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Comunicados de prensa

Intelectuales Brasileños: Una polémica con Francisco de Oliveira

A propósito de la Crítica a la Razón Dualista y El Ornitorrinco

Prensa PTS

22 de noviembre 2004

Introducción

La historia reciente de Brasil hace resurgir cuestiones fundamentales en la política, en la economía y en el ámbito social. Cuando el Partido de los Trabajadores (PT) ganó la elección del 2002, parte significativa de la opinión pública, del mundo académico-intelectual y de sectores del movimiento de masas tuvo la esperanza, solapada históricamente por el llamado “campo conservador” –es decir, por la clase dominante– de conquistar aquello que el PT les prometió a lo largo de dos décadas de actividad política ostensiva: mejores condiciones de vida: distribución de la renta, participación en políticas decisivas y la ética pública, son algunas de las promesas en las cuales el PT “educó” políticamente a millones de personas. La constelación de intelectuales y profesores académicos que participaron, directa e indirectamente, consciente e “inconscientemente”, orgánica e “inorgánicamente” de este proyecto político, es enorme. Indiscutiblemente, nunca en la historia brasileña un partido político y un proyecto-programa vinculado con la izquierda reunieron una parcela tan grande de la intelligentsia.

También en este sentido, la elección del PT trajo una ebullición intelectual y política que modificó sobremanera la situación de la política brasileña. Poniendo en suspenso las diversas indagaciones vinculadas al balance histórico del PT y las cuestiones de programa, estrategia y táctica que deben ser respondidas para superar definitivamente esa experiencia histórica, y enfocando sólo la cuestión de los principales análisis teóricos de los intelectuales (ex) petistas, buscaremos en el presente artículo emprender un abordaje crítico-revolucionario a uno de los sociólogos más importantes para el debate intelectual brasileño, tanto en el pasado como en el actual estadío del pensamiento social en el país. Tomaremos como base el libro de Francisco de Oliveira que reúne el texto ya clásico de la Crítica a la Razón Dualista (en adelante CRD) y el ensayo El Ornitorrinco, el cual creó interés dado que discurre sobre los “descaminos” del petismo en el comando del Estado burgués brasileño.

Buscaremos apuntar en qué aspectos la CRD rompe con las interpretaciones burguesas dominantes acerca del capitalismo brasileño, y en qué puntos se revelan sus límites al no plantearse una perspectiva revolucionaria desde el punto de vista de los trabajadores. Desde estos límites, atravesando la transición marcada por el período petista a lo largo de los años ‘80 y ‘90, buscaremos mostrar cómo se retrocedió en las presentes tesis de El Ornitorrinco, proceso que se hace evidente en la comparación entre el Francisco de Oliveira de 1972 y el de 2003. En el transcurso, el contrapunto con la teoría de la revolución permanente de Trotsky será referencia obligatoria, no solamente por el valor intrínseco de esta teoría para comprender los países de desarrollo capitalista atrasado como Brasil, sino también para apuntar la incongruencia de Oliveira al intentar apoyarse en aspectos teóricos aislados de la obra de Trotsky, separándolos de una concepción de conjunto de la misma. 

I -Las antinomias de la Crítica a la Razón Dualista

Desde el punto de vista de una comprensión marxista de la formación y desarrollo del capitalismo brasileño, la CRD constituye un intento de contraponerse al dualismo de la CEPAL y al evolucionismo corriente, no sólo en las visiones tradicionales burguesas, sino también en el etapismo stalinista, como de hecho explica el propio autor, buscando sustento en la teoría del desarrollo desigual y combinado, elaborada originalmente por Trotsky. Por otro lado, como quedará demostrado, Oliveira no lleva hasta las últimas consecuencias el gran arsenal teórico escogido por él mismo para emprender ese necesario combate teórico y político. Esto porque, al intentar transformar esta teoría en un mero marco analítico, despojada de la perspectiva revolucionaria que la vuelva viva, Francisco de Oliveira cae en una serie de inconsistencias.

Un intento de explicar Brasil por la óptica marxista

Comencemos reafirmando que la CRD es parte del restringido grupo de libros considerados clásicos en la comprensión de la formación y de la estructura de la sociedad burguesa brasileña, juntamente con los de Caio Prado Jr., Florestan Fernandes, Octavio Ianni, Nelson Werneck Sodré y Fernando Henrique Cardoso, para citar los mayores exponentes (independientemente de las grandes diferencias entre las tesis que defiende cada uno de sus autores). Particularmente, la obra de Francisco de Oliveira constituye un aporte para el pensamiento de izquierda en el enfrentamiento con otras interpretaciones teóricas, principalmente con las construcciones conceptuales de matriz weberiano-cultural.

Por ejemplo, Sérgio Buarque de Hollanda, uno de los padres de la ciencia política brasileña, defendía la tesis según la cual la falta de “racionalidad societaria” de nuestras relaciones socio-culturales resultó en el “gigantismo” de nuestro Estado –constantemente interventor, exageradamente paternalista e inconmensurablemente hinchado en sus atribuciones administrativas y gestionarias. ¡La formulación clásica1 de Sérgio Buarque de Hollanda y de sus epígonos sólo “olvidó preguntarse” quién se benefició históricamente del constante intervencionismo, de la exageración paternalista y de la administración hinchada! Es evidente, de acuerdo con datos estadísticos sobre nuestra situación social, que no fue la clase trabajadora la que sacó tajada de nuestro “asustador” y “monstruoso” Estado. Sin duda, y de forma indeleble, la burguesía nacional (cuya debilidad necesitó del intervencionismo estatal), en conjunto con la burguesía imperialista, fueron los sectores sociales históricamente favorecidos por esta característica estatista.

En su CRD, Oliveira aporta teóricamente buscando deconstruir la argumentación arriba referida. Partiendo de buscar establecer el papel real del Estado en el desarrollo industrial brasileño, y en particular la legislación laboral como política de Estado para favorecer la acumulación burguesa, Oliveira va en contra de los epígonos de Sérgio Buarque de Hollanda –que en lo que concierne a la legislación laboral post 1930, dicen que se creó en Brasil una política salarial corporativista y de cuño populista a través de medidas artificiales empleadas por el Estado varguista. Sobre esto Oliveira responde: “Importa no olvidar que la legislación interpretó el salario mínimo rigurosamente como salario de subsistencia, es decir, de reproducción”2 . Y más abajo: “si el salario fuera determinado por cualquier especie de mercado libre, en la acepción de la teoría de la concurrencia perfecta, es probable que subiera para algunas ramas obreras especializadas; la reglamentación de la leyes del trabajo operó la reconversión a un denominador común de todas las ramas, con lo que antes de perjudicar la acumulación, la benefició” 3. De este manera, el Estado burgués brasileño, interviniendo para fomentar el modo de producción capitalista y promover su expansión en la medida en que nuestras clases burguesas son débiles, creó una política salarial ratificada por la legislación laboral de rebaja del conjunto del sistema salarial –de tal manera que permitió a la burguesía un espacio significativo para el incremento del capital.

Determinadas las bases económico-materiales de la evolución del proceso de industrialización con la fijación del salario mínimo, y la formación del programa de producción de bienes de consumo durable y de capital, Brasil marcha en el camino de la modernización capitalista. La función de la agricultura de subsistencia y su excedente se articula dialécticamente con la disposición de acumulación concentrada de capital formando un proceso combinado, ya que el conjunto de las relaciones modernas de producción capitalista se apropia y se apoya indefectiblemente en nuestro atraso expresado en el sector agrícola. Sobre este punto se da una de las inflexiones importantes con respecto a la tradición interpretativa cepalina sobre “la función de la agricultura de subsistencia para la acumulación interna de capital. Aquí, la Cepal, Prebisch y Furtado se habían obstinado con la tesis del sector atrasado como obstáculo al desarrollo”. Sintetizando la tesis defendida por Francisco de Oliveira, se puede decir que la no superación de la problemática agraria4 “permitió” la mantención de la fuerza de trabajo a niveles reducidísimos, circunstancia que permitió una acumulación de capital y un incremento industrial con mayor intensidad y viabilidad: “Sostuve, entonces, que la agricultura atrasada financiaba la agricultura moderna y la industrialización”. Es más, de acuerdo con el autor, la predominancia de mecanismos de atraso en nuestro sistema agrícola proveyó para los centros urbanos industrializados un “enorme contingente de mano de obra” y una amplia “expansión del ejército industrial de reserva”. Dice: “las culturas de subsistencia tanto ayudaban a bajar el costo de reproducción de la fuerza de trabajo en las ciudades, lo que facilitaba la acumulación de capital industrial, como producían un excedente no reinvertible en sí mismo, que se escabullía para financiar la acumulación urbana”. Aquí, una vez más, se evidencia la represión sistemática sobre los salarios como pilar de la expansión capitalista brasileña5 .

