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Debates

¿Qué fue el 19 y 20 de diciembre?

Debate con el PO: Un relato ficcional

21 de diciembre 2006

El Partido Obrero ofrece una interpretación unilateral de las jornadas de diciembre del 2001 en la que exageran el papel del PO y el movimiento piquetero. Su razonamiento conduce a decir que el levantamiento no tuvo nada espontáneo ya que fue preparado por una dirección política.
Según dicen, la rebelión popular fue “la manifestación de toda una preparación del levantamiento popular, las movilizaciones de solidaridad, hace poquísimo tiempo, con la lucha de Aerolíneas; los cortes de pistas aéreas; los cortes de calles en la Capital (...) el desarrollo extraordinario del movimiento piquetero en la ciudad de Buenos Aires, su repercusión en la Legislatura y la formación del Polo Obrero porteño, bajo la influencia del equipo legislativo del Partido Obrero” (PO 735 27/12/01). Esta interpretación, amén de negar la evidente espontaneidad de los saqueos simultáneos en 11 provincias y el cacerolazo, busca asimilar la acumulación previa de experiencia de las masas con la existencia de una dirección política que preparó el levantamiento, esencialmente el propio PO (a través de la bancada municipal que ocupaba Jorge Altamira). Naturalmente es una lectura interesada y poco realista. Es cierto que no hubo pura espontaneidad como pretendían ver corrientes como la de Zamora y el MST, sino que hubo una preparación subjetiva de las masas que significaron los dos años previos de lucha obrera y popular contra el gobierno de De la Rúa. Pero en estas luchas no se forjó una dirección política clasista. Más bien, en los dos sectores obreros que se destacaron en la lucha contra el gobierno de la Alianza, terminaron primando direcciones burocráticas y conservadoras con programas propatronales. En el caso de los desocupados, posteriormente a los cortes de ruta de La Matanza, se impuso la burocracia piquetera de la Asamblea Nacional Piquetera encabezada por Luis D’Elia (FTV-CTA) y Juan Carlos Alderete (CCC) –a la que se subordinaba el PO– cuya política era desviar la lucha por el trabajo para todos que planteaban los levantamientos del interior al pedido de planes de trabajo y ayuda asistencial, amén de buscar fortalecer el Frente Nacional contra la Pobreza (FreNaPo) que impulsaba la CTA con sectores de la centroizquierda, el matrimonio Kirchner, la Federación Agraria y las APYMES. Por otra parte la oposición activa de la clase obrera ocupada que se expresó en siete paros generales e innumerables huelgas parciales, enfrentando la reforma laboral, las bajas salariales y el plan Cavallo, fue contenida por la CGT moyanista que emblocada con la patronal devaluacionista contenía la lucha de los trabajadores ocupados en pos de una salida favorable al peronismo, además de darle la espalda a los trabajadores desocupados. Todas estas direcciones eran enemigas de unificar a ocupados y desocupados y de derrocar mediante la huelga general y la movilización a De la Rua. Por eso estuvieron ausentes de la lucha callejera y las acciones de masas de la rebelión popular. La acción de estas direcciones es lo que explica que los saqueos del Gran Buenos Aires se hayan dado sin la más mínima intervención del movimiento piquetero y que la clase obrera estuviera ausente en la Plaza de Mayo y los combates posteriores del 2002. Precisamente esta situación de los trabajadores ocupados y desocupados es la que permite comprender que el peronismo lograra sostenerse como recambio del poder burgués al mantener desmovilizada a la clase trabajadora.
Para el PO la clave de la situación que abre diciembre está en la fuerza que toma el movimiento piquetero y el papel subjetivo previo. Tal es así que aún al día de hoy siguen sosteniendo que “La epopeya piquetera atraviesa, cinco años después, a todas las clases sociales; se puede decir que ha modelado el espíritu nacional” (PO 976 14/12/06). Pero de esta manera se subestima el significado de la ausencia del movimiento obrero ocupado y su importancia estratégica, y se absolutiza el papel de los piqueteros. Su consecuencia es el abandono de la lucha por constituir una dirección clasista –como le proponíamos desde el PTS– para luchar por la unidad obrera entre ocupados y desocupados, para justificar su alianza con direcciones partidarias de la conciliación de clases como el PC/MTL y el MIJD de Raúl Castells.



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