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Casas Socialistas

VIII° Congreso del PTS (Segunda parte)

La propuesta de Movimiento Político de Trabajadores y la construcción de un partido revolucionario

29 de noviembre 2003





¿Cómo evalúo el Congreso la situación política nacional?
Manolo Romano: En primer lugar, distinguimos entre la actual relación de fuerzas, en la que se evidencia que se cerró la situación revolucionaria que abrieron las jornadas de diciembre del 2001, y la continuidad de lo que llamamos una crisis orgánica de la argentina capitalista. Desde la transición duhaldista, el PJ actúo como verdadero “partido de la contención”. Pudieron evitar la hiperinflación y con la estatización de las deudas de los grandes empresarios impidieron la quiebra industrial generalizada, evitando que las tomas de fábricas cerradas se extendieran más allá de empresas pequeñas y medianas. Con el Plan Jefas y Jefes evitaron que los desocupados volvieran a tener un carácter explosivo y fortalecieron la sujeción de las organizaciones piqueteras al Estado. Con la devolución parcial de los ahorros sacaron de las calles a las clases medias que fueron los grandes actores del momento. El triunfo burgués que significó la sucesión presidencial y las ilusiones despertadas con la asunción de Kirchner terminaron de imponer una pasivización del movimiento de masas que protagonizó el ascenso de los primeros meses del 2002, aunque ese ascenso tuvo el gran límite de origen de no contar con la clase obrera ocupada. Lograron una estabilización relativa y se abrió un período de relativa calma para el actual gobierno si se confirman los pronósticos de un crecimiento de la economía, aunque moderados.
¿Hasta que punto han cerrado la crisis?
MR: Es evidente que han cerrado los elementos de una situación revolucionaria, en las que prevalece la acción directa de masas y lo que Lenin llamó “acciones históricas independientes”. La situación ha pasado a un equilibrio inestable donde prima un compromiso de clases precario. Pero distinguimos esto de una crisis orgánica de la burguesía aún no resuelta.
En primer lugar por la estrecha base social y política de la “burguesía nacional”, más débil aún que en el pasado por los cambios operados en el capitalismo argentino donde de las 500 empresas más importantes el 83% son de capital extranjero. Aquí radica la incapacidad de esta burguesía de constituir un nuevo bloque de poder hegemonizando a sus distintas alas. Aunque en un nivel menor de disputas, porque la devaluación y la caída del salario ha sido un triunfo para todos ellos, puede verse la falta de unidad burguesa, por ejemplo, en los dos sectores de la UIA capitaneada por los monopolios de la alimentación, de capital extranjero, con la oposición del sector liderado por el grupo Techint, por otra parte también transnacionalizado. En última instancia la burguesía nacional por excelencia es la gran burguesía terrateniente, pero esta no puede, ni económicamente dirigir a toda la clase dominante detrás de un nuevo modelo agro-exportador, ni políticamente, por su carácter profundamente reaccionario y antipopular, conducir un proceso donde se trata de lidiar con las ilusiones de cambio que tienen las masas, que fueron sacadas de la actividad en las calles pero de ninguna manera sufrieron una derrota.
José Montes: De todos modos los cambios en la situación del movimiento de masas han sido grandes, prima la conciliación de clases, el esperar que las soluciones vengan desde arriba, desde el Estado. Además, si bien por un lado hay ilusiones reformistas, por otro hay un sector de las clases medias que está girando políticamente a la derecha y aunque no parece que avalarían una represión, hay un amplio espectro que, alentados por una campaña de los medios, se oponen fuertemente a las acciones de los piqueteros, un cambio sustancial si pensamos en que amplios sectores recibieron con alimentos la entrada a la Capital de las columnas de piqueteros, en los primeros meses del 2002. Algo parecido vimos también en la oposición de sectores de clase media al paro de los camioneros en la provincia de Buenos Aires, que justificaban el discurso de los intendentes de bajar el salario a los recolectores de residuos y barrenderos.