Por último, la sistemática y ostensiva rebaja del costo de la fuerza de trabajo es completada por una relación urbana caótica y antidemocrática para las clases trabajadoras (ya que la cuestión habitacional es uno de los elementos constitutivos de las demandas democráticas), para reducir el costo de reproducción de la fuerza de trabajo, a través de la creación de construcciones precarias vía cuadrillas voluntarias (y hoy, de centros habitacionales en las periferias), invariablemente realizados por los propios propietarios, “imposibilitando” la exigencia de mejores salarios y condiciones de vida más dignas para los trabajadores. Durante el proceso de expansión capitalista basado en la intensa explotación de la fuerza de trabajo, en las palabras de Francisco de Oliveira “un no-insignificante porcentaje de las residencias de las clases trabajadoras fue construida por los propios propietarios, utilizando días de descanso, fines de semana y formas de cooperación como las cuadrillas voluntarias”, y “así, una operación que es, en la apariencia, una sobrevivencia de prácticas de ‘economía natural’ dentro de las ciudades, se enlaza admirablemente bien con un proceso de expansión capitalista, que tiene una de sus bases y su dinamismo en la intensa explotación de la fuerza de trabajo”6.

Conclusiones e inconsistencias

Expuestos entonces de esta manera los elementos que funcionarían como bases del capitalismo nacional, Francisco de Oliveira sistematiza los términos de su polémica y explicita la conclusión económica (y luego política) de su análisis: “Tuve que entrar en fuerte discordancia con las teorías del atraso en la agricultura como factor impeditivo, con la ‘hinchazón’ de las ciudades como marginalidad, con la de la incompatibilidad de la legislación del salario mínimo con la acumulación de capital, lo que no quiere decir que las considerase fundamentos sólidos para la expansión capitalista; al contrario, su debilidad residía y reside aún en la mala distribución de la renta que la estructura, lo que constituirá un serio impedimento para la futura acumulación”7. O sea, la ruptura con las visiones dualistas (típicas del sentido común) y el avance en ver el conjunto de elementos como partes de un mismo proceso integrado (una totalidad dialéctica), son echados por tierra cuando Oliveira eleva a “momento preponderante” de su dialéctica la cuestión de la distribución de la renta. Después de todo, ¿el énfasis en la mala distribución de renta como factor que impide (potencialmente) la continuidad de la expansión capitalista, no sería una tentativa de convencer a la burguesía de que es mejor para ella misma redistribuir un poco para no perder mucho?

Para nosotros, esta es una expresión del impasse en que cae Oliveira al no abandonar la ilusión depositada en una política burguesa, capaz de aplacar las injusticias engendradas por el capitalismo en Brasil. Así, el horizonte reformista, que lejos de estar inscripto en los elementos analizados en su objetividad, es impuesto desde afuera como elemento ajeno, termina en este movimiento no sólo limitando las conclusiones, sino deformando la propia realidad descripta: de esta manera, la mala distribución de la renta aparece como el gran pecado de esta sociedad explotadora, del mismo modo que la posibilidad de transformación social se restringe a la intervención posible en este único elemento de la realidad.

En el último capítulo de la CRD, Oliveira analiza cómo con el Plan de Metas del gobierno de Kubitschek y la economía post ‘64, respectivamente, el proceso de expansión capitalista se intensifica y se profundizan sus contradicciones. El Plan de Metas de Juscelino (“cincuenta años en cinco”) determinado por la aceleración de la industrialización, tiene que recurrir a financiamientos externos volviendo nuestra economía más dependiente; en la dictadura militar el nivel de contradicciones aumenta, en la medida en que la dependencia externa crece con las necesidades de incremento de la economía. La diferencia entre los dos momentos, de acuerdo con Francisco de Oliveira, es que a partir de 1964, con la monopolización de la economía y la intensificación de los préstamos externos, surgen con mayor peso en el sistema económico brasileño los sectores financieros ligados al mercado de capitales, dando inicio a la “precoz hegemonía del capital financiero”; aún más, recordando que la característica determinante de la política económica y de la “política” propiamente dicha en la dictadura fue la contención represiva del salario y la opresión política sobre los trabajadores. O sea, la dictadura fue el instrumento utilizado por la burguesía para llevar al extremo ese proyecto que viene de la propia constitución del capitalismo nacional8.

Después de describir ampliamente las contradicciones derivadas de este proceso, Francisco de Oliveira termina afirmando: “La superación de estas contradicciones no es un proceso que puede ocurrir espontáneamente, ni los desheredados del sistema pueden siquiera pensar que una reconversión de la economía brasileña a un padrón menos desigual es una operación de pura política. En el estadío actual, ninguna de las dos partes puede pedir que cedan parte de sus propias expectativas: ni a la burguesía se le puede pedir que ceda la perspectiva de la acumulación, que es propia de ella, ni a las clases trabajadoras se le puede pedir que incorporen la perspectiva de la acumulación que le es extraña”9 . Sin embargo, ¿qué significa desde el punto de vista práctico y de clase pedir que la burguesía ceda parte de la acumulación?, o ¿es entonces desear y pedir que la clase trabajadora se incorpore a la acumulación? Esta es una forma extremadamente confusa de plantear la cuestión. Si de lo que se trata es de “pedir a la burguesía” en el sentido de alimentar ilusiones de que ésta, de buena voluntad, puede ser sujeto de alguna transformación estructural del cuadro existente, de hecho no se puede pedir nada, ya que significaría pedir al señor que deje de ser señor. Por el contrario, de lo que se trata es de arrebatar el poder político y, con el conjunto de los medios de producción arrancados a ésta, obligarla a “ceder la perspectiva de la acumulación”. En verdad, Francisco de Oliveira plantea estas preguntas para intentar ilustrar el grado de polarización de las tendencias nacionales, en un momento en que la dictadura aún estaba en el auge aunque ya se incubaban sus contradicciones (basta señalar que el párrafo citado, y con éste el libro, termina afirmando que tal polarización conduce a la disyuntiva de “apartheid o revolución social”). Sin embargo, si en términos históricos sería correcto plantear así la cuestión, Francisco de Oliveira subestima justamente la capacidad de auto-reforma del régimen, que fue la perspectiva que se dio. Peor aún, se niega a ver que la continuidad de la opresión de clase puede (como de hecho pudo) agravarse sin necesariamente volverse más explícita (como llevaría a creer la metáfora del apartheid) precisamente debido a los efectos cosméticos de la política de la reacción democrática (como fue el caso de la transición pactada hacia la democracia).

Además de esto, la manera como Oliveira plantea el problema, que evidentemente ya explicita un campo particularmente estrecho de soluciones posibles, ignora completamente una de las principales conquistas de la teoría marxista en el siglo pasado, la de la teoría y del método de la revolución permanente, elaborados por Trotsky a partir del inicio del siglo XX. A. Brossat resume así dicho aporte: “Trotsky mostró cómo, al contrario, la revolución proletaria era posible en Rusia, a partir de situarse desde el punto de vista de la totalidad del sistema burgués mundial. Así ponía por encima cómo –en la época en que la revolución burguesa ya realizó globalmente sus fines históricos, y el sistema burgués tal y como está estructurado políticamente a escala internacional constituye una traba al crecimiento de las fuerzas productivas– se instaura una relativa autonomía del campo político a escala del planeta, que invalida para siempre la manera marxista vulgar de razonar mecánicamente sobre el curso de la revolución en términos de totalidades aisladas, en el marco de los Estados nacionales, por la simple aplicación de un modelo histórico universal supuestamente infalible”10.

Al contrario de esta perspectiva, el esquema teórico desarrollado por Francisco de Oliveira en la CRD es gravemente insuficiente en la medida en que no capta la dialéctica entre la estructura objetiva y la disposición subjetiva, o sea, el papel que el proletariado puede tener como sujeto independiente.

La defensa de la economía mundial como totalidad interdependiente, concepción explícita para Trotsky, es en Francisco de Oliveira apenas abstracta, y entra en una gran contradicción con el eclecticismo de su obra, que reivindica un desarrollo desigual y combinado, pero persiguiendo un desarrollo nacional capitalista autónomo.

Al no hacer este salto metodológico (por las razones arriba señaladas) Francisco de Oliveira no vislumbra ningún camino para el proletariado brasileño, ya que la cuestión fundamental sería propugnar una salida política de independencia de clase, a través de la cual los trabajadores pudieran avanzar en constituirse como sujeto histórico, adquiriendo y ampliando su influencia política sobre las demás clases subalternas, y poniendo como perspectiva concreta un gobierno de los trabajadores. El “economicismo” de Oliveira es apenas la contrapartida de su ausencia de confianza en esta capacidad subjetiva del proletariado para dar una respuesta revolucionaria a la situación descripta. En el esquema de Francisco de Oliveira, los trabajadores existen apenas como clase en sí.

