más dinero en agosto -sin la reestructuración de la deuda, sin un cambio en el régimen de monedas- fue un terrible error", dijo Morris Goldstein, un integrante del Instituto para la Economía Internacional y un antiguo funcionario del FMI. "No había forma de que pudieran cambiar las cosas simplemente basados en la austeridad fiscal".
Michael Mussa, quien se retiró de la jefatura económica del FMI días después de la decisión de agosto, declaró que fue la peor decisión que vio en la década en el Fondo.
Ahora que el nuevo gobierno abrazó la devaluación y el default, muchos economistas y políticos estadounidenses están viendo como un paso positivo hacia el restablecimiento de la economía argentina y allanar el camino para una reasunción de los préstamos del FMI. Desde su rancho de Texas, el presidente Bush puso en claro que Estados Unidos estaba dispuesto a considerar esto.
Al mismo tiempo, los políticos estadounidenses se mantienen cuidadosos acerca de los intentos del gobierno peronista de rehuir de la economía global al mismo tiempo que trata de conseguir miles de millones de dólares en préstamos frescos del FMI y otros prestamistas extranjeros.
"Puede hacer un montón de ruido y pocas cosas visibles para cumplir con su retórica populista -creo que la comunidad internacional está preparada para esto", dijo Mussa, el antiguo economista del FMI. "Pero si está yendo hacia políticas proteccionistas del pasado y a renacionalizar los servicios públicos y a una vuelta al aumento salvaje del gasto público, entonces no encontrará mucha cooperación aquí en Washington".

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