logo PTS

Internacionales

Fuera el imperialismo de Haití

Tras la caída de Aristide tropas norteamericanas y francesas desembarcan en Puerto Príncipe

3 de marzo 2004



Las declaraciones de Aristide encontraron eco en varios dirigentes demócratas en Estados Unidos, abriendo una "guerra de versiones" entre los que acusan a Bush de haber organizado una suerte de "golpe de estado" contra Aristide, y el Departamento de Estado, que viene desmintiendo esta versión.
Estas sospechas se basan en las relaciones de larga data entre la llamada "oposición democrática no violenta" y los "rebeldes" armados, ex integrantes del disuelto ejército haitiano y de escuadrones de la muerte de la dictadura de Duvallier con miembros del gobierno de Bush.
Más allá de cómo se hayan desarrollado los hechos, lo cierto es que las tropas imperialistas están de nuevo en Haití. El lunes 1 de marzo comenzó el desembarco de una fuerza de marines yanquis, tropas francesas y canadienses. La colaboración estrecha de Francia con Estados Unidos en el desenlace del drama haitiano, muestra el intento de recomponer las relaciones entre estas potencias imperialistas seriamente dañadas luego de la guerra contra Irak. El Consejo de Seguridad de la ONU votó apresuradamente el envío de una fuerza de paz y Estados Unidos está tratando de lograr otros respaldos de la "comunidad internacional".
Los revolucionarios internacionalistas denunciamos la intervención de EE.UU., Francia y otras potencias responsables del atraso y la barbarie en que se encuentra el país y repudiamos la ocupación por tropas extranjeras que como ya demostró en el pasado, sólo han servido para beneficiar a la esclavista burguesía haitiana y a los monopolios imperialistas. Además esta avanzada de Estados Unidos en el Caribe puede constituir un peligroso precedente para una política más ofensiva hacia Cuba y pretende legitimar la injerencia imperialista en América Latina contra regímenes a los que Washington considera sus enemigos.
La crisis del gobierno de Aristide
Aristide había asumido su segundo mandato en el año 2000. La situación económica y social del país ya se venía deteriorando como consecuencia de los compromisos económicos y financieros asumidos por Aristide en 1994 cuando el entonces presidente Clinton lo reestableció en el poder mediante una intervención militar. Aristide no sólo aceptó pagar la deuda externa contraída por la dictadura de Duvallier sino que además aceptó abrir su economía a las exportaciones agrícolas subsidiadas de Estados Unidos, lo que hundió su producción agropecuaria, una de las principales fuentes de supervivencia de esta empobrecida nación.
Esta situación de ahogo de este país semicolonial, profundamente dependiente de los dictados de las potencias imperialistas, se agravó con la asunción del gobierno republicano de George Bush, ligado a viejos personeros del régimen, el ejército y la policía que en 1991 habían organizado el golpe contra el primer gobierno de Aristide. Con la excusa de fraude electoral y corrupción gubernamental, Estados Unidos bloqueó la liberación de un crédito ya aprobado por el BID de 400 millones de dólares. En julio de 2003 Haití fue obligado a pagar 32 millones de dólares en conceptos de servicios de su deuda externa. Para cumplir con el FMI, Aristide eliminó el subsidio al combustible y recortó brutalmente gastos en salud y educación.
Esto provocó una oleada de protestas que fue reprimida por los partidarios de Aristide.
El carácter proimperialista de la oposición
El creciente descontento por la falta de libertades políticas, por el hambre y la represión intentó ser canalizado desde el comienzo por la oposición al gobierno de Aristide, nucleada en la llamada Plataforma Democrática integrada por la llamada Convergencia Democrática y el grupo 184. En ella están aglutinados representantes de la derecha tradicional, cámaras empresarias e incluso algunos partidos de centroizquierda. Su principal vocero es André Apaid, un estadounidense de origen haitiano, principal burgués local que preside la cámara industrial.
La situación dio un salto a comienzos de febrero, cuando ingresó al país desde la Repúbica Dominicana una fuerza paramilitar "rebelde" compuesta por ex integrantes del disuelto ejército haitiano y de escuadrones de la muerte que actuaron bajo la dictadura de Duvallier y Cedras. Estas bandas armadas tomaron en pocos días las principales ciudades del país. Los líderes de estos "opositores" son Guy Philippe, ex jefe de policía y miembro de las fuerzas armadas, entrenado por las Fuerzas Especiales norteamericanas a comienzos de los ’90, Emmanuel Constant y Jodel Chamblain, ex miembros de los temibles tonton macoute, las fuerzas de choque de la dictadura de Duvallier. Estos genocidas tienen una aceitada relación con miembros del gobierno norteamericano, como John Negroponte, Otto Reich y Roger Noriega, estos últimos responsables del Departamento de Estado norteamericano para América Latina y el Caribe. Estos personajes oscuros, formados en los años de Reagan, que armaron a la "contra" en Nicaragua para aplastar la revolución sandinista, no dudaron en financiar a la "oposición" y armar a estas bandas de mercenarios en el exilio, que aprovechando la crisis, se transformaron en uno de los principales actores en la caída del descompuesto régimen de Aristide.
Fuera las tropas imperialistas y sus aliados locales
Inmediatamente después de entrar a la capital, estos asesinos de las masas haitianas desnudaron abiertamente sus intenciones de restaurar el viejo ejército y establecer un gobierno abiertamente favorable a Estados Unidos. Según el diario New York Times, mientras que Chamblain agredecía a Estados Unidos, Guy Philippe -autonombrado "jefe de policía"- declaró que "los soldados norteamericanos son como nosotros, somos hermanos. Estamos agradecidos por sus servicios a nuestra nación contra los terroristas de Aristide" y reafirmó la voluntad de reconstruir el ejército haitiano.