De conjunto, podríamos decir que el principal problema de la CRD es que éste se sirve de una especie de teoría del desarrollo desigual y combinado truncada, restricta al ámbito económico, sin ventaja del atraso, sin negación de la negación, ni transformación de la cantidad en calidad; en síntesis, una visión que aprisiona la gran contribución dialéctica de Trotsky a un marco formal y, cuando no estático, por lo menos restringido a una armonización compulsiva entre los opuestos.

Las contradicciones de clase surgen solamente como descripción de la miseria del trabajador, pero nunca como lucha de clases efectiva. No existe en su análisis la tensión dialéctica entre la condición objetiva y la disposición subjetiva de la clase trabajadora. Por ello es que, por ejemplo, el mismo avance del movimiento de masas antes del ‘64, en cuya respuesta vino el golpe, ni es nombrado en el análisis. La interpenetración de los contrarios pierde todo carácter explosivo, y triunfa una especie de “equilibrio” imposible, que si tiene algún efecto es el de opacar toda visión de futuro: de ahí el necesario estrechamiento de perspectiva entre los dos textos, aunque ambos sean deudores de una misma matriz, la cual buscamos esbozar aquí. Su concepción no contempla salto o ruptura. Las contradicciones de la combinación de desigualdades no son vistas tal como son, es decir, como contradicciones, sino apenas como articulaciones de desigualdades por así decir “perfectas”. El resultado es un todo “armonioso”, más allá de aprobarse o no sus resultados efectivos.

La transición de los años ‘80 y ‘90

Durante las décadas de los ‘80 y ‘90, que componen el período de transición entre la CRD y El Ornitorrinco, y al mismo tiempo que configuran los años de compromiso del sociólogo con el proyecto petista, hubo una transformación en las concepciones y en las tesis defendidas por él.

Como se sabe, el PT fue creado a partir de las huelgas obreras ocurridas en uno de los principales polos industriales del país, y que representan un momento histórico de la lucha de clases en Brasil. La evolución de las huelgas demostró por un lado la potencialidad revolucionaria de la clase trabajadora brasileña y ejemplificó lo que el movimiento obrero es capaz de realizar cuando se organiza de forma independiente. Trágicamente, por otro lado, no sólo las huelgas del ABC no alcanzaron el vértice de su capacidad política (la unificación con otros sectores del movimiento de masas, la formación extendida de organismos de democracia directa), sino que también engendraron contradictoriamente al PT, un partido incapaz de expresar la independencia de clase de los trabajadores.

Francisco de Oliveira animó por varios años el proyecto de conciliación de clases del petismo, y fue uno de los más vigorosos en la defensa del programa “democrático-ciudadano” del PT. Fue un intelectual de mucha intervención, tanto en el medio académico como en el político, defendiendo la idea de llegar al socialismo por la ampliación de los espacios de la democracia burguesa. Con eso, contrariaba incluso su análisis teórico anterior, donde había reunido evidencias suficientes para demostrar que la burguesía brasileña, atada al imperialismo, no dejaría “nichos” en el interior de su democracia de clase para ser “ocupado” por los intereses de los trabajadores.

En este sentido, la propia trayectoria del PT mostró que no bastaba la defensa “ingenua” de la profundización de la democracia, visto que el subproducto de la retórica de la “defensa de la democracia” fue la conciliación de clases practicada por el partido desde su origen, así como las traiciones a las luchas reales de los trabajadores, como por ejemplo, la huelga de los petroleros de 1995, en la cual el PT negociaba con la burguesía el fin de la huelga mientras Fernando Henrique Cardoso ordenaba la represión de los obreros huelguistas, los que al mismo tiempo de defender sus salarios estaban combatiendo los planes de privatización del petróleo brasileño.

Pues bien, Francisco de Oliveira fue en todos los momentos un defensor infatigable del PT, y siempre confió en que este partido, por medio de reformas democráticas, realizaría su sueño socialdemócrata, adornado con el nombre de “derechos del antivalor”. Cuando decimos que El Ornitorrinco es un retroceso frente a la CRD, es necesario que quede claro que tal regresión tuvo su marco inicial en el advenimiento del PT.

Es lo que se expresa en textos como El surgimiento del antivalor y La economía política de la socialdemocracia, escritos en ese mismo período de transición. Esto porque en el plano teórico, Francisco de Oliveira no presenta elementos disonantes de su militancia política. El punto neurálgico de esta elaboración de Oliveira es el concepto de antivalor –a través del cual el autor busca demostrar que la evolución de la economía mundial llevaría a que la teoría del valor se estaría desvaneciendo, en la medida en que la composición del salario indirecto (previsión social, seguro de desempleo, beneficios sociales) estaría poniendo el núcleo de composición del salario directo en cuestión, así como las inversiones estatales en la producción determinarían una nueva forma de incremento, de tal manera que la composición orgánica del capital-valor no estaría determinada por las relaciones sociales de producción y su conexión interna. La principal consecuencia política sería entonces la necesidad de la ampliación de la democracia y de la esfera pública vislumbrando el logro del proyecto del antivalor.

Finalmente, el pensamiento de Francisco de Oliveira de que el Partido de los Trabajadores tendría una correlación de fuerzas favorable para realizar el proyecto del antivalor se fue completamente al fondo del pozo después de la elección de 2002. El sociólogo tanto no “visualizó” las traiciones contenidas en la historia del partido, como no analizó teóricamente (como todo nacional-reformista) la situación del sistema político-económico internacional. De esta manera, su Ornitorrinco surge como refugio para los que no ven la necesidad de la explicación teórica- revolucionaria del país y del propio PT.

II - El retroceso presente en El Ornitorrinco

Sería difícil establecer una comparación entre el ensayo El Ornitorrinco y la CRD del ‘72. No se trata apenas de que El Ornitorrinco presente una forma “menos científica”, más ensayística, sino de que, vistos ambos desde un punto de vista teórico, salta a la vista el desnivel en materia de rigor científico y metodológico. Mientras tanto, más allá de la forma despojada, El Ornitorrinco expresa problemas directamente ligados a la derrota de un proyecto político, y la activación de los límites de una incursión explicativa determinada. Si en la CRD, como vimos, la falta de una salida proletaria llevaba a las inconsistencias señaladas, en El Ornitorrinco el problema se agrava sensiblemente.

De todas las cuestiones abordadas en el libro, marcado en gran medida por un cierto intento de reconciliación tardía con la CEPAL11, nos gustaría destacar dos aspectos que nos parecen centrales: uno, la tesis de que Brasil ya tuvo su oportunidad de conquistar una ubicación superior en la división internacional del trabajo, y que sin embargo habría perdido esta oportunidad. Esto está vinculado a su interpretación del significado de los cambios tecnológicos ocurridos en las últimas décadas. El segundo aspecto sobre el cual nos detendremos es su tesis sobre el surgimiento de una “nueva clase” en torno a la administración de los fondos de pensión.

Desde el punto de vista teórico, llamemos antes la atención sobre el eclecticismo presente en El Ornitorrinco: el ensayo se constituye como una amalgama de sociología posmoderna, revalorización del pensamiento de la CEPAL, elementos de marxismo y defensa del Estado de Bienestar, y así continúa. Este eclecticismo es el motivo principal de la debilidad teórica del texto. Tanto es así que la relectura que se hace de la CRD enfatiza justamente estos aspectos; en El Ornitorrinco, la CRD aparece manifiestamente ecléctica: “como ‘crítica’, ella pertenece al campo marxista, y, como especificidad, al campo cepalino”. En este mismo sentido, prosigue en forma de disculpas: “Aunque arrebatos del tiempo (!) le hayan inscripto invectivas contra los cepalinos, yo ya cumplí mi penitencia por estos equívocos, la forma tosca de ayudar a introducir nuevos elementos en la construcción de la especificidad de la forma brasileña del subdesarrollo”12. No se trata aquí de una cuestión menor, ya que si la fuerza de la CRD era plantearse como un paso más o menos decidido rumbo a una ruptura con una interpretación cepalina, y su debilidad estaba precisamente en el hecho de que no pudiera llevar la perspectiva crítico-revolucionaria hasta las últimas consecuencias, hoy el sociólogo se apoya manifiestamente en el elemento atrasado contra lo más avanzado de su teorización. Al relativizar su crítica a la CEPAL y, peor aún, atribuirla a “arrebatos” de juventud, Francisco de Oliveira da un paso enorme… para atrás.

