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Lucha de Clases N° 2

De cadenas y de hombres

Presentamos una síntesis del libro “De cadenas y de Hombres” de Robert Linhart, militante de izquierda de la época. En francés, la obra se llama “L’établi” (El establecido). “Establecerse”, es sinónimo de proletarizarse: cuando una persona, por ideología y no por necesidad, se emplea en una fábrica para hacer trabajo político. La historia, cuenta la propia vivencia del autor.

15 de mayo 2008

Septiembre del ´68, post “Mayo”, un estudiante francés -militante izquierdista- decide “establecerse” en la Citr˜öen - Choisy.

La “Cadena” de producción se le presenta distinta a lo imaginado. Frente a ella, sus movimientos parecen imperceptibles y “de una monotonía resignada”.

Primer destino: soldadura. Y tres sensaciones: el olor áspero del hierro quemado, el ruido de taladros y sopletes y el gris. Porque todo es gris.

El joven fracasa en esta y en otras funciones hasta quedar en los balancines. Ahora su percepción varía por completo, pues el desplazamiento de los coches “aparece tan implacable como “un torrente imposible de controlar”. No hay detención y es el obrero el que debe estar en movimiento continuo. “La acumulación de retraso es lo que se llama “hundirse”, y a veces es tan angustiosa como el naufragio”.

El primer día fue de pesadilla. Luego descubrirá que aquel es aterrador para cualquiera. De no ser por la ayuda del argelino Mouloud o del yugoslavo Georges, el hundimiento era seguro.
La Citr˜öen es una máquina de devorar inmigrantes. “Vertiginoso torbellino de nacionalidades, de sociedades destruidas, (...) arrojadas en migajas a los múltiples canales de drenaje de la fuerza de trabajo”. Mouloud como otros inmigrantes tiene la categoría más baja. Pronto escupirá pedazos de estaño. Dentro de la fábrica, ningún cuerpo está a salvo.

El “establecido” teme olvidar porqué está allí, pues el peligro es “conformarse con el puro milagro de sobrevivir”. Nunca había percibido con tanta agudeza el sentido del término ‘economía’. Economía de gestos, de palabras, de deseos.

Cada minuto de descanso robado es como una gran estafa. Ironía, porque para Citroën “todos los obreros son delincuentes que todavía no han sido atrapados con las manos en la masa...”.

En la cadena, a hurtadillas de los jefes, se discute y se traban amistades. Pero allí está Junot, presidente de sanciones y despidos, ex militar colonial que cambió el ejército por la Citr˜öen.
Para la mayoría, el sindicato es una institución más de la fábrica. La resistencia está en la solidaridad y en generar pequeños “accidentes” en la cadena.

Enero del ´69, habrá “recuperación”. Citroën prolonga el horario a 45 minutos, mitad a paga normal, mitad gratis.

Café des Sports: los obreros más activos se reúnen. El joven se ha hecho una promesa: no renunciar, cualquiera que sea el resultado de la lucha, por dura que sea la represión, no renunciar.

Paralizar la gran cadena es la meta. Allí hay argelinos, marroquíes, tunecinos, yugoslavos, españoles, portugueses, malianos, senegaleses…

Se hace un panfleto en varias lenguas firmado “comité de base de Citr˜öen-Choisy”.

La repercusión es enorme: “es nuestra dignidad lo que quieren quebrar con ese trabajo gratuito, repiten en todas las lenguas”. La huelga se va construyendo pacientemente, puesto por puesto, hombre por hombre y ya está en marcha.

Lunes 17 de febrero ¿Qué va a pasar? El estrépito del taller está al máximo. Cinco en punto. “(…) Indudablemente la gran cadena hace menos ruido”. Cincuenta obreros alientan a los vacilantes a parar mientras los jefes hacen lo contrario. Cinco y cinco. La gran cadena se paraliza por completo. Han parado más de 400 obreros.

Martes 18. La Citr˜öen echa a rodar su maquinaria antihuelga: “¿con que se niegan a trabajar tres cuartos de hora más? Muy bien, le mostraremos lo que podemos hacer con las nueve horas y cuarto que todavía están en nuestro poder: las haremos valer el doble”.

La presión mayor recae sobre el inmigrante: “escucha Mohamed (o Miklos, o M´Ba, o Manuel) ayer hiciste una tontería (…) si se repite tendrás problemas serios”. Sobrevuela el chantaje de expulsión de los “agitadores” a sus países de origen. No obstante, en una niebla de agotamiento y de nervios desgastados, el paro se repite aunque menor.

En la mañana áspera del miércoles Junot hace su trabajo. Cita de a uno y advierte: “Aquí no estamos entre salvajes, aquí hay leyes (…) Ud. puede elegir”.

La huelga resiste una semana, pero luego comienza a decaer.
Se desencadena la persecución contra el comité. El método de ataque: no despido sino hacerles la vida imposible. Hasta los mejores caen sucesivamente.

En cuanto al joven, había sido trasladado a un depósito semi vacío, allí donde “las sombras que vagan por pasillos oscuros, silenciosas y aletargadas, tienen algo de irreal”.

Una mañana, el “exiliado” regresa bruscamente a Choisy para hacer las tareas más duras. Pero ha jurado no renunciar.
Fin de julio. Quedan algunos minutos de trabajo para entrar en vacaciones. Los obreros están deseosos de regresar a sus patrias y reencontrarse con sus familias.

Fin de la tarde: el joven es notificado de su despido. La fábrica ya está vacía, sin amigos a quien recurrir…

En el café está Kamel, un “cipayo”, a quien quisieron pagarle para que riñera con él pero éste no ha aceptado.

– “No necesito dinero…, no ese dinero”, responde.

“Estoy seguro que me dice la verdad, (…) Pienso que también Kamel es de la clase obrera”.

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