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Debates

Fichas de las luchas obreras

De la Resistencia al Cordobazo

31 de julio 2003

“Comúnmente se la denominó Resistencia Peronista. En realidad sería más apropiado denominarla como Resistencia de la clase obrera”
LVO: ¿Cuál fue el marco político en el que se desarrolló la «Resistencia»?
A.S.: La resistencia fue una respuesta a la dictadura de Lonardi y luego a la de Aramburu. O sea, a la Revolución Libertadora impuesta entre 1955 y 1958. Comúnmente se la denominó Resistencia Peronista. Sería más apropiado denominarla como resistencia de la clase obrera, ya que este concepto tiende a ocultar la participación de numerosos trabajadores que no pertenecían a esa tendencia política, ya que incorporó a una vasta cantidad de personas de diferentes extracciones ideológicas.
Por otra parte, numerosos peronistas, en particular dirigentes sindicales y políticos, en un comienzo mantuvieron una política de colaboración la dictadura, sobre todo con Lonardi.
En cierta forma, el golpe de 1955 implicó una “vuelta atrás”, al marginar del sufragio a un importante sector de la sociedad y al tratar de imponer la hegemonía de la vieja fracción de la burguesía terrateniente en el bloque de poder. Sin embargo, la coyuntura histórica demostró que un regreso al modelo agro-exportador era imposible así como también era poco viable erradicar la presencia de la clase obrera y las conquistas logradas durante la década de 1940.
La Resistencia, además, se desarrolló también por medio de diferentes canales de protesta. Ya fuese en forma individual, organizada (a través de los comandos “peronistas” o de las agrupaciones gremiales), o bien recurriendo a operaciones militares. En este sentido, la oposición desplegó una heterogénea gama de expresiones, practicadas por hombres y mujeres, que de manera independiente del espacio físico (o la labor) que ocupaban, rechazaron -en forma defensiva- al régimen castrense por su ataque a sus condiciones de vida y el anhelo del regreso de Perón. Muchos de los integrantes de estos grupos, también intervinieron en los procesos de reorganización sindical. Además, éstos servían como nexos donde se intercambiaban información y experiencias para la reorganización y la resistencia al interior del movimiento obrero.
Aunque la mayoría de sus integrantes fueron jóvenes que hicieron en dichos comandos sus primeras armas gremiales y políticas, este aprendizaje se alimentó tanto por la experiencia de dirigentes peronistas como por la de hombres provenientes de diferentes marcos ideológicos: anarquistas, trotskistas, comunistas, ex combatientes republicanos de la Guerra Civil Española y núcleos organizados por miembros de la Alianza Libertadora Nacionalista.
“La clase obrera, en los principales centros fabriles, respondió y enfrentó en forma autónoma al golpe de Estado”
LVO: ¿Cuáles fueron las características sobresalientes de la lucha obrera durante el periodo? 
A.S.:
Desde que se produjo el golpe, los trabajadores se alzaron contra el gobierno y contra aquellas personas que lo representaban desconociendo la voluntad pacificadora de Perón, Lonardi y los dirigentes cegetistas. La clase obrera, en los principales centros fabriles, respondió y enfrentó -en forma autónoma- al golpe de Estado. Se atrincheraron para defender sus conquistas, su organización y el lugar ganado en la sociedad. La experiencia y la conciencia, legados de décadas de protestas contra sucesivos regímenes, se manifestaron en estos enfrentamientos y los que signaron los siguientes veinte años de historia argentina. Además, en 1955, la ausencia de una dirección sindical y/o política, que estuviese dispuesta a enfrentar consecuentemente el alzamiento militar, hizo que la contienda asumiera un carácter desorganizado, anárquico y -sobre todo- espontáneo. La clase obrera, abandonada por la conducción del peronismo y un importante sector de la jefatura sindical, inició una experiencia de resistencia clandestina que le planteó graves problemas a la legitimidad del régimen. Las discusiones salariales de los convenios colectivos alentaron el surgimiento de medidas de fuerza que no sólo quebraron el tope de los haberes sugeridos por las autoridades de la cartera económica sino que, más revelador aún, contribuyeron a la reorganización de la misma. En esas circunstancias confluyeron una serie de conflictos originados alrededor del aumento de los ritmos de producción, las formas de reordenamiento del empleo, la preservación de la organización gremial, el atraso en el cobro de sueldos y en contra del despido arbitrario de activistas. Estas acciones estimularon una importante recomposición de las bases gremiales: como consecuencia nacieron nuevos cuerpos de delegados y comisiones internas. Hubo numerosos paros progresivos ante los intentos de incrementar los ritmos de producción y despidos, pero también se implementó el trabajo a desgano o a reglamento. Se efectuaron actos de sabotaje; estos últimos abundaron, según la crónica diaria, en el gremio ferroviario.
Pero estas iniciativas no se limitaron a defender conquistas avasalladas. También dejaron una notable experiencia organizativa como los comités clandestinos, que en la práctica se convirtieron en organismos de lucha, en reemplazo de los que estaban proscriptos.
Igualmente, existía una fuerte prédica basada en el retorno de Perón que se expresó por otros medios como los comandos peronistas. Nuevos dirigentes surgieron en el ámbito de las plantas fabriles. Por otro lado, el proceso fue encauzado por dirigentes que venían con una práctica gremial importante bajo el gobierno de Perón. Los nombres con desempeño en las entidades laborales, así como en las relaciones de éstas con los poderes del Estado indican que la jefatura sindical, surgida a partir de 1955, tenía sus raíces en la organización gremial del período inmediato anterior: Andrés Framini, Augusto Vandor, Miguel Gazzera, Amado Olmos, Paulino Niembro, Eleuterio Cardozo, José Alonso, entre otros.
“En la década de 1960... la recesión en el ámbito manufacturero posibilitó que el proletariado comenzase a implementar las ocupaciones de fábricas como un certero método de lucha”
LVO: ¿Qué diferencias se puede hacer entre las características, o bien qué elementos de continuidad y discontinuidad encuentra entre el proceso del "56 al "59 y el del "59 hasta al Cordobazo?
A.S.: A diferencia de otras visiones historiográficas considero que la década de 1960 fue un periodo de numerosas luchas donde los trabajadores se convirtieron en los principales protagonistas. Sin duda lo que prevaleció fue que se enriquecieron los métodos de organización y de lucha contra los sucesivos gobiernos y entidades patronales. Por otra parte, hay que considerar las diversas coyunturas de la década de 1960. A comienzos de dicha década, en un contexto fuertemente recesivo, la clase obrera no sólo tuvo que reclamar por dificultades salariales, sino también por el resguardo de la fuente de empleo. La recesión en el ámbito manufacturero posibilitó que el proletariado comenzase a implementar las ocupaciones de fábricas como un certero método de lucha. Si bien dichos embates se iniciaron -independientemente de la burocracia sindical- durante el segundo semestre del año 1962, continuaron hasta el golpe de estado de 1966. En ese contexto las ocupaciones que cobraron una mayor relevancia fueron las que se realizaron bajo la aplicación de la segunda etapa del Plan de Lucha dispuesta por la CGT, en mayo y junio de 1964.
Por último, hay que destacar de este periodo que el comportamiento de los trabajadores no estuvo originado sólo por principios económicos, sino que participaron ideas y valores madurados a partir de su experiencia como sujeto colectivo. Las prácticas sociales adquiridas, tanto en los lugares de producción como en los barrios, ayudaron a fructificar en todo este proceso. Hoy en día considero que es necesario volver a rescatar los principales rasgos que adquirió la clase obrera y que la historia de la misma es una importante herramienta para su liberación y su emancipación como clase.

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