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Internacionales

Brasil: ¿Qué significa el ascenso de Lula?

Un obrero metalúrgico y un empresario textil

16 de octubre 2002

Una cosa es la simpatía que ha causado el fenómeno Lula en los trabajadores y el pueblo argentino y otra muy distinta es el “impacto” que ha provocado en los medios periodísticos. Los diarios se llenaron de sesudas lecciones de los profesores de la centroizquierda, toda una legión de analistas políticos y académicos “progres” que, apenas dos años atrás, se la pasaron pronosticando que con el Frepaso y su Alianza con la UCR venía “el cambio del modelo neoliberal”. Los mismos que hicieron correr ríos de tinta sobre la “desaparición del proletariado” y “los cambios en el sujeto social de la revolución” ahora se babean porque “un obrero tornero metalúrgico” llegó mediante las urnas a ser presidente de Brasil, que de todas maneras no les caería tan simpático sino fuera porque viene de la mano de un empresario textil.
Pero en lo inmediato, es poco lo que pueden hacer en Argentina estos voceros y representantes del reformismo: la vía parlamentaria ha sido parcialmente cancelada para las próximas presidenciales de marzo. Como se reconoce desde las editoriales del propio Página/12 que ha festejado tanto el triunfo petista: “en las recientes elecciones de Brasil el cincuenta por ciento del Congreso fue removido y reemplazado por tendencias y candidatos/as sin vinculaciones con los partidos que acompañaron al presidente Fernando Henrique Cardoso durante los dos mandatos de gobierno. Aquí, hasta el momento, esa chance es impensable (...) el ganador absoluto, por mayoría contundente, es “ninguno” debido a la proporción de los ciudadanos que declaran, por ahora, la abstención o la anulación del voto como la mejor opción” (Pasquini Durán, 12/10).
Los promotores, como Carrió y la CTA, de una renovación parlamentaria en Argentina hasta ahora han fracasado, una vez más. No obstante tras los nuevos aires después del 6 de octubre declaran, como Luis D´Elía de la FTV-CTA en Plaza de Mayo, que: “ahora tenemos en el gobierno de Lula un aliado para oponernos juntos al ALCA y al FMI”. ¿Es así?

La “segunda vuelta” del default brasileño

El escenario de repetir, aumentado, el default argentino fue sorteado por la burguesía brasileña, en la “primera vuelta”, mediante un paquete financiero del FMI de 30 mil millones de dólares. Luego y a cambio de ello, el Fondo exigió a todos los candidatos una suerte de “pacto de transición”, un compromiso de que, gane quien gane, respetaría las reglas de juego. Y Lula aceptó: Brasil tiene una deuda de 240 millones de dólares y deberá pagar, bajo su gobierno, mil millones de dólares por semana en los próximos tres años a los acreedores financieros internacionales. “Lula dijo que aumentar el ritmo de crecimiento (el país no pasó el 1.75% anual en los últimos tres años) alcanzaría para cambiar la realidad” (Página/12, 13-10), siendo que justamente “el ritmo de crecimiento” está condicionado por la fabulosa succión de recursos que significan los pagos a la banca acreedora y la descomunal fuga de capitales del país. Pero aún más, el estancamiento económico amenaza profundizarce con la suba de las tasas de interés que acaba de resolver el Banco Central de Brasil para intentar frenar la escalada del dólar y la inflación mediante más recesión y baja del consumo popular. El default brasileño también competirá por su “segunda vuelta”.
De producirse sería sin duda una catástrofe social, con la cual el capital financiero chantajea a las masas, pero significaría, por las dimensiones de la economía brasileña en el “patio trasero” norteamericano, un enorme sacudón a la economía internacional que EE.UU. desea evitar. Y ese escenario podría acelerar la experiencia de las masas de Brasil y el continente con las limitaciones del gobierno de Lula y su alianza con la burguesía. Las tendencias revolucionarias del diciembre argentino se podrían convertir en el principal producto que importe Brasil. Los obreros y campesinos sin tierra que votaron masivamente por Lula pueden terminar enfrentándolo, más temprano que tarde.
Pero hay una segunda variante. En plena campaña electoral el financista George Soros dejó entrever que la deuda brasileña puede ser renegociada antes que estalle la crisis, ampliando los plazos de pago, es decir un default acordado, algo que fracasó en la Argentina. ¿Será posible en Brasil? Posiblemente esto estará entre los primeros puntos de la agenda del nuevo gobierno Lula-Alencar.
Y en cuanto al ALCA, la burguesía brasileña aspira a que le sean otorgadas mayores preferencias que a otros países para sus productos de exportación y que se protejan otros en el mercado interno, como es del interés del empresariado de San Pablo y del que no es ajeno el gran textil Alencar. Esa perspectiva de negociación y conciliación con el imperialismo norteamericano, tanto en lo que respecta a los planes del FMI como al ALCA, es la apuesta del futuro gobierno Lula-Alencar, que tendría por todo “principio” los mezquinos intereses de regateo de la burguesía del Brasil, y no los intereses de los millones de hambrientos, desocupados y campesinos sin tierra.
Todo intento de presentar, como hace la CTA y el progresismo argentino, a los intereses de la burguesía brasileña en bloque con las aspiraciones de los trabajadores, campesinos y el pueblo latinoamericano en nombre de un “Mercosur de los trabajadores” es un gran engaño que encubre el verdadero Mercosur de los monopolios imperialistas y los negocios de sus socios nacionales.

