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Comunicados de prensa

A propósito de "Desobedeciendo el desempleo" de J. Rebón

Dilemas de la desobediencia

Prensa PTS

27 de junio 2005

Las empresas recuperadas, el capitalismo y una nueva sociedad

En líneas generales el libro está atravesado, desde nuestro punto de vista, por una contradicción presente desde el prólogo escrito por el director de PICASO, Juan Carlos Marín. En él se presenta al fenómeno de recuperación de empresas como el “más serio e importante intento de autonomizarse del despotismo presente en el comando capitalista de la sociedad, de la economía y de la producción”2. Nuestra crítica parte de considerar que si bien las empresas recuperadas alcanzaron niveles interesantes de autonomía en el terreno de la producción, la autonomización del total de la economía, y más aún del conjunto de la sociedad, es imposible, ya que de hecho las empresas recuperadas compiten en el mercado capitalista e interactúan con otros sectores sociales, desde quienes los apoyan en su lucha hasta las mismas instituciones estatales con las cuales confrontan o negocian. No se trata de autonomizarse de la sociedad capitalista, lo cual no es posible, sino de superarla de forma revolucionaria, única forma realista de librarse del “despotismo capitalista”.

No es que Rebón no vea estos problemas, ya que a diferencia de otras visiones no cae en una idealización del proceso: “Así las empresas aisladas, esta vez de la mano de los trabajadores, vuelven a la competencia en el mercado, el cual una vez ya las puso en jaque. Cada cual empieza a seguir su camino. Pero ¿qué condiciones hay para que sobrevivan? ¿En qué medida lo lograrán sin sacrificar lo mejor de sus innovaciones? En esta última perspectiva, la autoexplotación, la burocratización, la explotación de otros trabajadores o el sometimiento a un capitalista en el ámbito de la circulación son algunos de los riesgos latentes y, en ocasiones, manifiestos, con los cuales se encuentra el proceso”3. Sin embargo, el autor no ve posible superar estos inconvenientes sino que simplemente los considera “elementos a tener en cuenta por quienes llevan adelante estas empresas, para así poder enfrentarlos con mayor fuerza”4.

Detrás de este “espíritu” encontramos dos problemas: por un lado, creemos que se ven subestimadas las contradicciones intrínsecas del proceso, razón por la cual no se plantean soluciones que vayan más allá del mundo de las fábricas recuperadas; y por otro, una visión posibilista que considera que el mantenimiento de la fuente de trabajo, aún en condiciones de autoexplotación, es el máximo objetivo a lograr, motivo por el cual afirma que “la lucha por obtener una cobertura legal es un eje central para el éxito del proceso, su no obtención implica riesgo de desalojo y dificulta el funcionamiento productivo”5. ¿No será mucha confianza en la legalidad burguesa? Creemos innecesario recordar al lector la larga historia de represión “ilegal” de la Argentina contemporánea...

¿No habrá, en lugar de un problema legal, una intencionalidad de las clases dominantes de dirigir su represión principalmente contra los que consideran que el “éxito del proceso” es algo más que mantener la fuente de trabajo en condiciones de autoexplotación y se proponen ir más allá en el cuestionamiento del orden establecido?

Los aportes al conocimiento del fenómeno

Sin menospreciar las diferencias políticas, debemos decir que el estudio de Rebón constituye un aporte importante para el conocimiento de las empresas recuperadas de la Ciudad de Buenos Aires, ofreciendo un perfil de las mismas y de sus trabajadores.

De acuerdo a la investigación, el 76% de las empresas relevadas pertenece al sector industrial y el resto a los servicios. En la mayor parte de los casos se trata de fracciones periféricas del capital (aunque de un tamaño relativo mayor al de las compañías de la ciudad) que empleaban menor cantidad de fuerza de trabajo que en sus mejores momentos, es decir que estaban en proceso de achicamiento al momento de la recuperación.

En cuanto a los trabajadores que participan del proceso de recuperación, el perfil dominante es el de un “hombre, jefe de familia, de entre 40 y 49 años, trabajador asalariado de la industria PYME, en blanco y con antigüedad en la empresa, ocupado en un puesto de trabajo con calificación operativa, nacido en el interior del país, con estudios secundarios incompletos, residente en el conurbano y sin experiencia previa en luchas y reclamos, pero con antecedentes de participación en organizaciones políticas y sindicales. Con respecto a los dirigentes, el perfil mayoritario es el de “luchadores” y, en segunda instancia, el de “jefes de la antigua empresa”6. Según Rebón, es importante tener en cuenta este perfil de los trabajadores dado que características tales como la estabilidad o la experiencia en organizaciones son variables que si bien no alcanzan para explicar la participación en el proceso, sí potencian el involucramiento en el mismo; constituyen un terreno favorable para que éste se desarrolle en un contexto de crisis social donde la pérdida del empleo significa enfrentarse a la hiperdesocupación.

