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678: la negación de una (incómoda) realidad

La editorial Paidós acaba de publicar “678: la creación de otra realidad”, un diálogo entre María Julia Oliván (conductora del programa durante el primer año) y Pablo Alabarces (docente e investigador en comunicación), que se completa con una entrevista a Diego Gvirtz, productor del programa, y otra a Pablo Sirvén, periodista de La Nación.

Demian Paredes

21 de octubre 2010

678: la negación de una (incómoda) realidad

La editorial Paidós acaba de publicar “678: la creación de otra realidad”, un diálogo entre María Julia Oliván (conductora del programa durante el primer año) y Pablo Alabarces (docente e investigador en comunicación), que se completa con una entrevista a Diego Gvirtz, productor del programa, y otra a Pablo Sirvén, periodista de La Nación.

Que 678 es un fenómeno que captó una audiencia amplia (y movilizada) es innegable. Y si bien esa podría ser una razón para la aparición del libro, su publicación tal vez apunte a otro motivo, a una especie de “mea culpa… exculpatoria”.

Dos realidades, la de la “corpo” y la “K”

En el libro los autores dicen que el surgimiento de 678 fue por una necesidad gubernamental en 2009, ante el adelantamiento de las elecciones, que continuó con el tema de la Ley de Medios. Según ellos, desde entonces “se posicionó rápida y eficazmente como un programa oficialista, que reproducía las posiciones gubernamentales y las defendía con un ardor no exento de humor, así como con duras críticas a los adversarios”, logrando “su lugar de portavoz privilegiado de las medidas de la gestión Fernández de Kirchner, una posición innovadora en la tradición del periodismo político televisivo”.

Esa “innovación” refiere a la función política del programa, que concentra diversos formatos (archivo, humor, crítica al periodismo, entrevistas) con el casi único objetivo de “contradecir” a los medios opositores al kirchnerismo.

Oliván y Alabarces admiten que en 678 no hay crítica, sino una amplificación de los discursos de Cristina sobre sus éxitos económicos. Y que tampoco hay investigación, lo que les impide ser “otra ventana a la realidad”.

La estrategia de 678 más bien es dividir el campo político-mediático en un “ellos”, representado por la oposición y sus medios afines, y un “nosotros” (indefinido) que intenta unificar a la audiencia contra la oposición derechista. Dice Alabarces que “en algún momento dicen ‘somos oficialistas’, pero nunca se definen en términos ideológicos concretos, no dicen: ‘Somos kirchneristas’ o ‘Somos peronistas’ o ‘Somos de izquierda’”. Así buscan un apoyo amplio al kirchnerismo, en una suerte de “transversalidad mediática”.

Lo que no entra en el “relato” seisieteochesco

Para la periodista y el académico 678 tiene una doble agenda: la pública, que cruza el relato de los grandes medios (opositores), y la “oculta”, la de los temas que no se tratan. Dice Alabarces que se “invisibilizan ciertas cosas que están dentro de la agenda y que, como voceros oficiales, no están dispuestos a debatir (…) Por ejemplo el crimen de Rubén Carballo, el pibe que murió, antes de entrar al recital de Viejas Locas, asesinado por la Policía Federal con la excusa de que se cayó de la autopista (...) no dijeron nada. La estrategia de Aníbal Fernández fue ‘Déjenlo pasar, no digamos nada porque se olvidan’”. Haciéndole caso, podemos sumar el “sindicalismo de base”, la gran lucha de Kraft del año pasado, la desaparición de Julio López y la lucha universitaria (donde le dieron espacio a los secundarios contra Macri pero ocultaron a los universitarios contra los decanos K, llevando al estudio a Trinchero de Filosofía y Letras y despotricando contra a la juventud luchadora).

Público privado

El libro parece crítico de 678. Pero en realidad acaba por absolverlo. De señalar algunos puntos negativos del programa se pasa a omitir que el “conductor oculto”, Diego Gvirtz, usa el canal estatal como fuente de negocios privados para su productora (que emite a su vez Duro de domar y TVR en Canal 9 -también ultras k-). Y, en una especie de cínico reconocimiento de que Canal 7 adolece de toda democracia, Alabarces llega a proponer que, al menos a la medianoche, haya algún programa para “la voz trotskista” o de otros partidos de izquierda.

En el libro se reconocen contradicciones y se amaga una crítica mordaz a 678. Pero al final el programa termina absuelto de toda culpa. Para los autores, incluso, su aparición en la pantalla es un hecho “saludable”.

El peronismo había instituido que “la única verdad es la realidad”. Por eso vale decir que 678, al ocultar y mentir sobre la realidad que existe a su izquierda y sobre el doble discurso del gobierno nacional, es un programa que falsea la verdad para vender “otra realidad”.

Basta ver el programa del miércoles 20, cuando frente a los acontecimientos desatados con el asesinato del compañero Mariano Ferreyra, 678 desplegó un verdadero “operativo despegue” intentando negar cualquier vínculo de Pedraza (dirigente de la Unión Ferroviaria) con Hugo Moyano y con el propio gobierno. Una operación desesperada y necesaria para salvar el “buen nombre” de la burocracia cegetista y del propio kirchnerismo. Queda para la imaginación saber qué hubieran dicho al respecto Oliván y Alabarces.

El libro ya está en la calle. Mientras, 678 profundiza cada noche su desfachatado arrastre con la política oficial y sus aliados.

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