Burguesía nacional e imperialismo

Comenzando entonces por la visión que presenta Francisco de Oliveira sobre las diferencias entre lo que llama segunda y tercera revolución industrial, él dice: “El subdesarrollo parecería ser una evolución al revés: las clases dominantes, insertas en una división del trabajo que oponía productores de materias primas y productores de bienes de capital, optaban por una forma de división del trabajo interna que preservase la dominación: ‘conciencia’ y no casualidad. Quedaba abierta la puerta de la transformación (!)”. O sea, el período del “subdesarrollo” sería marcado en primer plano por las posibilidades que mantenía abiertas, y en ese sentido se expresa realmente una cierta “añoranza del subdesarrollo”. Lo que contrasta fuertemente con la visión del presente mostrada a continuación: “Hoy, el ornitorrinco perdió la capacidad de elección, de ‘selección’, y por eso es una evolución truncada: como sugiere la literatura de la economía de la tecnología, el progreso técnico es acumulativo […] Siendo acumulativo, depende fundamentalmente de la acumulación científico-tecnológica anterior. Mientras el progreso técnico de la Segunda Revolución Industrial permitía saltar hacia delante, operando por rupturas sin previa acumulación técnico-científica, por tratarse de conocimiento difuso y universal [?!], el nuevo conocimiento técnico-científico está trabado en las patentes, y no está disponible en las estanterías del supermercado de las innovaciones… Esta combinación de descartabilidad, efemeridad y progreso incremental corta el paso a las economías y sociedades que permanecen en el rastro del conocimiento técnico-científico”. Sí, sin embargo no se trata tanto de la naturaleza del conocimiento respectivo a cada etapa de desarrollo técnico, sino de las condiciones de la economía mundial que permitieron la industrialización y las condiciones actuales de crisis estructural capitalista, que no dan margen a que el país participe orgánicamente del desarrollo tecnológico. O sea, la cuestión real es la división internacional del trabajo, y la de la curva de desarrollo capitalista13.

Lo que tenemos que preguntarnos es qué condiciones permitieron a Brasil, en el intervalo entre la crisis mundial capitalista de los años ‘30 y las primeras décadas de la posguerra, pasar de un país eminentemente agrícola a un país, con un desarrollo industrial significativo, aunque atrasado. El papel de la política externa de Vargas de jugar con las brechas interimperialistas, alineándose primero con el Eje, en particular con Italia, y más tarde con los Estados Unidos, fue clave para el inicio de ese proceso, así como lo fue el provecho de las condiciones del llamado “boom” económico de la post Segunda Guerra. Si partimos de esa explicación, vemos que no se trata tanto de una cuestión “técnica” como la de las patentes, y sí de que hoy, en las condiciones de crisis estructural capitalista, el declive de la hegemonía norteamericana y la ausencia de un bloque competidor capaz de alzarse al puesto de nuevo líder hegemónico, no existen brechas significativas para el desarrollo capitalista en la periferia (aunque sí haya para la recuperación del movimiento obrero). Aún más, los años de ofensiva imperialista “neoliberal” significaron un enorme avance en la dominación directa de las economías de la periferia por los países imperialistas centrales, a través de los mecanismos de la penetración directa de las transnacionales, en muchos casos vía privatización de empresas estatales ligadas a ramas estratégicas de la economía, así como por la camisa de fuerza de la deuda externa, que durante esos años saltó a niveles inéditos y trajo un compromiso directo de las políticas económicas “nacionales” a los intereses del capital financiero internacional. Esta es una base material indiscutible para la transformación de muchos socialdemócratas de ayer en neoliberales de hoy, como ilustra la retórica de la política externa de Lula que no consigue ir más allá de esto, es decir, retórica vacía ligada a un compromiso sin igual con el imperialismo. En este marco es que el hecho de poner las patentes como elemento central no es una mera casualidad, y sí una simplificación unilateral de la realidad, que impide ver el conjunto de estas relaciones existentes, expresando una concepción que podríamos llamar “determinista tecnológica”. De esta manera, la opresión imperialista es reducida a la cuestión, importante pero absolutamente parcial, de la posibilidad o no de acceso a la tecnología14.

Decimos esto porque, desnudado de su “insoportable unilateralidad”, el análisis señala correctamente los mecanismos que impiden que los países llamados “emergentes” como Brasil terminen de emerger, por la necesidad de inversión intensiva de capital que solo puede ser alcanzada reforzando la dependencia y subordinación externa: “Los países o sistemas capitalistas subnacionales periféricos sólo pueden copiar lo descartable, pero no copiar la matriz de la unidad técnico-científica […] la acumulación que se realiza en términos de copia de lo descartable también entra en obsolescencia acelerada, y nada queda de ella […] Esto exige un esfuerzo de inversión siempre más allá del límite de las fuerzas internas de acumulación, lo que reitera los mecanismos de dependencia financiera externa […] En términos bastante utilizados por los cepalinos, la relación producto-capital se deteriora: para obtener cada vez menos producto, se hace necesario cada vez más capital”15.

Justamente debido a estos límites, la cuestión del desarrollo tecnológico en la periferia capitalista no puede ser vista desde un punto de vista evolutivo o lineal. Por el contrario, señalada la debilidad de la burguesía nacional para luchar contra el imperialismo, y establecido el papel del liderazgo del proletariado en este combate, es necesario reconocer que toda revolución proletaria en el terreno nacional en un país de la periferia, apuesta al desarrollo revolucionario en los países centrales, y en que el proletariado de éstos venga en su “auxilio” trayendo lo más avanzado de la técnica. Por eso, además de apoyar los pasos dados por las naciones oprimidas y, cualquier Estado obrero, en el sentido de alcanzar desarrollos técnicos y científicos independientes, así como cualquier éxito económico episódico, sabemos que no hay posibilidad de superación por vía evolutiva de los recursos que dispone el imperialismo, como mostraron no sólo la reconversión de los desarrollistas de ayer en neoliberales de hoy, sino también la crisis de la misma Unión Soviética y de los sueños de los burócratas de superar el capitalismo por vía económica, sin necesidad de alentar la revolución proletaria internacional. Por eso la estrategia proletaria internacionalista es no solo la vía más económica, sino de hecho la única realista.

En un texto escrito poco más de un año después de la toma del poder por los bolcheviques, Trotsky afirmaba: “la dictadura de la clase obrera rusa podrá fortalecerse y llevar a cabo una genuina construcción socialista en toda la línea, solo a partir del momento en que la clase obrera europea nos libre del yugo económico y, especialmente, del militar, de la burguesía europea, cuando ya derrumbada ésta, venga en nuestra ayuda con su organización y su tecnología. Al mismo tiempo, el principal papel revolucionario será transfeido a la clase obrera con mayor poder económico y organizativo”16.

Así, la contribución del proletariado de los países avanzados no se limita a la tarea democrática importantísima de librar al país atrasado del yugo económico colocado por la pesada carga de las deudas con relación a los países centrales. Hay, en efecto, un segundo aspecto, una contribución “tecnológica” cuando con su técnica avanzada ayuda a superar más rápidamente el atraso, evitando así el surgimiento de la burocracia o de la restauración pura y simple. No fue por internacionalismo abstracto que los bolcheviques lucharon tanto por la revolución socialista en Alemania.

Por otro lado, la incapacidad de romper de manera irreconciliable con toda variante desde el punto de vista burgués veda la posibilidad de una tal perspectiva internacionalista proletaria, y lleva a que se vea la relación con el imperialismo como relación con un “adversario-aliado”, pero no claramente como enemigo: como fuente de conocimiento y avance por un lado, y por otro como obstáculo para la adquisición de ese conocimiento. Esta concepción camina de lado a lado con su esfuerzo por encontrar una solución a las contradicciones del capitalismo brasileño dentro de ese mismo capitalismo. 