Saliendo del plano meramente descriptivo, son interesantes algunos cruces de variables realizados por el autor. Por ejemplo, es válida la indagación sobre las causas atribuidas por los trabajadores de las empresas recuperadas al problema de la desocupación. El análisis arroja resultados interesantes. Veamos algunos ejemplos:

Los encuestados atribuyen el problema del desempleo principalmente al mal comportamiento del empresariado argentino y al modelo económico.

La experiencia de lucha tiende a producir un desplazamiento en la atribución a otros asalariados de la responsabilidad del desempleo. Es decir: entre quienes habían participado de acciones de lucha previamente a la recuperación de la empresa es dominante la negativa a atribuirle el problema de la desocupación a los asalariados extranjeros o a la falta de capacitación de los trabajadores.

El autor elaboró un índice de autopercepción de “pertenencia obrera” a partir del cual observó que los trabajadores de las empresas recuperadas se identifican con los obreros y los desocupados, se diferencian de sindicalistas y partidos políticos, y se sienten en oposición a los empresarios. A su vez, quienes poseen mayor identidad obrera tienden a no imputar el desempleo a otros trabajadores.

Quienes tienen más pertenencia obrera son aquéllos a quienes su vida personal los ha puesto espacial y socialmente más cerca de distintos sectores de la clase trabajadora, y aquéllos a quienes su experiencia de lucha los ha puesto en contacto con otras fracciones obreras.

Promotores... ¿para qué politica?

Una coincidencia fundamental que tenemos con el trabajo de Rebón es la reivindicación de la militancia, ya que el autor señala que las condiciones que favorecen el desarrollo del proceso se deben articular con lo que él llama los “promotores de las recuperaciones” (movimientos de empresas recuperadas, partidos de izquierda, etc.) para que el fenómeno de recuperación de empresas tenga lugar.

Sin embargo, queremos cerrar esta breve reseña crítica con una reflexión. Comenzamos nuestro comentario criticando la presentación del fenómeno como un intento de autonomizarse del despotismo capitalista de la sociedad, la economía y la producción. Mas Rebón no es autonomista; nuestra crítica apunta entonces a cuestionar lo que entendemos como una estrategia posibilista, ya que el trabajo se encuentra atravesado por la contradicción de utilizar un lenguaje marxista para “promocionar” una política donde toda estrategia se reduce a la necesidad táctica de conseguir un “paraguas legal”, por cierto precario. En función de esto es que se ponderan las “alianzas” políticas en la Legislatura porteña con el “ibarrismo”.

Por ello, la tensión del autor no está puesta en buscar aliados dentro de la clase trabajadora y los sectores populares, en el camino de que las empresas recuperadas sean parte de la construcción de una alternativa de independencia de clase, sino que su estrategia apunta a buscar aliados en los resquicios del poder para lograr la legalidad. En nombre del realismo, Rebón rechaza un enfrentamiento decidido con el poder político, lo que lo lleva a aceptar las condiciones impuestas por la legalidad burguesa.

A nadie sorprende entonces que el Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER), con el cual simpatiza Rebón sin disimulo, haya sido parte de las listas electorales que llevaron a Aníbal Ibarra a su reelección, o que la mayoría de las empresas de este movimiento no jueguen ningún rol importante en la coordinación de las luchas de los nuevos sectores de la clase trabajadora que están saliendo a la escena en los últimos meses (subte, hospitales, LAFSA, telefónicos, alimentación, etc., etc.), que tuvo una importante instancia de organización en el Encuentro Obrero del 2 de abril, uno de cuyos resultados fue el paro de solidaridad de los trabajadores del subte con las luchas de LAFSA y Garrahan.

Como se ve, la lógica del autor no es la del enfrentamiento con el gobierno en la perspectiva de un cambio profundo y radical de la sociedad, sino que su método es el de “presionar y negociar recursos”7. Esto está en sintonía con las posiciones políticas del trabajo, ya que Rebón se desliza hacia un embellecimiento innecesario del gobierno de la ciudad: “Esta alternativa legal [las expropiaciones] ha sido resultado de la lucha de los movimientos de empresas, sin embargo no podemos soslayar el buen eco que esta encontró en el poder ejecutivo y legislativo”8.

