logo PTS

A 90 años de la Revolución Rusa

JOHN REED

10 días que conmovieron al mundo

Yo pasaba mucho tiempo en el Smolny. No era fácil entrar en el edificio. Una doble fila de centinelas guardaba la verja exterior, y una vez franqueada ésta, veíase una larga cola de personas que esperaban su turno bajo las arcadas.

Comisión del IPS

8 de noviembre 2007

Yo pasaba mucho tiempo en el Smolny. No era fácil entrar en el edificio. Una doble fila de centinelas guardaba la verja exterior, y una vez franqueada ésta, veíase una larga cola de personas que esperaban su turno bajo las arcadas. Se entraba por grupos de a cuatro; después, cada uno tenía que identificarse y justificar sus ocupaciones; por último, se recibía un permiso de entrada, cuyo modelo cambiaba al cabo de unas horas, ya que continuamente conseguían filtrarse los espías.
Un día, al llegar a la puerta exterior, vi ante mí a Trotsky y su mujer. Un soldado les salió al encuentro. Trotsky se registró los bolsillos y no encontró su permiso.

 Soy Trotsky -dijo al soldado.

 Si no tiene permiso, no puede usted entrar -respondió obstinadamente el soldado-. A mí los nombres no me importan.

 Es que soy el presidente del Soviet de Petrogrado.

 Pues si es usted un personaje tan importante, debía llevar consigo algún documento.

Trotsky, pacientemente, le dijo entonces:

 Llévame con el comandante.

Titubeó el soldado, rezongando entre dientes que no se podía molestar a cada momento al comandante porque viniera éste o el otro, y al fin llamó al suboficial jefe del puesto. Trotsky le explicó lo ocurrido.

 Soy Trotsky -repitió.

 ¿Trotsky? -dijo el otro rascándose la cabeza-. Me parece haber oído ese nombre... Sí, efectivamente... Está bien: puede usted entrar, camarada.

El 30 de octubre fui a ver a Trotsky, que me había dado cita en una pequeña habitación del Smolny. Estaba sentado en medio de la pieza, en una silla corriente, delante de una mesa vacía. Sin necesidad de hacerle muchas preguntas, estuvo hablándome durante más de una hora, con palabra rápida y segura. He aquí, con sus propias expresiones, lo sustancial de cuanto me dijo:

“El Gobierno provisional es absolutamente impotente. En realidad, es la burguesía quien está en el poder, aunque esta realidad se disimule bajo una falsa coalición con los partidos defensores de la guerra hasta el fin. Los campesinos, cansados de esperar las tierras que se les han prometido, están rebelándose, y en todo el país, en todas las clases laboriosas, se manifiesta el mismo descontento. La dominación de la burguesía sólo puede mantenerse por medio de la guerra civil. El método de Kornilov es el único que podría asegurarles el poder. Pero precisamente lo que le falta a la burguesía es la fuerza... El ejército está con nosotros. Los conciliadores y los pacifistas, es decir, los socialrevolucionarios y los mencheviques, han perdido toda autoridad, porque la lucha entre campesinos y grandes terratenientes, entre obreros y patronos, entre soldados y oficiales, se ha hecho más aguda, más irreconciliable que nunca. Sólo mediante la acción concertada de las masas populares y la victoria de la dictadura proletaria podrá acabar su obra la revolución y salvarse el pueblo...
“Son los Soviets los que, del modo más perfecto, representan al pueblo, por su experiencia revolucionaria, sus ideas y sus fines. Apoyándose directamente en las tropas del frente, en los obreros de las fábricas y en el campo, los Soviets constituyen realmente la espina dorsal de la revolución.

“Se ha tratado de constituir el poder sin los Soviets: el resultado ha. sido la impotencia. En los pasillos del Consejo de la República se fomenta actualmente toda clase de proyectos contrarrevolucionarios. El partido Cadete (liberal constitucionalista) representa la contrarrevolución militante. Frente a él, los Soviets representan la causa del pueblo. Entre los dos campos no existe grupo alguno de importancia... Es la lucha final. La contrarrevolución burguesa organiza sus fuerzas y espera el momento de atacarnos. Nosotros terminaremos nuestra obra, apenas iniciada en marzo, pero que ha progresado durante la intentona de Kornilov.”

Luego, refiriéndose a la política exterior del nuevo gobierno:
“Nuestro primer acto será el armisticio inmediato en todos los frentes y una conferencia de los pueblos para discutir los términos de una paz democrática. La paz que logremos será tanto más democrática cuanto más despierto se muestre en Europa el espíritu revolucionario. Si establecemos aquí el gobierno de los Soviets, ello será un poderoso factor en favor de la paz inmediata en Europa, ya que este gobierno se dirigirá directamente, sin intermediarios, a todos los pueblos, por encima de los gobiernos, para proponerles un armisticio. En la concertación de la paz la Rusia revolucionaria sostendrá como principios rectores los siguientes: nada de anexiones, nada de indemnizaciones, derecho de los pueblos a disponer de sí mismos, creación de la República Federativa europea.