Perspectivas teóricas y herramientas políticas

Francisco de Oliveira se mueve desde el punto de vista teórico en el espacio abierto a partir de la formulación general del Imperialismo de Lenin, con la referencia de análisis concreta de una formación social contenida en El Desarrollo del Capitalismo en Rusia y, huyendo del esquematismo stalinista y de las diversas variantes evolucionistas y duales burguesas, busca concretizar el análisis económico marxista de Brasil. Hasta ahí, va bien17. El problema es llenar esa laguna con Furtados18 y Prebisches19. Para Celso Furtado, las herramientas de transformación son el Banco Nacional para el Desarrollo Económico (BNDE), el Grupo de Trabajo para el Desarrollo del Nordeste (GTDN), la Superintendencia para el Desarrollo del Nordeste (SUDENE), el Ministerio de Planificación, etc.20. Es decir, son las armas del aparato estatal capitalista, las agencias para la elaboración y ejecución de las políticas nacional-desarrollistas. Porque, como afirma Francisco de Oliveira: “la proposición de Furtado y de la CEPAL se convierten en la más poderosa ideología industrialista y, al contrario del destino de muchas ideologías, influencia y determina políticas concretas, agendas de acción de varios gobiernos latinoamericanos”21. El problema es que Oliveira no logra resistir al dudoso poder de seducción de esa misma “poderosa ideología”. Por eso afirma: “La singularidad del subdesarrollo podría ser resuelta no en forma evolucionista a partir de sus propias contradicciones, a condición de que la voluntad de las clases supiese aprovechar la ‘riqueza de la inequidad’ [ventaja del atraso desfigurada] de periferia”. La “voluntad de las clases”, como indica el prefacio de Roberto Schwarz al ensayo22, es la fórmula en que se depositan las esperanzas del autor. Nótese que hay una división de tareas casi perfecta entre los distintos sujetos al interior de esa fórmula: a los campesinos les cabría luchar por la reforma agraria; a los trabajadores, organizarse para conquistar la disminución de la superexplotación; a los capitalistas, el papel hegemónico, no solo de conceder a unos y otros, sino de encabezar propiamente el “proyecto nacional”, en particular por medio de la adquisición de los “medios técnicos modernos”. En las palabras del autor: “La inserción en la división internacional del trabajo capitalista, reiterada a cada ciclo de modernización, propiciaría los medios técnicos modernos, capaces de hacer ‘quemar etapas’, como demostraron los períodos de Vargas y Kubitschek. El crecimiento de la organización de los trabajadores podría llevar a la liquidación de la alta explotación propiciada por el costo rebajado de la fuerza de trabajo. La reforma agraria podría liquidar tanto a la fuente proveedora del ‘ejército de reserva’ de las ciudades como el poder patrimonialista. Pero faltó el otro lado, es decir, que el proyecto emancipador fuese compartido por la burguesía nacional [!!!], lo que no se dio. Al contrario, ella volvió la espalda a la alianza con las clases subordinadas, ella misma ya bastante debilitada por la invasión de su reducto de poder de clase por la creciente internacionalización de la propiedad industrial, sobretodo en las ramas nuevísimas”23. Solamente quedaría decir que esa ilusión sostenida en la burguesía brasileña, se completó durante los años del PT en algo que podríamos llamar una “doble ilusión” de Francisco de Oliveira: de un lado, en la capacidad dirigente de la burguesía, del otro, en el proyecto socialdemócrata. El PT sería el agente de esa convergencia, y verdadero “demiurgo” (para usar una expresión simpática para el autor) de la nación brasileña. No es para extrañar que, dado ese papel para el partido que carga su nombre, a los trabajadores no les fuera reservado en este esquema un papel mayor del que hacer la presión necesaria para que la amalgama se produjera.

Pero no podemos dejar de criticar duramente tales posiciones. Como marxistas revolucionarios, nuestra lucha es para construir las herramientas propias de la clase trabajadora, adecuadas a cada momento histórico, para justamente contraponer tanto a los aparatos creados por la burguesía como también a los que intentan erguirse como conciliadores de los antagonismos de clase, como el PT. ¿De dónde puede partir un marxista para intentar materializar sus ideas de transformación social? Entre la admiración por el trabajo desarrollado por Furtado al frente de esas instituciones, y su propio trabajo en el Centro de Estudios de los Derechos de la Ciudadanía –CENEDIC (e indirectamente en el PT)–, Francisco de Oliveira pasa lejos de buscar un instrumento efectivo para la “irrupción de los trabajadores en las decisiones sobre sus destinos”. Porque, como intentamos demostrar, no existe para él la posibilidad de que los trabajadores realicen una acción histórica independiente24.

Avance tecnológico y estructura de clases

Para Francisco de Oliveira, los avances técnicos y científicos de los últimos años llevaron a una reconfiguración completa de la sociedad brasileña. Sobre la situación actual y las perspectivas de Brasil, es así que se expresa Oliveira: “¿Cómo es el ornitorrinco? Altamente urbanizado, poca fuerza de trabajo y población en el campo, por tanto ningún residuo precapitalista; al contrario, un fuerte agrobusiness”. Sin embargo, llevan do así el desarrollo del agrobusiness como tendencia hasta el final, no puede explicar ni siquiera el MST (que es organizado) ni mucho menos el conjunto de la situación en el campo, donde existen regiones, en particular en el Nordeste y en el Norte, donde el atraso está tan lejos del agrobusiness como de la lucha organizada por la tierra. Aquí no hay, en el análisis de Francisco de Oliveira, desarrollo desigual y combinado. Continuando con su argumentación antes citada, sigue el autor: “Un sector industrial de la Segunda Revolución Industrial completo, avanzando, tortuosamente, por la Tercera Revolución, la molecular-digital o informática”. O sea, exageraciones para ambos lados, porque aunque posea un desarrollo industrial significativo, sería difícil defender que Brasil presente un sector “de la Segunda Revolución Industrial” completo; por otro lado, se exagera el impacto negativo de la “Tercera”: “Dominada por la Tercera Revolución Industrial, o molecular-digital, en combinación con el movimiento de la mundialización del capital, la productividad del trabajo da un salto mortal en dirección a la plenitud del trabajo abstracto”25. El análisis de la “Tercera Revolución Industrial” es una muestra del típico pensamiento académico que piensa los fenómenos en una sola dirección, unilateral y homogénea, y no desigual y combinada; Francisco de Oliveira abandona ahí su intento de contemplar esa ley dialéctica. Peor aún, con el énfasis en la supuesta “plenitud” del trabajo abstracto, llena ese vacío con los más trillados clichés del posmodernismo. Dado que no nos detendremos aquí sobre esa cuestión, basta con señalar que las tesis sobre la hegemonía del trabajo inmaterial (o la “plenitud del trabajo abstracto”) de una manera general contribuye a ocultar las reconfiguraciones reales de la situación de la clase trabajadora, en beneficio de visiones que tienden a dar al proceso de valorización del capital una independencia con respecto al trabajo asalariado que es totalmente ficticia.

¿Cómo no denunciar como unilateral un análisis que pretende que el mercado informal y el sector de servicios se habrían “tragado” la industria y el trabajo asalariado, cuando en Brasil sobre una población económicamente activa de cerca de 80 millones, hay nada menos que 40 millones de asalariados? El análisis de Oliveira tiende a vincularse con los teóricos del Estado de Bienestar, en tanto ve solo los derechos y beneficios del trabajador y la legislación laboral que lo sostiene como manera de mensuración del nivel de configuración y fuerza política de la clase trabajadora. Esto lleva a Francisco de Oliveira a no ver el sector informal como parte de la clase, y negar la posibilidad de una unidad entre asalariados, informales y desocupados.

¿No es evidente, por ejemplo, que el crecimiento del sector terciario no puede apoyarse en las nubes, y que por eso es mayor precisamente allí donde históricamente hubo mayor desarrollo industrial? Por otro lado, ese mismo crecimiento, lejos de negar la potencia de la clase trabajadora, muestra una ampliación de la esfera de las actividades humanas penetradas por la relación de asalarización. Sin embargo esa es la realidad brasileña que Francisco de Oliveira no ve. Habiéndose industrializado en las condiciones descriptas en la CRD, Brasil, como mínimo, puede regocijarse de haber atravesado los sombríos años ‘90 sin alcanzar la fosa de la desindustrialización. Hubo privatizaciones, precarización del trabajo, quiebras de todo tipo y años de estancamiento capitalista, lo que agravó enormemente las condiciones de opresión económica sobre la clase obrera y el conjunto de los explotados, sin embargo la misma está lejos, muy lejos de haber sido diezmada, de haber perdido su potencia social.

El papel de la “nueva clase” en el nuevo intento de explicación

Esta tesis sigue a la anterior: si todo horizonte de transformación social es visto en completa dependencia de la iniciativa burguesa, la potencia subjetiva de las clase trabajadora es reducida a nada, y así las distinciones vitales entre clase y dirección, y el proceso trágico a través del cual unas camarillas pequeñoburguesas pudieron apoyarse en la máquina partidaria para elevarse por sobre la clase obrera, sin casi resistencia de la izquierda, es reducido a un mero automatismo económico, en el que los cambios estructurales, vistos desde la óptica de las unilateralidades descriptas, se condensan repentinamente en una “nueva clase”, cuya descripción más que explicar, oscurece el verdadero papel del PT como una dirección traidora de los intereses de la clase obrera.

