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Importante debate sobre el libro de Claudio Katz "El porvenir del socialismo"

11 de agosto 2005

Con la presencia de más de 150 personas que desbordaron la sala de conferencias “Rosa Luxemburgo” del Instituto de Pensamiento Socialista Karl Marx, se realizó un debate entre Claudio Katz (EDI), Andrés Romero (Herramienta) y Christian Castillo. En la charla se presentó el libro “El Porvenir del Socialismo”, escrito por Katz quien afirmó: “escribí este libro para incentivar un debate entre socialistas (...) El punto de partida del texto es que no es deseable el capitalismo, tenemos que discutir (...) el proyecto de nuestra clase social, un proyecto de los oprimidos, un proyecto socialista. Y mientras exista el capitalismo, la explotación, la competencia y la crisis, sea necesario luchar por el socialismo y la función del libro es discutir este proyecto socialista”.
El libro parte de la premisa de que una vez derrotado el capitalismo, la sociedad no se transforma directamente en socialista, sino que para llegar a ello es necesaria una transición, luego de la cual se llegaría al comunismo, “El futuro comunista depende, como es conocido, de un proceso previo de socialización es decir de un traspaso de la gestión mercantil a la gestión planificada, con formas crecientes de autoadministración popular, esto es el socialismo”, afirmó el autor. En este sentido la discusión gira alrededor del escenario de que dicha transición se de inicialmente en países periféricos, lo que, dado el bajo desarrollo de las fuerzas productivas, significaría que dicha transición duraría muchos años. Katz propone discutir “un proyecto donde Trotsky señaló la posibilidad de concebir la transición como una combinación de un plan rector, de una planificación económica como elemento económico central, un mercado complementario verificador, de desenvolvimiento del plan y la democracia socialista como sostén”.

Algunos de los puntos de debate

En relación a la caracterización sobre los estados del tipo de la Unión Soviética o de Europa Oriental, Katz afirmó que “mi opinión es que no eran socialistas, aunque en muchas de sus experiencias, incluyeron elementos de socialismo, casi todos incluyeron fuertes elementos de socialismo en distintos períodos, no eran como en un momento se supuso, regímenes de capitalismo de estado porque no incluían los tres componentes del capitalismo, propiedad privada de los medios de producción, mercado laboral de la fuerza de trabajo y mercados. (...) me inclino por una caracterización de formaciones burocráticas, no estados burocráticos, no estados obreros burocratizados”.
Andrés Romero se mostró solidario con dicha posición, “coincido en lo esencial también con la caracterización que hace sobre la naturaleza de estos estados o formaciones sociales porque me parece que acierta en destacar que fueron formaciones sociales en las que bajo formas distintas, imprevistas, diversas, se recreó o subsistió la explotación”. Manifestó, sin embargo, algunas discrepancias al señalar que “A mi juicio en estas sociedades los mecanismos del fetichismo de la mercancía siguieron marcando el conjunto de la economía y el conjunto de la sociedad, aunque sea con formas diversas del capitalismo” (...) “el salario subsistió en estas formaciones sociales, es decir que el trabajador seguía vendiendo su fuerza de trabajo a quienes administraban los medios de producción y por eso justamente los alcances de la ley del valor van mucho más allá de lo que el libro admite”. A su vez Romero cuestionó la definición de transición “larga” hacia el socialismo: “Tiene un inconveniente plantear la cosa así (...) que es que las contradicciones en el capitalismo y el imperialismo a nivel mundial alcanzaron una virulencia y una gravedad sin precedentes, que no es seguro que la humanidad disponga la posibilidad de siglos de transición”, y reafirmó el pronóstico alternativo “de socialismo o barbarie”.
Castillo, por su parte, polemizó tanto con Katz como con Romero respecto a que la conceptualización de “formaciones burocráticas” para la URSS, China, los países de Europa Oriental, Cuba, etc., fuese una superación del planteo de León Trotsky (quien afirmaba que la URSS era un estado obrero deformado). Afirmó que “Stalin y sus sucesores se valieron de distintos regímenes para mantener el dominio de la burocracia (...), pero no cambió el “tipo de estado”, que siguió siendo “obrero burocrático” hasta el comienzo de la restauración capitalista de los ’90”. Dijo también “que la definición trotskista de estados obreros degenerados y deformados estaba ligada a la perspectiva de la revolución política, una posición que se correspondió con la dinámica que tuvieron los levantamientos antiburocráticos de la posguerra”, en referencia a los levantamientos en Berlín en 1953, Hungría y Polonia en 1956, Checoslovaquia en 1968 o Polonia en 1980-82. Insistió en “la ventaja de esta perspectiva frente a las posiciones programáticas sostenidas por los otros dos tipos de interpretaciones vigentes en el campo antiestalinista: la que ponía el eje en el ‘totalitarismo soviético’ y lo consideraba una nueva forma de explotación del mismo tipo o peor que la capitalista (...) y la visión “deutscheriana”1 que apostaba a la autorreforma de la burocracia”. En función de esto, planteó que si se quería ir más allá de un debate de historiadores “la discusión sobre la definición de estos estados tiene que estar ligada a qué programa levantar, no sólo frente al pasado, sino frente a Cuba, la cual creemos se sigue ajustando a la definición de estado obrero burocratizado”. Y con respecto a la posición de Romero sobre la ley del valor, aunque Castillo no se centró en este punto, dijo que retomaba la afirmación de Ernest Mandel de que en la ex-URSS, la misma “operaba pero no gobernaba” las relaciones económicas, entre otros puntos por la inexistencia de un mercado de trabajo.