Aunque en lo inmediato las potencias inperialistas buscarán estabilizar la situación tratando de reunificar a las distintas fracciones de la "oposición" en un nuevo gobierno que probablemente incluya a partidarios de Aristide. Más allá de la forma que tome el gobierno que surja, es evidente que por el peso que adquirieron estos sectores abiertamente reaccionarios tendrán un rol clave en la recomposición de un futuro régimen que mantendrá las condiciones de explotación y miseria en que vive la inmensa mayoría del pueblo haitiano y los privilegios de la pequeña elite dominante.
Esto preanuncia que lejos de un cierre de la situacion, siga abierta la posibilidad de nuevos enfrentamientos. Las masas de Haití no pueden esperar nada bueno de la intervención imperialista. La experiencia del año 94, la "democracia" de Aristide y los marines, que acaba de concluir es un nefasto testimonio. Tampoco de la oposición proimperialista y las bandas armadas derechistas. Por eso para acabar con la opresión imperialista y emprender el camino de la liberación nacional y social los trabajadores y campesinos de Haití necesitan movilizarse y organizarse en forma independiente para enfrentar la nueva ocupación imperialista y a todas las variantes burguesas responsables de la postración en que se encuentra el país.
--------------------------------------------------------------------------------
El fracaso del "izquierdista" Aristide
1986 – 1990. Una revolución desviada
La caída revolucionaria del régimen dictatorial de Duvalier en 1986 fue el corolario de dos años de movilizaciones y rebeliones obreras y populares en las principales ciudades del país. El motor de las movilizaciones era contra el hambre y por libertades políticas. El gobierno de Reagan le quitó su apoyo prefiriendo sacrificar al dictador con tal de preservar los intereses norteamericanos y de la elite haitiana.
Desde ese momento una activa operación política encabezada por la embajada americana y que incluía a la iglesia católica y los partidos tradicionales ente ellos el PC se puso en marcha para desviar y canalizar el ascensos de masas quienes ejecutaban en las calles a los temibles tontons macoutes (paramilitares duvalieristas) y ocupaban los latifundios y saqueaban las propiedades de los ricos.
Finalmente jaqueado por varias huelgas generales la junta militar que sucedió a Duvalier se vio obligada a llamar a una asamblea constituyente y elecciones generales.
El ascenso de Aristide al poder
Jean Bertrand Aristide y su partido Familia Lavalas ganaron las elecciones en 1990. Aunque era visto con desconfianza por Bush padre y la oligarquía haitiana fue en ese momento el único instrumento para desviar el proceso revolucionario en curso.
Aristide era cura salesiano que abrazaba la teología de la liberación, una corriente que nació en los años sesenta con un programa de reforma social y de colaboración de clases, que influenció a la dirección sandinista nicaragüense y en la actualidad es reivindicada por el MST de Brasil. Aristide contaba con el prestigio de ser un luchador antidictatorial y con un discurso radical las masas depositaron sus ilusiones en él. Sin embargo, por sus limitaciones de clase –y aunque encarceló a figuras emblemáticas del viejo régimen- fue incapaz de atacar de raíz la fuente del atraso material del país, esto es el poder económico de la burguesía y el imperialismo mientras intentaba desactivar el ascenso de masas sembrando ilusiones en que vía las instituciones democrático burguesas se podía dar solución a las necesidades acuciantes de la población. Las FF.AA. –integradas por ex duvalieristas- con el concurso de la CIA y la elite haitiana temerosa de perder sus privilegios lo derrocan en 1991 estableciendo nuevamente un régimen de terror contra el movimiento de masas.
La democracia de los marines
En 1994, Aristide regresa a Haití de la mano de una invasión de los marines y la ONU desplazando al dictador Raoul Cedrás. Esta operación era parte de la política exterior de Clinton de encubrir con la bandera de la "democracia" la intervención imperialista en puntos calientes de la política internacional. Esta invasión no solo sentó las bases para la implementación de los planes neoliberales en el país sino que terminó de decapitar el proceso revolucionario abierto en 1986. En efecto, tanto Aristide como su sucesor Preval, también del movimiento Lavalas, aplicaron los planes del FMI para pagar la deuda externa y favorecieron a las transnacionales con la instalación de maquiladoras en la frontera con República Dominicana.
En su segundo mandato Aristide –aunque apelaba a cierta retórica antinorteamaricana para complacer a su base social- las consecuencias de su política sumieron al país en una inflación galopante, con una crisis de hambruna generalizada y con miles de exiliados que en precarias balsas buscan las costas de México y EE.UU. Así mientras perdía base social ante la contradicción entre su discurso a favor de los pobres y la política neoliberal –mientras él y su camarilla saqueaban los recursos del estado- es que apeló a la formación de bandas armadas para sostenerse en el poder.
La bancarrota total de Aristide, confirma los límites de la estrategia reformista para resolver las agudas contradicciones de los países semicoloniales de América Latina, sin romper con las ataduras imperialistas.








Prensa

Virginia Rom 113103-4422

Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

Temas relacionados: