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Internacionales

Cumbre de Sharm el Sheik

Un salto en la traición al pueblo palestino

17 de febrero 2005

El pasado 8 de febrero, en la localidad egipcia de Sharm el Sheik se llevó a cabo la cumbre entre el primer ministro israelí Ariel Sharon y el recientemente electo presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas.
La cumbre contó con el auspicio del gobierno de Bush, que está buscando aprovechar el “éxito” de las elecciones en Irak y el recambio electoral en la dirección palestina, luego de la muerte en circunstancias confusas de Yasser Arafat, para hacer avanzar sus planes para desactivar el conflicto palestino.
Estados Unidos aspira a que sea la propia Autoridad Palestina la que combata, desarme y eventualmente derrote a Hamas, Jihad Islámica y las brigadas de Al Aqsa, las alas radicalizadas que resisten en forma armada la ocupación de las tropas israelíes. Para esto Bush ha anunciado en su discurso ante el congreso norteamericano a principios de febrero, que destinaría 350 millones de dólares a “fortalecer las reformas políticas, económicas y de seguridad en los territorios palestinos”. 
Pero mientras que para Abbas, Sharon, Bush, los aliados árabes de Estados Unidos e Israel, como el presidente egipcio Hosni Mubarak y el rey Abdullah de Jordania, y la prensa occidental, la cumbre de Sharm el Sheik es una “oportunidad para la paz”, para el pueblo palestino implica un paso más hacia la liquidación de sus aspiraciones nacionales.
Mahmoud Abbas ha demostrado con creces su disposición a colaborar con los enemigos del pueblo palestino, ganándose así la confianza del imperialismo y de Israel. En el pasado fue uno de los arquitectos de los acuerdos de Oslo, por los que la dirección de la OLP con Arafat a la cabeza renunció a la lucha por la autodeterminación nacional y aceptó la solución de “dos estados”, que condenaba al pueblo palestino a aceptar la ocupación colonial de su territorio histórico, quedando reducido el supuesto “estado”palestino a una serie de enclaves en los territorios ocupados.
En abril de 2003 Abbas fue impuesto como primer ministro para marginar así a Yasser Arafat, que a pesar de sus traiciones seguía siendo para Estados Unidos e Israel un “obstáculo para la paz”.
En febrero de este año, a sólo semanas de asumir su cargo como presidente, se ha transformado en garante de la suspensión de toda “violencia” ya sea contra las fuerzas armadas israelíes como contra los asentamientos de colonos en los territorios palestinos ocupados. Este “cese del fuego” implicaría que el pueblo palestino renuncie al derecho elemental de resistir a la ocupación militar y al sometimiento colonial al que lo condena el estado de Israel.
Abbas viene haciendo enormes esfuerzos para garantizar la “seguridad” del estado de Israel. En lo inmediato, su política no es confrontar directamente con las organizaciones armadas palestinas, que gozan de una importante popularidad, sino persuadirlas de poner fin a los ataques contra Israel, incluso le ha ofrecido a Hamas la perspectiva de incorporarse al poder político. Esto va acompañado de algunas medidas dirigidas a “reformar” a las fuerzas de seguridad palestinas, a las que tanto el imperialismo como el estado de Israel acusan de ser parte de las “organizaciones terroristas”, y al despliegue de alrededor de 8000 efectivos policiales en la franja de Gaza para evitar ataques con mortero contra blancos israelíes. Hasta el momento Abbas logró que tanto Hamas como Jihad aceptaran momentáneamente suspender sus acciones armadas.
La cumbre del Sharm el Sheik es un salto en la traición a la lucha nacional palestina. El estado de Israel no hará ninguna concesión significativa que lo haga retroceder de todo lo conquistado en los últimos cuatro años de ocupación militar en los que asesinó a más de 3000 palestinos, entre ellos importantes dirigentes de la resistencia, demolió miles de casas, aceleró la construcción de colonias en los territorios palestinos y transformó la vida del pueblo palestino en un infierno. Muy por el contrario, sólo tras intensas negociaciones Sharon ha acordado en liberar gradualmente apenas 900 de los 8000 presos políticos palestinos que pueblan las cárceles israelíes, resérvandose el estado sionista el derecho a decidir a qué prisioneros liberaría.
El retiro ya anunciado de los colonos y de las tropas israelíes de la franja de Gaza, es sólo la contracara de la incorporación al estado de Israel de gran parte de los asentamientos ubicados en los territorios ocupados en la franja occidental, protegidos por una enorme muralla que ya está en construcción.
A cambio, el gobierno de Abbas tendrá que imponer las duras medidas exigidas por Bush y Sharon, como la renuncia al derecho al retorno de los refugiados palestinos, expulsados de sus tierras con la fundación del estado de Israel en 1948 y la extensión de sus fronteras en 1967, para lo cual deberá derrotar la resistencia armada contra la ocupación colonial israelí y terminar de liquidar la lucha nacional palestina.
Esta no es una tarea sencilla. El triunfalismo norteamericano tras las elecciones en Irak y la mascarada de la “democracia”, a pesar de los avances reaccionarios actuales, es difícil que alcancen para terminar con la resistencia que viene provocando la ocupación militar en Irak y en los territorios palestinos, ni para resolver las enormes contradicciones que se vienen gestando en la región. Todavía está por verse si Estados Unidos logrará avanzar en consolidar su plan de “rediseñar” el Medio Oriente a favor de sus intereses tal como se lo propuso con la invasión a Irak. Que Estados Unidos tenga éxito en sus planes reaccionarios o sea derrotado dependerá no sólo de la resistencia de las masas oprimidas en Medio Oriente, sino también de la lucha antimperialista en todo el mundo.

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