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A 90 años de la Revolución Rusa

Blanqui, Engels y el arte de la insurrección

De sus observaciones y reflexiones sobre los fracasos de numerosos levantamientos en los que participó o fue testigo, Augusto Blanqui dedujo un cierto número de reglas tácticas, sin las cuales la victoria de la revolución se hace extremadamente difícil si no imposible.

4 de octubre 2007

“De sus observaciones y reflexiones sobre los fracasos de numerosos levantamientos en los que participó o fue testigo, Augusto Blanqui dedujo un cierto número de reglas tácticas, sin las cuales la victoria de la revolución se hace extremadamente difícil si no imposible. Blanqui recomendaba la creación con tiempo suficiente de destacamentos revolucionarios regulares con dirección centralizada, un buen aprovisionamiento de municiones, un reparto bien calculado de las barricadas, cuya construcción sería prevista y que se defenderían sistemáticamente. Por supuesto, todas estas reglas, concernientes a los problemas militares de la insurrección, deben ser inevitablemente modificadas al mismo tiempo que las condiciones sociales y la técnica militar cambien; pero de ningún modo son ‘blanquismo’ en sí mismas, en el sentido que los alemanes puedan hablar de ‘putchismo’ o de ‘aventurerismo’ revolucionario.

La insurrección es un arte y como todo arte tiene sus leyes. Las reglas de Blanqui respondían a las exigencias del realismo en la guerra revolucionaria. El error de Blanqui consistía no en su teorema directo, sino en el recíproco. Del hecho que la incapacidad táctica condenaba al fracaso a la revolución, Blanqui deducía que la observación de las reglas de la táctica insurreccional era capaz por sí misma de asegurar la victoria. Solamente a partir de esto es legítimo oponer el blanquismo al marxismo. La conspiración no sustituye a la insurrección. La minoría activa del proletariado, por bien organizada que esté, no puede conquistar el poder independientemente de la situación general del país: en esto el blanquismo es condenado por la historia. Pero únicamente en esto. El teorema directo conserva toda su fuerza. Al proletariado no le basta con la insurrección de las fuerzas elementales para la conquista del poder. Necesita la organización correspondiente, el plan, la conspiración. Es así cómo Lenin plantea la cuestión.
La crítica de Engels, dirigida contra el fetichismo de la barricada, se apoyaba en la evolución de la técnica en general y de la técnica militar. La técnica insurreccional del blanquismo correspondía al carácter del viejo París, a su proletariado, compuesto a medias de artesanos; a las calles estrechas y al sistema militar de Luis Felipe. En principio, el error del blanquismo consistía en la identificación de revolución con insurrección. El error técnico del blanquismo consistía en identificar la insurrección con la barricada. La crítica marxista fue dirigida contra los dos errores. Considerando, de acuerdo con el blanquismo, que la insurrección es un arte, Engels descubrió no sólo el lugar secundario de la insurrección en la revolución, sino también el papel declinante de la barricada en la insurrección. La crítica de Engels no tenía nada en común con una renuncia a los métodos revolucionarios en provecho del parlamentarismo puro, como intentaron demostrar en su tiempo los filisteos de la socialdemocracia alemana, con el concurso de la censura de los Hohenzollern. Para Engels, la cuestión de las barricadas seguía siendo uno de los elementos técnicos de la insurrección. Los reformistas, en cambio, intentaban concluir de la negación del papel decisivo de la barricada la negación de la violencia revolucionaria en general. Es más o menos como si, razonando sobre la disminución probable de la trinchera en la próxima guerra, se dedujese el hundimiento del militarismo”.


Louis-Auguste Blanqui (1805-1881)

Político revolucionario francés. Participó en las manifestaciones estudiantiles antiborbónicas y, tras la revolución de 1830, ingresó en la Sociedad de los Amigos del Pueblo, siendo encarcelado en 1831 y 1836. El movimiento por él creado, “La sociedad de las estaciones”, participa de la insurrección de los tejedores en Lyon en 1834. Aproximadamente seis mil obreros se enlistaban en su sociedad. En 1839, tras organizar una insurrección armada que fracasó, fue detenido y condenado a muerte, pena posteriormente conmutada por la de cadena perpetua. Fue liberado poco antes de la revolución de Francia en 1848, en la que participó activamente, lo que motivó su vuelta a prisión, donde permaneció hasta 1859. Entre 1859 y 1861 organizó varias sociedades secretas. En 1865, nuevamente prisionero, se fugó y huyó, pero será nuevamente detenido en la víspera de la Comuna de París de 1871, de la que, no obstante, fue nombrado presidente y posteriormente, aunque todavía permanecía preso, elegido diputado por Burdeos. Paso 37 años de su vida en la cárcel, por ello se lo conoció popularmente como L’enfermé, el Encerrado.

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