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24 M: El golpe patronal y la tradición de la izquierda

En la madrugada del 24 de marzo de 1976, las FFAA -con sus tanques rodeando la Plaza- ingresaron en la Casa Rosada y tomaron el poder inaugurando el golpe de Estado militar conocido como Proceso de Reorganización Nacional.

Claudia Ferri

12 de marzo 2015

24 M: El golpe patronal y la tradición de la izquierda

En la madrugada del 24 de marzo de 1976, las FFAA -con sus tanques rodeando la Plaza- ingresaron en la Casa Rosada y tomaron el poder inaugurando el golpe de Estado militar conocido como Proceso de Reorganización Nacional. Las tapas de los diarios anunciaron la noticia festivamente y promocionaron las nuevas medidas del gobierno: disolución del Congreso y de los cargos políticos y declararon el Estado de Sitio. Pero ¿cuál fue el verdadero objetivo del golpe?

Los hechos hablan por sí solos. Durante las primeras horas del golpe, el ejército ocupó y militarizó cientos de fábricas a lo largo del país. Ese mismo día se intervinieron más de quince sindicatos y se anuló el derecho a huelga, prohibiendo cualquier tipo de actividad sindical o política. Mientras que los empresarios dieron vía libre a la represión, la burocracia sindical –fiel a su estilo- se encargó de marcar y seleccionar a los blancos, con la colaboración de las agencias de inteligencia militar y civil nucleados en la Comunidad Informativa. Miles de activistas y dirigentes obreros fueron perseguidos, integrando la lista de los 30.000 compañeros detenidos desaparecidos. Si bien la izquierda trotskista padeció las amenazas, torturas, detenciones y desapariciones de más de cien militantes, fue el peronismo de izquierda quien sufrió el mayor número de bajas.

El golpe patronal tenía el objetivo de terminar con el período de ascenso obrero abierto con el Cordobazo en mayo de 1969. Años después, durante la etapa de desvío impulsada por el gobierno peronista de 1973 a 1976, las organizaciones obreras realizaron una experiencia política de autoorganización que llevó a un triunfo histórico en las calles con la Huelga General del 7 y 8 de julio del ’75, enfrentándose abiertamente al peronismo por primera vez. No sólo se conformaron las Coordinadoras fabriles (embriones de doble poder) que tuvieron peso, sobre todo, en regiones fabriles como la zona norte del GBA, sino que también lograron frenar el plan económico de ataque a la clase obrera de Celestino Rodríguez –forzado a renunciar- y echaron del gobierno al organizador de la Triple A, el “brujo” López Rega.

El miedo de los capitalistas a perder el control en las fábricas y de ver perjudicadas sus ganancias los llevaron a utilizar la AAA y, más tarde, pedir a gritos la intervención militar y terminar con la indisciplina obrera a punta de pistola. A la cabeza estuvieron las patronales de General Motors, Ledesma, Siderca, Astarsa, Ford, Mercedes Benz, Acindar (que incluso les brindó a su presidente como el nuevo ministro de economía: Martínez de Hoz), entre muchas otras más.

Este plan estuvo orquestado por el conjunto del régimen capitalista argentino e impulsado por el imperialismo yanqui, al igual que en el resto de Latinoamérica. No sólo son los militares y los empresarios quiénes deben estar en el banquillo sino también los curas, jueces y partidos patronales que no sólo apoyaron sino que intervinieron activamente en el golpe. Tanto el radicalismo como el peronismo brindaron cientos de funcionarios e intendentes que permitieron mantener el orden y el control militar en las provincias. Incluso el Comité Central del Partido Comunista apoyó el golpe mientras muchos de sus militantes eran perseguidos y desaparecidos.
Pero el 24 no sólo expresa esta alianza golpista sino que también abrió un período de resistencia clandestina con nuevos métodos de organización. Con las fábricas militarizadas, los trabajadores se reunían en los clubes de barrio u organizaban torneos de futbol donde encontraban un espacio para intercambiar y discutir fuera de los duros ámbitos de trabajo. Los sindicatos no intervenidos, por su parte, callaron.

El 24 de marzo y la izquierda

La política de DDHH que el gobierno kirchnerista reivindica, se derrumba frente a los propios acontecimientos: el genocida Milani acumula cada vez más poder, los servicios de espionaje continúan espiando a los trabajadores a través del Proyecto X, la alianza con el Papa argentino – años atrás denunciado por el kirchnerismo por la entrega de dos sacerdotes a la ESMA- y, aunque hablen de dictadura cívico-militar, los K mantienen la convivencia política con la cúpula empresarial, cómplice de la dictadura.

Son los organismos de derechos humanos independientes del gobierno y los partidos de izquierda los únicos que se mantienen firmes, levantando las banderas de juicio y castigo a los culpables y sumando, cada año, los reclamos más sentidos de los trabajadores, las mujeres y el pueblo como lo es la apertura de los archivos de aquella época. Por eso el 24 de marzo es parte de la tradición histórica y quiénes militamos en el PTS marchamos con el Encuentro de Memoria, Verdad y Justicia.

Prensa

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