Conviene empezar aquí por la visión de Francisco de Oliveira sobre los objetivos de la organización de los trabajadores: “La organización de los trabajadores podría operar la transformación de la estructura desigual de la distribución de la renta, tal como ocurrió en los subsistemas nacionales europeos del Estado de Bienestar [...] La eclosión de los grandes movimientos sindicales en los años ‘70, del que resultó, en gran medida, el Partido de los Trabajadores, parecía indicar un camino ‘europeo’”. Este abordaje de Francisco de Oliveira es típico de los teóricos de la socialdemocracia derrotados con el avance del neoliberalismo, pues creían en la posibilidad (utópica reaccionaria) de una economía planificada en los moldes keynesianos para mejorar el capitalismo decadente, viabilizando esto a través de la disputa en el interior de la democracia burguesa.

Para Oliveira, el PT aparecía como gran vehículo para que la clase alcanzara estos (increíblemente modestos) objetivos. El problema surgiría después, cuando: “Este movimiento se detuvo en los años ‘80 y entró en franca regresión a partir de allí. Las fuerzas del trabajo ya no tienen ‘fuerza’ social, erosionada por la reestructuración productiva y por el trabajo abstracto-virtual y ‘fuerza’ política, puesto que difícilmente tales cambios en la base técnico-material dejarían de repercutir en la formación de la clase”. Sería interesante notar a lo largo de El Ornitorrinco, principalmente en la parte final del ensayo, en que Francisco de Oliveira insiste sistemáticamente en señalar la impotencia que ve en los sectores de los trabajadores para trabar una lucha decidida contra el capital financiero; esta es una visión que cede terreno a la derecha conservadora que argumenta teniendo como parámetro la llamada “Tercera Revolución Industrial técnico-científica”, que viene llevando a fragmentaciones en la unidad del trabajo. Este abordaje está presente en la argumentación de uno de los principales teóricos de la posmodernidad, Lyotard (y tantos otros) y sus críticas al marxismo y al sujeto revolucionario de la transformación social, el proletariado.

La operación ideológica, que intenta demostrar que los fundamentos estructurales de la estrategia marxista cambiaron, está completamente presente en El Ornitorrinco. De ahí nuestra tesis de que entre 1972 y 2003 hubo una fuerte regresión teórica del autor. De hecho, Francisco de Oliveira, como diversos otros autores que fueron parte de la moda académica de los años ‘80 y ‘90, se apoya en las derrotas políticas de la clase obrera para “naturalizar las condiciones emergentes de la ofensiva capitalista”, con el detalle, para el caso de Brasil, de cerrar los ojos al papel de las direcciones petistas en estas derrotas: “La representación de la clase pierde su base y el poder político a partir de ella se debilita”. No hay como negar que tal concepción, al disminuir la autonomía relativa de la esfera política, niega el papel conciente de esas direcciones.
Explicando más su tesis, Oliveira prosigue: “La estructura de clases también fue truncada o modificada: las capas más altas del antiguo proletariado se convirtieron [en] administradores de fondos de previsión social […] son parte de consejos de administración, como el del BNDES, a título de representantes de los trabajadores […] Es esto lo que explica recientes convergencias pragmáticas entre el PT y el PSDB, la aparente paradoja de que el gobierno Lula realiza el programa de Fernando Henrique Cardoso, radicalizándolo: no se trata de equivocación, ni de programa prestado, sino de una verdadera nueva clase social, que se estructura sobre, de un lado, técnicos y economistas doublés [dobles, N. de T.]de banqueros, núcleo duro del PSDB, y trabajadores transformados en operadores de fondo de previsión social, núcleo duro del PT”26. Para que no se diga que exageramos la importancia dada a la discusión, el propio autor hace el paralelo directo con uno de los defensores de la teoría que veía una nueva clase en la burocracia de la URSS, como es el caso de Milovan Djilas27.

Francisco de Oliveira comete aquí el mismo error de todos los “descubridores de ‘nuevas clases’”, el cual consiste en dejar de señalar a qué clase real sirven de instrumentos las capas de “administradores”, que en momentos específicos, cumplen un papel transitorio de importancia. Este tipo de razonamiento se asemeja a aquel defendido por James Burnham (un ex-dirigente del SWP norteamericano en los años ‘30, que luego rompió con el trotskismo en 1938 y posteriormente con el marxismo) sobre la “revolución de los managers”, queriendo ver una nueva clase dominante donde no la había, confundiendo aquellos que administran los negocios del capital con los propios capitalistas, a quien la “teoría” de la “nueva clase” deja en un cómodo segundo plano. Aquí también no sería necesaria la ciencia, si no fuese para develar, bajo aquello que es ruidoso y efímero, lo que hay de silencioso y superestructural. Trotsky, que discutió con Burnham acerca de la naturaleza de clase del estado soviético, dejaba claro que el papel, tanto de los administradores profesionales como de las burocracias dóciles (que son su perfecto correlato), es el de instrumento del capital: “El imperialismo capitalista puede tolerar (hasta cierto punto) una burocracia reformista, siempre que esta funcione como un accionista, pequeño, pero activo, de sus empresas imperialistas, y de sus planos y programas tanto dentro del país como a escala mundial”28.

Negándose a ver esta realidad, Oliveira prosigue en su análisis que, más allá de la intencionalidad o no de propósitos, ayuda a justificar el papel de la dirección del PT: “La nueva clase tiene unidad de objetivos, se formó en el consenso ideológico sobre la nueva función del Estado, trabaja en el interior de los controles de fondos estatales y semiestatales y está en el lugar que hace el puente con el sistema financiero. Aquí no se trata de condena moral, sino de encontrar las razones para lo que, para muchos, parece ser una convergencia de contrarios desproporcionada y que atenta contra los principios del Partido de los Trabajadores”29. Seguramente no se trata de condena moral, pero tampoco se puede caer en un intento de justificación moral de aquello que es injustificable, aún más cuando debería tratarse de una lucha política encarnizada. Sobre eso, Trotsky por ejemplo afirmaba: “El papel de los sindicatos en nuestro tiempo es, pues, o el de servir como instrumento secundario del capitalismo imperialista para subordinar y disciplinar a los obreros y para impedir la revolución, o, por el contrario, se transforman en las herramientas del movimiento revolucionario del proletariado”30.

La cuestión de fondo es que Francisco de Oliveira confunde a la clase con sus direcciones políticas y sindicales. Sin embargo, si hacer eso fuera cometer un grave error metodológico, con grandes consecuencias políticas, durante todo el intervalo entre los años ‘80 y el 2002, ya bordea el absurdo en la actual situación en que existe una separasión de la dirección del PT y la burocracia sindical con el conjunto de la clase y sus intereses, tanto inmediatos como históricos.

Refiriéndose al ejemplo de la burocracia sindical mexicana, en tiempo de las expropiaciones del general Cárdenas de las petroleras inglesas, decía Trotsky: “La administración de los ferrocarriles, campos petroleros, etc., por medio de organizaciones obreras, no tiene nada que ver con el control obrero sobre la industria, pues, la esencia de la cuestión en esta administración es que se realiza por medio de la burocracia sindical que es independiente de los obreros, pero que al contrario, depende completamente del Estado burgués. Esta medida por parte de la clase dominante persigue el objetivo de disciplinar a la clase obrera”31. O sea, no es novedad el uso de la burguesía de los instrumentos de representación de clase de los trabajadores contra sí mismos.

Por el contrario, el hecho de que los mismos instrumentos de los trabajadores sean usados por la burguesía para atacarlos, sólo refuerza la necesidad de que la lucha de estos se vuelva más implacable. Como prosigue el revolucionario ruso: “En tales condiciones, la tarea de la vanguardia revolucionaria consiste en emprender la lucha por la completa independencia de los sindicatos y por la creación de un verdadero control obrero sobre la actual burocracia sindical, que fue transformada en administradora de los ferrocarriles, de las empresas petroleras y otras […] En realidad, la independencia de clase de los sindicatos respecto de sus relaciones con el Estado burgués solamente puede garantizarla, en las condiciones actuales, una dirección revolucionaria”32.

No es en vano que, al no hacer esa diferenciación entre el conjunto de la clase y las partes minoritarias que se despegan de ella para cumplir el papel de agente enemigo, Francisco de Oliveira avansa hacia formulaciones que imputan de alguna manera a la clase en su conjunto la responsabilidad por las derrotas y traiciones, llegando así a defender la tesis de que existiría un proceso en curso de “descomposición de la clase trabajadora”. Esa conclusión escandalosa es obtenida partiendo de una amalgama entre innovaciones tecnológicas, precarización del trabajo y traición política (ahora abierta) del PT y de la burocracia cutista, y de ese aglomerado informe intentando sacar la conclusión de que la clase se estaría “descomponiendo”, cuando se trata precisamente de lo contrario.

