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Apuntes militantes

El objetivo de esta columna es entablar un diálogo con la militancia del partido, con sus simpatizantes, con los lectores de La Verdad Obrera y con la izquierda en general sobre las oportunidades y dificultades que se nos presentan a los que queremos construir un partido revolucionario de la clase trabajadora.

Será una mirada, un conjunto de observaciones, hipótesis y
discusiones sobre táctica y estrategia que permitan discutir cuestiones que la izquierda relega a sus boletines internos pero que es necesario debatir públicamente.

Emilio Albamonte

4 de marzo 2010

Romper la rutina

Nadie en la izquierda, incluido el PTS, es capaz de movilizar aún miles de trabajadores y estudiantes en el momento preciso para que todo conflicto importante se transforme en una gran batalla de clase. En Kraft se logró configurar un embrión de unidad entre ocupados, desocupados y estudiantes, prefigurando la alianza de clases por la que luchamos. Sin embargo, apenas fuimos capaces de movilizar a la madrugada a algunos centenares de compañeros en los once cortes que hubo en la Panamericana. Sólo conseguimos que un puñado de estudiantes se hiciera activo tras las banderas de los centros dirigidos por la izquierda en solidaridad con el conflicto. Si esas acciones, acompañadas por cortes solidarios de organizaciones de desocupados, le dieron una visibilidad enorme a ese conflicto, imaginemos lo que serían miles de jóvenes trabajadores y estudiantes frente a nuevos Kraft. Reclutar miles de nuevos militantes en esta perspectiva de transformar todo gran conflicto en una batalla de clase es el desafío de la hora. Esto es lo que saca a la perspectiva revolucionaria de los discursos y la mera propaganda y comienza a hacerla realidad. Al fin y al cabo, la intervención en huelgas duras, tomas de fábricas, enfrentamientos callejeros, etc., son parte fundamental de los escenarios donde se forjará un verdadero partido leninista de combate.

La radicalización política no es un fenómeno puramente espontáneo; un partido que, basado en las tendencias más progresivas de la lucha de clases, como hoy es el “sindicalismo de base”, que organice miles de militantes, y que se proponga recuperar los sindicatos dirigidos por la burocracia cambiará enormemente la subjetividad de los trabajadores y en perspectiva la relación de fuerzas objetiva.

Ya hemos iniciado este camino. Creemos que es el único que puede hacer que la izquierda que se reclama revolucionaria deje de estar constituida por asociaciones de propaganda. Esta perspectiva, y no la rutina tradicional, es lo que hoy puede entusiasmar a una nueva generación de jóvenes trabajadores y estudiantes para construir un verdadero partido revolucionario.

Sobre la crisis en las alturas

Como señalamos en la editorial, hoy nos encontramos con una situación paradójica. Los K, que despotricaron todo el tiempo contra los ’90 y contra el FMI, hacen miles de maniobras para “honrar la deuda”. La oposición de derecha (alineada más incondicionalmente que el gobierno con el imperialismo) lo cuestiona y amenaza derribar al gobierno porque quiere utilizar las reservas para pagar la deuda. Mientras tanto la centroizquierda plantea demagógicamente que se investigue la deuda pero no quiere ni puede movilizar a nadie detrás de su programa, ya que sólo existe como fuerza política cuando se enciende la cámara de televisión, o cuando se “apaga la luz” cada dos años en el cuarto oscuro.

No es raro que en estas circunstancias la mayoría de los trabajadores no le dé mayor importancia a la discusión que se agita día a día en los noticieros de TV, en los diarios y en la radio. Al no tener una voz propia no se sienten interpelados, como es lógico, ni por el discurso del gobierno ni por el de la oposición.

Los trabajadores más concientes deberían, sin embargo, no centrarse solamente en las discusiones contra la inflación y por los aumentos de salarios (que es lo que más interesa a las grandes masas), sino tomar en cuenta la crisis y la pelea permanente en el régimen político, alertando que ésta se puede resolver por derecha y que hay una carrera de velocidades para tratar de imponer una salida donde la clase obrera tiene que presentar su propia alternativa.

El “sindicalismo de base”: lo único nuevo

Frente a la crisis del proyecto kirchnerista, que fue concebido como un desvío de las grandes movilizaciones que recorrieron el país al fin de la convertibilidad, lo más alentador es el fenómeno de la recomposición social (tres millones y medio de nuevos trabajadores ocupados) y subjetiva de la clase trabajadora, lo que la prensa ha denominado “sindicalismo de base”.
La expropiación de Zanon a mitad del año pasado, el durísimo conflicto del Subte y finalmente la enorme huelga de Kraft, en los que hemos tenido un papel importante como partido, constituyen sus puntos más salientes y han demostrado el reinicio del ciclo de ruptura del movimiento obrero con la burocracia que había tenido sus últimas grandes expresiones en la década del ’70 y que fue derrotado con el golpe militar del ’76.