Desde nuestro punto de vista, los “puentes” tendidos desde el gobierno de Aníbal Ibarra hacia algunas empresas recuperadas no se explican por el carácter “progresista” del mismo sino que constituyen un intento de cooptación de un sector de las mismas para evitar su radicalización en un contexto de convulsión social tras las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001. Para algunos, es “progresismo”. Para nosotros, es el intento de cambiar algo para que nada cambie. No es de extrañar que algunos dirigentes de movimientos, como Diego Kravetz, hasta hace poco del MNER, sean hoy legisladores kirchneristas. Duras lecciones deberían sacar quienes optaron por confiar en la negociación con el gobierno, ya que habiendo depositado expectativas en él, hoy se encuentran debilitados para enfrentar los ataques que están sufriendo las distintas fábricas.

A su vez, todo esto le permitió posar de “progresistas” a Aníbal Ibarra, habiendo sido aliado de Fernando De la Rúa hasta el último día, y siendo el responsable político de la masacre de Cromañón que puso al desnudo los negociados entre el gobierno de la ciudad y los empresarios del espectáculo a costa de la vida de la juventud plebeya y trabajadora.

En el fondo de la cuestión creemos que está la ausencia de la independencia de clase como norte posible para el autor, lo cual hace que aunque se use lenguaje marxista se justifiquen la moderación del MNER y la renuncia a objetivos más ambiciosos en nombre de un supuesto realismo.

Frente a esta visión, quienes hacemos Lucha de clases, defendiendo al conjunto de las fábricas recuperadas de los ataques a los que se encuentran sometidas, hemos apoyado desde un comienzo la opción estratégica de luchar por la estatización bajo control obrero por la que pelean los obreros de Zanon. Desde nuestra perspectiva, esta variante es superior debido no sólo a que se propone poner la fábrica al servicio de la comunidad mediante un plan de obras públicas solventado por el Estado y administrado por los propios trabajadores. De este modo, los obreros tendrían el sueldo garantizado por el Estado, quedarían por fuera de la competencia en el mercado y su producción estaría destinada a resolver necesidades populares.

Al mismo tiempo, al explicar las ventajas de la estatización de la fábrica para los sectores populares, y mostrar la negativa de los gobiernos nacional y provincial, los obreros de Zanon indican el camino del necesario enfrentamiento no sólo antipatronal, sino también antigubernamental para la solución de fondo de los grandes problemas como el desempleo y la pobreza.

Contra las visiones corporativas, creemos que la intervención en los conflictos debe partir de considerar que cada fábrica, cada empresa ó cada dependencia estatal, debe convertirse en una trinchera para las luchas del conjunto de la clase obrera. Por eso, la estatización bajo control obrero, a diferencia de la opción cooperativista, apunta no sólo a lograr mejores condiciones de trabajo para un grupo de obreros en particular sino también a levantar un programa que permita aglutinar al conjunto de los sectores populares detrás de un objetivo común y superior (producir al servicio de la comunidad y no de un interés particular) en el camino de conquistar un gobierno de los trabajadores y el pueblo. Justamente por plantear una perspectiva no corporativa es que Brukman (más allá de su orientación actual) y Zanon se han distinguido entre todas las experiencias y se han convertido en símbolos y emblemas del fenómeno de fábricas ocupadas.

Esto no quita que uno pueda verse obligado, por la relación de fuerzas, a aceptar salidas transitorias de distinto tipo. Pero mantener este planteo como norte estratégico que fábricas como Zanon empalmen con los nuevos sectores de la clase trabajadora que están saliendo a luchar. Así, mientras sectores como el MNER buscaron desde el principio conciliar con el régimen político, los obreros de Zanon pueden actualmente buscar una solución transitoria al problema de la tenencia de la fábrica manteniendo a su vez una postura de independencia de clase en la perspectiva de construir un movimiento obrero clasista para cuando la situación vuelva a cambiar.

Conclusión: a las preguntas de Rebón citadas al comienzo de esta reseña sobre cómo evitar la burocratización y la cooptación, ésta es nuestra respuesta: romper el cerco de las visiones corporativas y pensar las fábricas ocupadas en función del conjunto de las luchas que protagoniza la clase obrera9.

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Notas
1 Bs. As., P. ICA. SO - La Rosa Blindada, 2004.
2 Íbidem, p.18.
3 Íbidem, p. 103.
4 Íbídem, p. 158.
5 Íbídem, p. 88.
6 Íbídem, p.63.
7 Íbídem, p.67.
8 Ídem.
9 No casualmente, y como él mismo se ve llevado a reconocer, en Zanon, a diferencia de otras experiencias, se ha avanzado en modificar la estructura productiva y la organización del proceso de trabajo, abriéndose paso la democracia obrera en la producción. Ver Fajn, Gabriel y Rebón, Julián, “El taller ¿sin cronómetro”, en Herramienta N° 28, Ediciones Herramienta, Buenos Aires, marzo de 2005, p. 63.



 

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