Esto recién comienza

Quienes sostienen que el ascenso de Lula-Alencar “marca el comienzo de una contraofensiva continental contra el neoliberalismo”, como Echegaray del PC argentino, ubicando el punto de inflexión no en un levantamiento de masas como las jornadas de diciembre sino en un cambio electoral, están embelleciendo este intento de conciliación entre el capital y el trabajo, funcional a la política de IU en el terreno nacional.
Pero tampoco creemos que se trate “del aborto de un acontecimiento histórico” ni del “último recurso ante el colapso que enfrentan con la ‘argentinización’ de Brasil”, como sentencia Altamira y el PO.
Más bien creemos que el frente de conciliación de clases de Lula-Alencar, una alianza del tipo que los marxistas denominamos como “frente popular”, es un recurso preventivo, con el que la clase dominante y sus aliados reformistas se intentan anticipar a un embate de las masas brasileñas, a un desarrollo abierto de la lucha de clases que es la que puede desencadenar los verdaderos “acontecimientos históricos”. Pero aún está por verse si esta tendencia más estabilizante para la crisis del capitalismo que recorre Latinoamérica puede concretarse.
La política guerrerista norteamericana en el mundo, y en Colombia en el continente, y la polarización social y política que impulsan los agentes de EE.UU. en Venezuela que no dejan márgenes ni para el tibio nacionalismo de Chávez, va en sentido contrario a una política de statu quo y estabilidad para América Latina. El ALCA mismo tiene contradicciones insalvables: no sólo porque choca con los intereses de sectores enteros de las clases propietarias del continente, sino porque un “libre comercio” que bajara ciertas barreras para los productos de las semicolonias en el mercado yanky, es contradictorio con las fuertes tendencias proteccionistas de EE.UU. para defender a sus propias corporaciones.
Y lo determinante: la posibilidad de que se inicien luchas, aún con ilusiones en el nuevo gobierno como la que parece anunciar el MST que adelantó que reclamará que el gobierno de Lula ubique en nuevas tierras a 61 mil familias campesinas sin tierra.
El gran viraje que viene dando el continente tiene sus tres grandes hitos en las jornadas revolucionarias argentinas, en la derrota mediante la movilización de masas del intento de golpe proimperialista en Venezuela y en el giro a la izquierda político en las masas del Brasil, que influirá, sin duda en las aspiraciones de millones de explotados en todo el continente. Esta nueva situación que se ha abierto, recién comienza y será definida por los choques entre las dos fuerzas fundamentales, las tendencias cada vez más agresivas del gran capital financiero de un lado y las masas, especialmente los trabajadores del otro. La política reformista del PT de Brasil y sus aliados en Argentina es socialmente reaccionaria porque sólo sirve para retardar la preparación de los trabajadores y adormecerlos para esos enfrentamientos.

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