La burguesía está dividida entre una política de basarse en los sindicatos burocratizados (kirchnerismo, UIA, etc.) o apostar a su división y fragmentación (fallos de la Corte). La vanguardia obrera ha utilizado tanto el frente único con la burocracia cuando ha hecho falta (no olvidar que el conflicto de Kraft empezó con un frente único defensivo entre el sindicato de Daer, los reformistas de la CCC y la agrupación “Desde Abajo”) como también las oportunidades que abrió el fallo de la Corte para elegir nuevos delegados y comisiones internas. Este fenómeno dinámico, fundamentalmente antiburocrático, pero también antipatronal, aunque menos directamente antigubernamental, constituye una nueva base desde donde discutir la estrategia de los revolucionarios.

Victorias y derrotas

Todos los reformistas y semirreformistas de nuestro país critican al PTS por participar de luchas “imposibles de ganar”, como si pudiéramos elegir si participar o no en combates como el del Casino, Mafissa o la ex Jabón Federal. Lo que sí es cierto es que nosotros tratamos de luchar todos los combates que nos impone la clase enemiga sin preguntarnos (ya que no depende de nosotros) si hay mayores o menores posibilidades de vencer. Cuando la patronal impone el lock out como en esos conflictos ayer (o como hoy en Stefani),o echa a todo el activismo y a la comisión interna como en Kraft la lucha es inevitable y el que no pelea es un desertor.

Esto no es un problema solamente moral sino profundamente político, ya que toda resistencia y toda lucha bien dada, aunque termine en derrotas parciales permite sacar conclusiones a sectores de la vanguardia obrera, aumentar su odio de clase y muchas veces disponerla al combate revolucionario. Por otra parte, el balance de esos triunfos y derrotas tomados aisladamente es relativo, ya que aunque muchos se desmoralizan por las derrotas, otros se endurecen y cuando entran en nuevas fábricas lo hacen con una moral distinta, dispuestos a la organización y al combate desde el comienzo. Ya está pasando esto en Córdoba, La Plata, y en las zonas norte y oeste del Gran Buenos Aires. En los últimos años ha habido decenas de luchas donde se han echado activistas, muchos de los cuales hoy están en nuevos trabajos. Estos compañeros tienen una experiencia preciosa con la que ya estamos contando para construir el fuerte partido revolucionario que nos proponemos.

Su estrategia y la nuestra

Después del 2001, tanto la izquierda reformista y populista como la que se reclama clasista centraron toda su orientación política en un trabajo en el movimiento estudiantil, en la administración de los planes de ayuda a los desocupados1 y en las elecciones nacionales cada dos años.
Lamentablemente entre los trabajadores ocupados sólo se concentraron en docentes, donde la izquierda tiene una larga tradición, y en algunos pocos gremios de servicios, ignorando que centenares de miles de trabajadores jóvenes, rebeldes (hijos al fin del 2001) y con un cierto grado de conciencia producto del desastre causado por el fin de la convertibilidad estaban entrando a fábricas y empresas, y comenzando a cambiar el panorama en los lugares de trabajo.

Su lugar de observación (lejano) no les permitió ver el proceso que se estaba incubando. Nosotros, por el contrario, sin desdeñar al movimiento estudiantil, hicimos desde hace varios años un fuerte giro hacia la clase trabajadora de la industria y los grandes servicios, nos fusionamos con lo mejor de su vanguardia, participamos de sus numerosas derrotas y de sus escasos pero significativos triunfos.

El 2009 fue un año bisagra: la expropiación de Zanon, nuestra participación destacada en el conflicto del subte y finalmente en la gran huelga de Kraft nos hizo pegar un salto cualitativo. Centenares de compañeros que venían siguiendo nuestra política y otros nuevos, conocidos en el último año, comenzaron a ver que podía surgir un partido de la izquierda revolucionaria capaz de jugar un rol decisivo apoyando las luchas y procesos de organización y las tendencias más progresivas que surgen en la lucha de clases. El PTS inició un camino donde aparece como una alternativa más sólida para los luchadores obreros y estudiantiles en busca de un referente político obrero revolucionario.

Hoy la discusión central con partidos como el PO, por ejemplo, no es fundamentalmente de programa sino de prácticas políticas y proyectos de construcción: o seguir la rutina de administrar planes sociales, hacer centros de estudiantes dedicados a proveer servicios, o construir un partido que transforme toda lucha importante en un gran combate de clase. Nosotros estamos militando por la segunda alternativa.

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