El sistema político de la transición socialista

Otro de los puntos en debate fue sobre el tipo de régimen político a plantear durante la transición. Aquí Katz afirmó, “en el libro analizo que es una democracia socialista, en primer lugar en oposición a la democracia capitalista formal (...) donde la democracia es utilizada por la clase dominante para reafirmar, reproducir su dominio sobre la sociedad, y explico en qué consiste la democracia socialista (...) donde la democracia ya no sólo es formal, es real y no está restringida al ámbito de ciertos ámbitos políticos sino que involucra la democracia social, la democracia económica y un salto cualitativo de la igualdad social, como fundamento de una democracia genuina”. El régimen sería “una combinación de democracia directa, formas representativas, y consejismo opuesto a lo que fue el modelo piramidal de partido único opuesto a este sistema y que incorpore de entrada la conciencia de la importancia del multipartidismo en el campo revolucionario”. El autor aclaró que en esta formulación deja de lado lo que ocurrirá en períodos excepcionales, como por ejemplo durante una guerra contra el imperialismo, donde los aspectos más democráticos serían restringidos.
Ante esto Christian Castillo señaló que creía que en el libro había “una subestimación de las inevitables tensiones que se darían en la transición entre la clase trabajadora y las otras clases protagonistas de la alianza revolucionaria, como las que se vivieron en la Unión Soviética entre obreros y campesinos, más cuando el escenario planteado era el de la transición en un país periférico”. Remarcó que de estas tensiones, agudizadas por la presión económica del mercado mundial y política de las fuerzas contrarrevolucionarias, se deriva “la necesidad constante en el período de transición de reforzar la situación de la clase obrera y de su hegemonía sobre el resto de las clases subalternas y, por ello, la actualidad programática que mantiene el concepto de dictadura del proletariado más allá de las maneras en que sea popularizado” (...) Cuestionó además “que una representación basada en el sufragio universal como modelo para la sociedad de transición sea superior a la unidad de democracia política y económica que expresaron los soviets, cuyo sistema de representación se amolda justamente a las necesidades de liderazgo de la clase obrera”. Castillo señaló que la norma que planteaba era la del “’pluripartidismo soviético’ formulada por Trotsky, quien fue el único dirigente comunista de importancia en plantear en los años ’30 con claridad esta perspectiva”.
Fue, en síntesis, un debate a la vez franco y respetuoso, que según coincidieron los tres panelistas cobra mayor importancia en una región como nuestra América Latina, donde las masas vienen protagonizando sucesivas rebeliones populares que, aunque no han permitido a trabajadores y campesinos hacerse del poder, abonan la idea que la lucha por el socialismo estará nuevamente presente en el siglo XXI.

1 En relación al historiador y periodista marxista Isaac Deutscher, autor entre otros trabajos de la célebre trilogía biográfica de Trotsky.

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