Al fin de cuentas, lo que podría ser un valioso aporte en el sentido de identificar las raíces “sociológicas” para la consolidación de la oposición de intereses entre las camarillas sindicales y la base de los trabajadores, con el efecto político de contribuir para la organización de los trabajadores para el combate que tal oposición proyecta se termina distorsionado dentro del esquema armado, como si de repente el interés mayor del trabajador común fuese la valorización financiera de tal ocual fondo de pensión de su empresa, cuando en realidad esa es una cuestión residual, que no compone el campo de intereses, ni inmediatos ni futuros, de los sectores más amplios de la clase, y es, por el contrario, un objeto principal de atención e interés sólo para un sector ultra reducido de burócratas sindicales. Eso es lo que Oliveira no reconoce cuando afirma: “trabajadores que ascienden a esas funciones están tan preocupados con la rentabilidad de tales fondos, que al mismo tiempo financian la reestructuración productiva que produce desempleo”. Pues justamente se trata aquí de denunciar que en ese caso ya no se trata más de “trabajadores”, sino de agentes del capital en el interior de la clase trabajadora.

Conclusión
¿Qué perspectiva para la nación semicolonial brasileña?

A lo largo de este artículo, buscamos llamar la atención sobre una serie de inconsistencias teóricas en la obra de Oliveira. Ahora cabe preguntar: ¿a qué futura perspectiva éstas nos llevan? ¿No hay en la propia expresión elegida para nombrar el ensayo –“ornitorrinco”, animal evocado por su carácter esdrújulo, extravagante, atípico, etc.– una especie de ironía amargada?33 La desilusión que subyace aquí proviene de que, en el fondo, Francisco de Oliveira siempre colocó el grueso de sus esperanzas en su apuesta en la burguesía, y casi se igualaría a Hélio Jaguaribe en este aspecto, si no fuese porque hoy, sin que su fe en la victoria de los trabajadores haya aumentado en nada, se volvió igualmente pesimista sobre el papel que puede desempeñar la burguesía brasileña. Es con este tono que el ensayo finaliza: “El ornitorrinco es eso: no hay posibilidad de permanecer como subdesarrollado y aprovechar las brechas que la Segunda Revolución Industrial propiciara; no hay posibilidad de avanzar en el sentido de la acumulación digital-molecular. […] El ornitorrinco está condenado a someter todo a la voracidad de la financierización, una especia de ‘agujero negro’: ahora será la previsión social, pero eso lo privará exactamente de redistribuir la renta y crear un nuevo mercado que sentaría las bases para la acumulación digital-molecular. El ornitorrinco capitalista es una acumulación trunca y una sociedad desigualitaria sin remisión. Vivan Marx y Darwin: la periferia capitalista finalmente los unió”.

Ese es el callejón sin salida de un pensamiento adepto de la iniciativa burguesa, que a pesar de sus aproximaciones con el marxismo, no puede ligarse a la perspectiva concreta de la clase obrera, y así no llega y ni puede llegar a desarrollar como perspectiva un plano independiente de reorganización social, y menos una estrategia independiente capaz de llevar a ese objetivo, ligando medios y fines.

Es por eso que para este pensamiento no hay nada en la época actual más allá de un horizonte de resignación amarga, de lástima por la conversión definitiva en “ornitorrinco” social, cuando de lo que se trata es justamente de lo contrario. Es decir, de que en el medio de esa miseria escrupulosamente construida y reconstruida a lo largo de décadas por la burguesía nacional, pudo conformarse, con mil y una desigualdades y fragmentaciones internas, un proletariado poderoso, distribuido en una producción económica diversificada y relativamente desarrollada, concentrado en grandes centros urbanos, y con un significativo sector obrero industrial en varias ramas como los metalúrgicos, petroleros, químicos, etc., y que actúan en grandes parques industriales en San Pablo, Río de Janeiro, Minas Gerais, Bahía o el Río Grande del Sur. Esa es una realidad que ni la voracidad de la ofensiva neoliberal logró cambiar esencialmente, y que hace de la clase obrera de Brasil una potencia que se impone objetivamente. La gran cuestión es entonces para los marxista cómo hacer que esa potencialidad se desarrolle concretamente desde un punto de vista subjetivo, es decir con respecto a su capacidad para organizarse a sí misma como sujeto independiente. Sobre todo si notamos que hoy vivimos, tanto en el plano inmediato como principalmente desde una perspectiva más histórica, momentos de inicio de recuperación obrera y popular.

Porque nos separamos completamente de Francisco de Oliveira en esa cuestión, y porque está viva nuestra confianza en el potencial transformador de los trabajadores organizados en cuanto clase, nosotros que luchamos por la construcción de un partido revolucionario, defendemos hoy, como táctica para impulsar el proceso de enfrentamiento de amplios sectores de la clase trabajadora con la dirección del PT y avanzar en su independencia política, la construcción de un Partido Obrero Independiente, basado en los sindicatos y controlado a través de éstos por la base de los trabajadores por medio de sus organismos de democracia directa, y opuesto a la alternativa reformista del PSOL defendida por Francisco de Oliveira. Si el PSOL aparece hoy como un partido para acoger a los petistas desilusionados que, como Oliveira, se rehúsan a ver un papel histórico independiente para la clase trabajadora, la perspectiva de un partido obrero independiente que se ligue a la estrategia de reorganizar el conjunto de la clase, de ofrecer una alternativa de masas a la desilusión con el PT, y proporcionar a los trabajadores la conducción democrática de su herramienta política, al contrario de lo que fue la desgraciada historia del PT. Esta es la única perspectiva coherente con el peso social del proletariado brasileño y su potencialidad para liderar la alianza revolucionaria con la pequeña burguesía pobre de las ciudades y con los campesinos, de forma de sacar a las clases populares de Brasil de su postración.

Por eso combatimos las tesis de El Ornitorrinco, las cuales en el momento actual ejercen un papel reaccionario al mostrar como estructuralmente impotente a la única fuerza social capaz, si avanza en su independencia política, de hegemonizar el conjunto de las clases explotadas. Decimos abiertamente que la única alternativa realista es el poder obrero, opuesto por el vértice a las utopías de Furtado o Jaguaribe, que intentan aconsejar a la burguesía brasileña a gastar menos e invertir en desarrollo social. No hay salida por fuera de la revolución social dirigida por la clase obrera.

Inversamente, una perspectiva tal permite que se abra todo un nuevo horizonte de posibilidades para el futuro. Contrariamente a todo tipo de visión escéptica, cerramos este artículo retomando la inmensa fuerza de las ideas de Trotsky (como las del argentino Liborio Justo34) que apuntaban claramente el camino capaz de libertar a los pueblos latinoamericanos. Decía Trotsky: “Sudamérica y Centroamérica solo podrán romper con el atraso y la esclavitud uniendo a todos sus Estados en una poderosa federación. Pero no será la atrasada burguesía sudamericana, esa sucursal del imperialismo extranjero, la llamada a resolver esta tarea, y sí el joven proletariado sudamericano, que dirigirá a las masas oprimidas. La consigna que presidirá la lucha contra la violencia y las intrigas del imperialismo mundial y contra la sangrienta explotación de las camarillas compradoras nativas será, por lo tanto: Por los Estados Unidos Soviéticos de América del Sur y Central”35.

Esta perspectiva, que exige del proletariado brasileño que asuma una posición de vanguardia en el continente, se aleja al mismo tiempo de toda concepción tercermundista, al poner el énfasis en el hecho de que una federación así obtenida a partir de triunfos revolucionarios en países claves de la región, sería solo una trinchera para seguir combatiendo por la extensión mundial de la revolución socialista. Tal es nuestra bandera: ninguna esperanza en la reaccionaria burguesía brasileña, toda la confianza en la potencialidad revolucionaria de nuestro proletariado y en su papel histórico.

Notas

1 Sérgio Buarque de Hollanda, Raízes do Brasil, S˜ão Paulo, Ed. Companhia das Letras, 1995.

2 Oliveira, F. De, Crítica ˜à Raz˜ão Dualista. O Ornitorrinco, S˜ão Paulo, Ed. Boitempo, 2003, pág. 37.

3 Ídem, pág. 39.

4 Se observa, desde el punto de vista del sistema económico internacional, la disposición de la estructura social brasileña a mantener enfáticamente sus relaciones agrícolas. La sistemática exportación de productos agrícolas hasta hoy comprueba la afirmación. Aún hoy en la composición de la balanza comercial brasileña las commodities cumplen una función estratégica. Para una discusión sobre como Brasil penetra en la división internacional del comercio a partir de la agricultura. Florestan Fernandes “Sociedade escravista no Brasil”, en Cole˜ç˜ão Grandes Cientistas Sociais , S˜ão Paulo, Ed. ˜ática,1983, págs. 227, 233 y 235. Advertimos que abordamos el problema desde el ángulo genético estructural, pues a lo largo del tiempo hubo alteraciones y oscilaciones importantes, que entretanto no comprometen la estructura global del sistema.