“Al salir de esta guerra, veo a Europa regenerada, no por los diplomáticos, sino por el proletariado. Lo que más conviene es la República Federativa europea, los Estados Unidos de Europa. La autonomía nacional ya no basta, la evolución económica exige la abolición de las fronteras nacionales. Si Europa sigue dividida en grupos nacionales, el imperialismo volverá a las andadas. Sólo una República Federativa europea dará la paz al mundo.”

Y, con su fina sonrisa, ligeramente irónica, terminó: -Pero si las masas europeas no entran en acción, no podrán alcanzarse desde ahora estos objetivos...

Mientras todo el mundo esperaba ver a los bolcheviques apoderarse por sorpresa de la calle y ponerse a disparar contra los ciudadanos de blancos cuellos postizos, la insurrección comenzó, en realidad, en pleno día y del modo más natural.

El Gobierno provisional pensaba enviar la guarnición de Petrogrado al frente.

La guarnición de Petrogrado contaba con 60 000 hombres, que habían desempeñado un papel de primer orden en la revolución. Eran estos hombres los que habían cambiado el curso de los acontecimientos durante las grandes jornadas de marzo, los que habían creado el Soviet de diputados soldados y rechazado a Kornilov a las puertas de Petrogrado.

Gran número de ellos se había hecho bolchevique. Cuando el Gobierno provisional habló de evacuar la ciudad, la guarnición de Petrogrado repuso: “Si no son capaces de defender la capital, concertar la paz, y si no pueden concertar la paz, márchense y dejen el sitio a un gobierno del pueblo que sabrá hacer lo uno y lo otro...”

Era evidente que cualquier intento de insurrección dependía de la actitud de la guarnición de Petrogrado. Por eso, el Gobierno provisional quería reemplazar los regimientos de la ciudad con tropas de confianza: cosacos y Batallones de la Muerte. Los comités del ejército, los socialistas “moderados” y el Tsík (Comité ejecutivo del Congreso general de los soviets de toda Rusia) compartían la opinión del gobierno. Se organizó, pues, en el frente y en Petrogrado, una vasta campaña en torno al hecho de que, desde hacía ocho meses, la guarnición de Petrogrado se daba buena vida en los cuarteles de la capital, en tanto los camaradas, agotados, morían de hambre en las trincheras

Había, naturalmente, una parte de verdad en la acusación de que los regimientos de la guarnición no estaban muy dispuestos a cambiar su relativa comodidad por los sufrimientos de una campaña de invierno. Pero también había otras razones, por las cuales no querían salir de la ciudad. El Soviet de Petrogrado desconfiaba de las intenciones del gobierno; del frente llegaban centenares de delegados, representando a los simples soldados, que declaraban: “Es indudable que necesitamos refuerzos, pero nos interesa mucho más saber que Petrogrado y la revolución están bien guardadas. Camaradas, sostengan ustedes la retaguardia, que nosotros sostendremos el frente.”

El 7 (25) de octubre, a puerta cerrada, el Comité Ejecutivo del Soviet de Petrogrado discutió la formación de un Comité militar especial que resolviera sobre la actitud que debía adoptarse. Al día siguiente, la sección de soldados del Soviet de Petrogrado eligió un comité, que inmediatamente declaró el boicot a. la prensa burguesa y censuró severamente al Tsík por oponerse a la reunión del Congreso de los Soviets de toda Rusia. El 16 (29) de octubre, durante una sesión pública del Soviet de Petrogrado, Trotsky propuso que el Soviet reconociera oficialmente al Comité Militar Revolucionario.

 Es preciso -dijo- que nosotros tengamos nuestra propia organización para ir al combate y, si es necesario, a la muerte...
Se -decidió enviar al frente dos delegaciones, una del Soviet y otra de la guarnición, para conferenciar con los comités de soldados y con el Estado Mayor general.

En Pskov, el general Tcheremissov, comandante del frente Norte, recibió a los delegados del Soviet, declarándoles secamente que había dado a la guarnición de Petrogrado orden de volver a las trincheras y que nada tenía que añadir. En cuanto a los delegados de la guarnición, no se les había autorizado a abandonar Petrogrado...

Una delegación de la sección de soldados del Soviet de Petrogrado pidió tener un representante en el Estado Mayor del distrito de Petrogrado. Se denegó la petición. El Soviet de Petrogrado pidió que no se diese orden alguna sin la aprobación de su sección militar. También se desechó esta exigencia. A los delegados se les respondió brutalmente: “Sólo reconocemos al Tsík. A vosotros, no. Y si violan la ley, los arrestaremos.”

El 17 (30), en un mitin de representantes de todos los regimientos de Petrogrado, se adoptó la siguiente resolución:
La guarnición de Petrogrado no reconoce ya al Gobierno provisional. Nuestro gobierno es el Soviet de Petrogrado. No obedeceremos más órdenes que las que emanen del Soviet de Petrogrado por conducto de su Comité Militar Revolucionario.

Prensa

Virginia Rom 113103-4422

Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

Temas relacionados: