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POLEMICA POR EL FALLO DE LA CORTE

Izquierda Socialista: en el campo de la CGT

A pocas semanas de haberse bajado de las cosechadoras, Izquierda Socialista asume como propios los argumentos de la burocracia peronista de la CGT. En su edición N°120 del periódico El Socialista hacen una defensa de la “unidad sindical” con la misma lógica superficial y antimarxista que los llevó a buscar un bando desde donde ubicarse y abrazar las banderas de las patronales del campo.

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27 de noviembre 2008

A pocas semanas de haberse bajado de las cosechadoras, Izquierda Socialista asume como propios los argumentos de la burocracia peronista de la CGT. En su edición N°120 del periódico El Socialista hacen una defensa de la “unidad sindical” con la misma lógica superficial y antimarxista que los llevó a buscar un bando desde donde ubicarse y abrazar las banderas de las patronales del campo.

La gran preocupación que manifiestan, a coro con los argumentos de Moyano, es que “el fallo abre el camino a la división en cada empresa” y, falseando nuestra posición, alertan sobre el peligro de la proliferación de “delegados y comisiones internas rojas, puras”. Llama la atención que este grupo que se autodenomina de “izquierda” y “socialista” se desvele por alertar sobre una supuesta “política ultraiquierdista” y no diga una sola palabra sobre la posibilidad que sea la patronal la que utilice el fallo para dividir el movimiento obrero creando sindicatos afines a sus intereses.

La dirección de IS repite insistentemente la misma idea que los voceros de la CGT: “es un fallo al servicio de preparar la atomización del movimiento obrero”. Pareciera que en su larga marcha junto a los estancieros perdieron de vista la realidad de la clase trabajadora. No es necesario que la Corte “prepare” la “atomización del movimiento obrero”. El movimiento obrero YA se encuentra atomizado por responsabilidad de los dirigentes de la CGT y la CTA. Hay millones de desocupados y, del total de trabajadores con empleo, alrededor del 40% se encuentra en negro. La mayoría de estos últimos son jóvenes o mujeres en las peores condiciones de explotación a los que se suman los millones “en blanco” que no tienen estabilidad laboral y se encuentran contratados bajo decenas de formas de precarización y fraude laboral. Sobre esta base se levantan 2.731 sindicatos de primer grado a los que se suman 112 federaciones y confederaciones. Múltiples y enormes aparatos que en su gran mayoría están absolutamente vaciados y son los garantes de las ganancias capitalistas y los privilegios de la burocracia. Por eso suena un tanto extraño que también repitan en El socialista el argumento de toda esta manga de burócratas: “el fallo abre el camino para la división avalando la existencia de dos o tres comisiones internas en cada empresa”. ¿Acaso no saben que en las fábricas y establecimientos de entre 10 y 49 trabajadores solo tienen delegados en el 7,5%? ¿Y que en aquellos de entre 50 y 200 no hay delegados en más del 72%? Este “peligro” de “división de los cuerpos orgánicos” del que hablan tanto la CGT como IS encubre la falta de organización de base del movimiento obrero.

No existe la tan mentada “unidad sindical”. La fragmentación y la división no se resuelve con una unificación impuesta por arriba. Hay que conquistarla desde abajo, organizando nuevos cuerpos de delegados que unan las filas del movimiento obrero y, desde allí, permitan pelear la recuperación de los sindicatos. El fallo de la Corte, a pesar de sus motivaciones y sus fundamentos liberales, permite una mayor cobertura legal para este objetivo para el cual, desde ya, los trabajadores deberán organizarse y luchar.

Más que alertar sobre los peligros de ruptura de la “unidad” o la aparición de “delegados rojos”, la tarea de los revolucionarios es impulsar la formación de nuevas organizaciones de base en el corazón de la producción capitalista. Pero no acaba allí. Como ya señalara Trotsky en el Programa de Transición “Si es criminal volver la espalda a las organizaciones de masas para contentarse con ficciones sectarias, no es menos criminal tolerar pasivamente la subordinación del movimiento revolucionario de las masas al contralor de pandillas burocráticas abiertamente reaccionarias o conservadoras disfrazadas de ‘progresistas’. El sindicato no es un fin en sí, sino sólo uno de los medios a emplear en la marcha hacia la revolución proletaria”. Por eso estamos lejos de proponer la “unidad sindical” como un fin en si mismo. “Bien entendida”, decía Trotsky, la tarea del partido revolucionario“no consiste solamente en ganar influencia en los sindicatos tal como son, sino en ganar a través de los sindicatos influencia en la mayoría de la clase obrera”1. En otras palabras, utilizar la posición conquistada en los sindicatos y organizaciones obreras para lograr la unidad del movimiento obrero con los sectores subalternos de la sociedad y así superar la disputa del poder en el ámbito de la producción para que la clase obrera se plante como clase dirigente de la nación explotada y oprimida.

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