Pero también lo nuevo es que sectores del movimiento obrero empiezan a moverse, lentamente y todavía no es generalizado, pero el sentido de la flecha es contrario a los sectores de clase que fueron los grandes protagonistas de las jornadas del 2001 y los meses que siguieron. Esto lo discutimos en el Congreso. Son luchas de presión por el salario, digamos reformistas, sin ir al enfrentamiento con el gobierno y hasta alentadas, en alguna medida por algunos discursos oficiales contra los empresarios que se enriquecieron, a pelearle a las patronales un aumento salarial. Esto puede chocar con la cúpula sindical, y abrir procesos de reorganización y surgimiento de nuevos delegados. La aspiración de una recuperación salarial, a pesar del desempleo, empieza a tener algunas expresiones, y eso explica los intentos de la burocracia sindical, principalmente del sector de Hugo Moyano, de reacomodarse preventivamente para que no surja nada independiente en el futuro.
En este marco el Congreso ratificó el planteo de impulsar un Movimiento Político de los Trabajadores..
JM: Ante la asunción de un nuevo gobierno peronista se vuelve a replantear la cuestión histórica para la clase trabajadora argentina que es su ruptura con esta dirección burguesa y la conquista de su independencia política. Por eso desde la campaña electoral, intentamos sembrar esta idea estratégica. La no intervención obrera en las jornadas revolucionarias del 2001 y meses posteriores, explica que el PJ se sostenga, mientras que en los partidos que representan a las clases medias y asalariados estatales, desde la UCR a la centroizquierda y hasta la mayoría de la izquierda, es donde más cambios se han producido. Desde ya que no podemos hablar de un único partido peronista, sino más bien de una federación de caudillos provinciales, y tampoco se puede ver en este peronismo los mismos lazos orgánicos con la clase obrera que en el pasado. Hoy se apoyan en aparatos clientelares y tienen una burocracia sindical enormemente desprestigiada. Mientras Kirchner habla de renovación y alianzas transversales para congraciarse con los votantes de la centroizquierda, su gobierno depende del aparato clientelar del PJ. Aunque hoy todavía no hay tendencias en los trabajadores que se orienten hacia la independencia política, tarde o temprano chocarán con un régimen donde se perpetúan los viejos gobernadores, senadores y diputados, en su mayoría del PJ. Es desde este ángulo que nuestra propuesta de Movimiento Político de los Trabajadores intenta establecer un diálogo desde los elementos más combativos de la vanguardia y los movimientos de lucha que dio el 2001, con la base obrera y popular que reforzó sus ilusiones con el gobierno de Kirchner.
¿Cómo se articula esta consigna con la construcción de un partido marxista revolucionario?
MR: Uno es un puente, una transición, hacia el otro. Aunque no se puede trasladar el ejemplo mecánicamente, León Trotsky planteó la táctica de un partido de trabajadores en los años 30 en los Estados Unidos. Razonaba de la siguiente manera: mientras que en Europa la lucha del movimiento obrero había llevado a la construcción de grandes partidos obreros socialistas de masas cuyas alas izquierdas, luego de la Revolución Rusa, fundaron la III Internacional, en el caso del proletariado americano, encandilado primero por la extensión geográfica y la pujanza productiva del país, aunque había sido muy combativo sindicalmente, nunca creó una organización de masas de este tipo, y luego de la crisis del ’29, cuando se demostraron los límites de la potencia americana, había caído bajo la influencia de la política demagógica de Roosevelt y su “Nuevo Trato”. En ese marco, Trotsky planteaba que los valiosísimos mil o dos mil cuadros y militantes que conformaron el Socialist Workers Party, a comienzos del ’38, eran muy débiles para pretender reclutar bajo su propia bandera a los centenares de miles de obreros que se radicalizarían frente a la crisis. Se abría la posibilidad de que, haciendo la moción concreta de la formación de un partido obrero basado en los sindicatos, los trotskistas pudieran utilizar el impulso de los trabajadores a organizarse independientemente, expresado en la pujante central sindical CIO, para construir un partido revolucionario. Si de daba, podían surgir dos variantes para los marxistas: ser un ala revolucionaria en un eventual partido obrero centrista, lo que duraría un tiempo limitado hasta que miles hagan la experiencia, o directamente transformándose en la corriente predominante. Trotsky buscaba impedir que surgiera un PT de tipo reformista como el de Lula en Brasil. Era un puente para construir un partido revolucionario.