5 En el prefacio de la primera edición de El Capital, Marx afirma sobre el desarrollo del capitalismo inglés en comparación con otras regiones de Europa: “Dejemos, sin embargo, esto de lado. Donde la producción capitalista se implantó entre nosotros, por ejemplo, en las fábricas propiamente dichas, las condiciones son mucho peores que en Inglaterra, pues falta el contrapeso de las leyes fabriles. En todas las otras esferas, nos tortura –así como a todo el resto del continente de Europa occidental- no sólo el desarrollo de la producción capitalista, sino que también la carencia de su desarrollo. Más allá de las miserias modernas, nos oprime toda una serie de miserias heredadas, decurrentes del hecho de que continúan vegetando modos de producción arcaicos y ultrapasados, con su séquito de relaciones sociales y políticas anacrónicas. Somos atormentados no sólo por los vivos, como también por los muertos. Le mors saisit le vif”.

6 Oliveira, F. De, op. cit., pág. 59.

7 Ídem, pág.130.

8 No en vano ese proceso llevaría al ascenso obrero de fines de los años ‘70 e inicio de los ‘80, que se orientó inicialmente como cuestionamiento a la política salarial, la super explotación y las pésimas condiciones de trabajo.

9 Oliveira, F. de, op. cit., págs. 118 y 119.

10 Brossat, A., El pensamiento político del joven Trotsky: en los orígenes de la revolución permanente, México, Siglo XXI Editores, 1974, pág. 11, La traducción es nuestra.

11 Reivindicando para la elaboración de la CEPAL un estatuto de contribución científico universal, Francisco de Oliveira abre su ensayo con la siguiente afirmación emblemática: “La teoría del subdesarrollo, única elaboración original alternativa a la teoría del crecimiento de origen clásico, de Adam Smith y David Ricardo, no es, decididamente, una teoría evolucionista”. Para Oliveira, como desarrolla en “De Darwin a Raúl Prebish y Celso Furtado”, la interpretación ofrecida por la teoría del subdesarrollo sería el único emprendimiento serio en el sentido de escapar del etapismo stalinista y del evolucionismo, “que en el fondo son la misma cosa”, pág. 128.

12 Oliveira, F. de, op. cit., pág. 128.

13 Trotsky, Naturaleza y dinámica del capitalismo y la economía de transición, Bs. As., CEIP , 2000.

14 Existen por lo menos cinco áreas en que se basa el dominio mundial por las potencias imperialistas: el monopolio sobre las nuevas tecnologías; sobre el control de los flujos financieros; sobre el acceso a los recursos naturales del planeta; sobre los medios de comunicación y sobre los grandes armamentos. Una consecuencia elemental de no señalar este conjunto de elementos es el hecho de que Oliveira no desarrolla ningún comentario sobre la necesidad de luchar contra el pago de la deuda externa.

15 Oliveira, F. de, op. cit., pág. 139.

16 León Trostky “En camino: consideraciones acerca del avance de la revolución proletaria (1919)” en Teoría de la Revolución Permanente (Comp.), Bs. As., CEIP, 2000.

17 En un artículo publicado por primera vez en el 2000, y reunido en su libro sobre Celso Furtado, A Navega˜ç˜ão Venturosa, Francisco de Oliveira expone su posición sobre Lenin, Trotsky y Stalin con respecto a la teoría marxista del desarrollo capitalista: “La hegemonía de la III Internacional produjo la conocida ‘teoría de las etapas’, sostenida por Stalin, con lo que la capacidad interpretativa del marxismo se fue por la rejilla. Trotsky, más insistentemente, y Lenin, de forma menos acentuada, pusieron el acento en el desarrollo desigual y combinado del capitalismo como sistema, pero la elaboración marxista posterior olvidó esa originalidad y estuvo siempre subordinada, en la teoría y en la práctica del movimiento comunista internacional, al etapismo de Stalin”, (S˜ão Paulo, Ed Boitempo, 2003, pág. 110).

18 En la introducción escrita en 1983 para el volumen sobre Celso Furtado de la Cole˜ç˜ão Grandes Cientistas Sociais, escribe Oliveira: “En el vacío de la producción marxista, que desde Lenin, con El Desarrollo del Capitalismo en Rusia –un estudio riguroso de la formación de una economía subdesarrollada–, frenó y se quedó repitiendo viejas arengas, Furtado emerge en los años 1950, a partir de los estudios de la CEPAL, inaugurando lo que vino a ser llamado ‘método histórico-estructural’”. Reunido en A Navega˜ç˜ão Venturosa, op.cit., pág. 11-12.

19 Nos referimos a Raúl Prebisch, creador de la CEPAL y, según Oliveira, “mentor de aquel brillante equipo del que Furtado fue uno de los más eminentes miembros”. Ídem nota anterior, pág. 11.

20 Sobre el papel de Furtado, op. cit., por ejemplo págs. 47, 63 y 64.

21 Ídem, pág. 14.

22 En el prefacio a la Crítica ˜à Raz˜ão Dualista O Ornitorrinco, Schwarz aclara: “Francisco de Oliveira no es bolchevique, y su idea de enfrentamiento entre las clases está menos ligada al asalto obrero al poder que a la auto-ilustración de la sociedad nacional, la cual a través de ella supera los prejuicios y toma conocimiento de su autonomía y posibilidades reales, pudiendo entonces disponer de sí”. No es de extrañar entonces que en la misma página (20) Schwarz enumere como “mejores aliados” del sociólogo a Celso Furtado, José Serra y Fernando Henrique Cardoso.

23 Oliveira, F. de, Crítica ˜à Raz˜ão Dualista O Ornitorrinco, op.cit., págs. 131/2.

24 Este papel independiente del proletariado es sustituido por la idea de integración nacional. En la palabras de Roberto Schwarz en el referido prefacio: “En lugar del antagonismo asesino entre Civilización y Barbarie, que ve a los pobres como basura, entraba la idea generosa de que el futuro dependía de una milagrosa integración nacional, en la que la conciencia social-histórica venciese al inmediatismo. Una idea que en su momento dio calidad trascendente a los escritos de Celso Furtado, a las visiones de la miseria del Cinema Novo, bien a la Teoría de la Dependencia [de Fernando Henrique Cardoso]”, pág. 19. Cabe resaltar el carácter irresolutivo de la reflexión de Oliveira, pues del análisis de que la miseria es parte de la totalidad orgánica del desarrollo capitalista (y no es un mero resquicio del pasado precapitalista), discurre por la vía de la ética y de la ayuda a los pobres.

25 Oliveira, F. de, op.cit., págs. 135 y 137.

26 Oliveira, F., op. cit., pág. 147.

27 Idem, pág. 147, nota al pie.

28 Trotsky, León, “Los sindicatos en la época de la decadencia imperialista” en Escritos sobre Sindicato, S˜ão Paulo, Ed. Kairós, 1978, pág. 105-6. Aquí y en las demás referencias al texto, modificamos ligeramente la traducción en comparación con diversas ediciones en español.

29 Oliveira, F. de, op. cit., pág. 148.

30 Trotsky, L., op. cit., pág 104.

31 Ídem, pág. 108.

32 Idem, págs. 108/9.

33 Según la tesis defendida por nosotros, el tono de decepción dejaría traslucir, de forma no muy velada, la frustración de ilusiones cultivadas durante largo tiempo acerca de un “Brasil-potencia”. Las siguientes palabras de Roberto Schwarz nos parecen proveer indicaciones en ese sentido, a pesar de su esfuerzo para ocultar la cuestión: “A pesar de todo es posible que, en versión sublimada, su recorte permanezca tributario del aspecto competitivo de los esfuerzos desarrollistas. Por otro lado ¿cómo no sería así? En un sistema mundial de reproducción de las desigualdades, cómo no disputar una posición mejor, más próxima de los vencedores y menos trunca? [!] ¿Cómo escapar a la posición perjudicada sin tomar asiento entre los que perjudican?” [!!?]. Prefacio a Crítica ˜à Raz˜ão Dualista. O Ornitorrinco, op.cit., pág 20.

34 En el texto Argentina y Brasil en la integración continental, Liborio Justo afirmaba: “No se olvidan los que creen que la liberación y la integración de América Latina depende, sobretodo, de la conjunción y del entendimiento argentino-brasileño […] porque los dos países están destinados, mediante la alianza de su proletariado, a ser la vanguardia en la lucha por el socialismo en el continente” (Bs. As., CEAL, 1983).

35 Citado en el artículo “El futuro de América Latina” en Escritos Latinoamericanos, Bs. As., CEIP, 2000.

 

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