En Argentina no hay, por ahora aunque esto puede cambiar próximamente, condiciones para plantear directamente a los sindicatos la moción de un Partido de Trabajadores, tal como los trotskistas en EEUU en los "30. Los sindicatos están profundamente desprestigiados por ser la cúpula sindical una casta corrupta. La CTA no es considerada así, pero hoy desarrolla una campaña en contrario a la independencia de clase, bajo el nombre de un Movimiento Político y Social al que llaman a empresarios, al tiempo que Marta Maffei va como diputada del ARI. En el flanco izquierdo de esta política de la CTA, el PC con IU trata de sellar una alianza con el PS con el modelo del Frente Amplio uruguayo, al que Kirchner declaró apoyar contra Batlle para las próximas elecciones en Uruguay. Ante estos planteos, la autoproclamación, tipo el PO, no va a ninguna parte.
Muy posiblemente los sindicatos vuelvan a jugar un rol más destacado y empiecen a surgir direcciones antiburocráticas. Estas estarán influenciadas, de un lado por planteos como el de la CTA y del otro por la falsa idea que siempre surge al inicio de un movimiento obrero, el del sindicalismo independiente, que plantea la “neutralidad” de los sindicatos, una posición antipolítica, que en realidad es una política de dejar la política en manos de los partidos de la burguesía. Estamos, anticipadamente, dirigiéndonos a los sectores más avanzados, más concientes que vaya destacando el movimiento obrero, para abrir este debate y llamar a luchar por una perspectiva clasista, desde hoy, junto al PTS.
JM: Y lo que concretamente lo hace transicional hacia un partido revolucionario es el carácter del programa que proponemos para un Movimiento Político de los Trabajadores.
A pesar de la demagogia kirchnerista, la esencia del plan del gobierno y la patronal consiste en mantener los salarios congelados en el nivel actual, aunque los economistas estimen que el PBI va a crecer entre un 6 o un 7%. Esto no sólo está expresado en el acuerdo con el FMI sino en más de 70 convenios colectivos que negoció la burocracia sindical con las patronales en forma casi secreta, y que homologó el Ministerio de Trabajo con normas, en muchos casos (como las que firmó Daer en la alimentación) de flexibilización tipo menemistas. Increíblemente Tomada dice que no va a introducir más reformas laborales, como si ya no hubieran sido realizadas por el menemismo. Lo mínimo sería derogar toda la legislación menemista en materia laboral, al igual que la de las privatizaciones, que encima fueron hechas con coimas. Pero la escencia del plan de Kirchner hacia la clase trabajadora está basado en la flexibilización de la convertibilidad menemista más la devaluación duhaldista que bajó el salario, y en la alta desocupación de uno y otro período. La “cultura del trabajo y la producción” es bajo estas condiciones de superexplotación, ahora con el aditamento de utilizar la “contraprestación laboral” de los compañeros de los Planes Jefas y Jefes. Esto es pontificado por los sectores de la Iglesia que se unían con Moyano en la época de De la Rúa, como Cassareto, que bajo el sermón reaccionario contra la “vagancia” quieren utilizar mano de obra esclava para bajar la masa salarial del conjunto de la clase obrera. Ante esto no hay manera de enfrentar el plan de los capitalistas más que con la escala móvil de salarios y el reparto de las horas de trabajo en forma generalizada para incorporar en masa a los desocupados a la producción. Esto es con un salario indexado según la inflación que debe partir de lo que las estadísticas oficiales indican como la línea de pobreza, alrededor de los 750 pesos. El programa básico que un Movimiento Político de los Trabajadores debe proponer a los sindicatos y movimientos piqueteros debe partir de estas demandas que enfrentan directamente el plan burgués y atacan las ganancias capitalistas, y no se logrará sin quebrar su resistencia, cuestionando la propiedad en las empresas. Los trabajadores ocupados deben ver que la actual campaña contra los piqueteros a los que se quiere impedir, por vía de una ley, que corten rutas, mañana se dirigirán contra las huelgas obreras y ocupaciones de empresas por lo que también habrá que generalizar los piquetes de defensa en las propias empresas. Por otra parte, el reparto de las horas de trabajo entre todas las manos dispuestas a producir, introduce en el movimiento obrero el criterio de planificación económica de la nueva sociedad de transición al socialismo que queremos los revolucionarios, ya que así sería en un gobierno y estado de los trabajadores. Ese gobierno debe ser el norte de todo Movimiento Político de los Trabajadores verdaderamente independiente.

 

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