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Internacionales

Se complica el dominio norteamericano

15 de abril 2004


Las dificultades de los Estados Unidos para seguir dominando como antes se hacen palpables, en primer lugar, en la alianza de países que apoya e interviene en la ocupación imperialista a Irak, sometidos a la cada vez más fuerte presión norteamericana que choca con el repudio y el temor cada vez más generalizado de sus poblaciones. Ya hemos nombrado el caso de España (ver LVO 135) y el ascenso del PSOE con Rodríguez Zapatero y su anuncio del retiro de las tropas españolas de Irak al menos que contaran con el aval de la ONU. Igual es el caso de Polonia donde el primer ministro fue obligado a renunciar. En este espejo se miran a su vez los gobiernos de Blair en Inglaterra y Berlusconi en Italia – donde el candidato de centroizquierda Prodi anunció que de llegar al gobierno retiraría el contingente de su país de Irak- y los reiteradas amenazas de nuevos atentados terroristas, fantasma que aqueja también al gobierno conservador de Howard en Australia.
Estas tensiones se han multiplicado por el salto de la guerra de resistencia en Irak donde muchos de los ejércitos aliados enviados no están preparados o dispuestos a tolerar un enfrentamiento de proporciones o hacer frente a la nueva táctica de los insurgentes que tomaron civiles como rehenes con el objetivo de exigir el retiro de las tropas de suelo iraquí. Esto ya ha provocado que de los 37 países que apoyan a EE.UU. algunos como Kajastán decidió retirarse en mayo, Singapur decidió que no va a enviar tropas, otros como Polonia exigen a los EE.UU. una política más flexible que ayude a la pacificación. La situación más delicada es la del gobierno de Japón, que enfrenta la crisis más importante desde que asumió en el 2001, donde la imagen de tres rehenes de nacionalidad japonesa cuestiona la postura del premier Koizumi en un país donde el 85% se opuso a la guerra y al envío de tropas a Irak.
Pero a diferencia de comienzos del 2003, donde la creciente oposición a los Estados Unidos fortaleció a los gobiernos de los países que como Francia y Alemania más se opusieron a la guerra unilateral de Bush, hoy estos se debilitan no tanto por motivos externos sino fundamentalmente por la oposición de las masas a las políticas de austeridad y de recortes presupuestarios sobre las jubilaciones, los empleados públicos y los subsidios al paro. Así Chirac y la coalición de partidos de derecha que lo apoya, tuvieron una derrota electoral espantosa en las recientes elecciones municipales que permitieron el revivir del Partido Socialista, empujado por la suerte de su par español. Por el contrario, en Alemania el socialdemócrata Schroeder pierde aceleradamente respaldo ante la enorme oposición a su política de ajuste que ha dado lugar a manifestaciones masivas en su contra. En otras palabras, la novedad del momento es que tanto en el polo pronorteamericano como en el polo imperialista alternativo se aprecia un creciente debilitamiento de los estados, regímenes y gobiernos.
Este último elemento también está presente en importantes países de la periferia como Brasil, donde el gobierno afronta una grave crisis interna y pierde credibilidad, cayendo la popularidad del propio Lula. A su vez, la tensión y polarización política se desarrolla en regiones hasta no hace mucho consideradas estables como en el sudeste asiático, donde el gobierno surcoreano debió renunciar temporalmente sometido a un proceso de impeachment parlamentario o Taiwán, donde las últimas elecciones fueron calificadas de fraudulentas con un intento de asesinato al actual presidente que consiguió la reelección y el enfrentamiento masivos en las calles de los partidarios de la oposición con las fuerzas del orden.
El gobierno de Bush pierde legitimidad
La enorme una unidad nacional reaccionaria no sólo entre los dos grandes partidos imperialistas sino en la gran mayoría de las masas como consecuencia del horror que generaron los atentados 11/9 era el elemento más conservador de la situación internacional, y constituía el principal punto de apoyo de la política exterior agresiva y de las guerras contra Afganistán e Irak en menos de dos años que lanzó sin grandes obstáculos internos el gobierno de Bush. Aunque este elemento reaccionario persiste, la situación interna de Estados Unidos empieza a ser sacudida por todas las contradicciones de la situación mundial, como demuestran las importantes divisiones que recorren a la élite norteamericana y a su aparato de inteligencia y militar sobre las causas y desarrollo de la ocupación en Irak. Este es el caso del ex asesor de lucha antiterrorista Richard Clarke - en funciones durante las últimas administraciones incluyendo la actual- cuyas denuncias de que Bush no hizo nada para evitar los atentados terroristas del 11/9 obsesionado por el ataque a Irak, ha cuestionado la credibilidad del presidente lo cual puede afectar no sólo su reelección sino también la efectividad actual de su liderazgo en la lucha contra el terrorismo (ver "Algo huele a podrido en... Washington" en LVO 136).
A esto se agregan, cada vez más ocupando el centro de la escena, las opiniones encontradas sobre cómo actuar frente al deterioro de la situación en Irak. El senador republicano Richard Lugar ha planteado postergar la programada transferencia del poder político y la responsabilidad a una autoridad iraquí interina el 30 de junio frente a la negativa de la Casa Blanca. Otros sectores del establishment se aferran a esa fecha con el argumento de que dicho traspaso otorgaría a las tropas de ocupación la legitimidad que hoy carece la autoridad provisoria de Brenner.
Más agudamente a su vez crece la división en el Capitolio y en el país entre los que plantean incrementar la presencia de tropas y fundamentalmente crece el consenso de los que plantean acelerar su retiro.
¿Dejando atras la situacion reaccionaria posterior al 11/9?
El conjunto de los elementos planteados más arriba tienen un sentido inverso a los efectos reaccionarios creados como consecuencia del triunfo norteamericano en Irak el año pasado, que sobre todo después de la captura de Saddam Hussein tenía visos de estabilizarse, como apuntaba el intento de acomodación de las potencias imperialistas que se habían opuesto a la guerra unilateral de Washington debido a la percepción de que Estados Unidos se encaminaba a una consolidación de su poder en este país estratégico de Medio Oriente. Las crecientes tensiones de la alianza de países que apoya a los Estados Unidos en Irak que puede dejar más aislado a este último, las dudas que empañan la credibilidad de Bush y su política de seguridad y fundamentalmente la nueva etapa de la resistencia iraquí como factor determinante, se van ligando cada vez más, comenzando a generar un lento desplazamiento de la relación de fuerzas a nivel internacional hacia una situación transitoria, dejando atrás la situación reaccionaria que vivimos desde el 11/9. En el marco de la intensificación de la crisis de dominio que hemos planteado, un salto en estos elementos como sería una desbandada de los países que apoyan a los Estados Unidos- cuestión que Washington busca evitar a toda costa- o una generalización de la resistencia iraquí, pueden abrir una nueva situación. Las crecientes tensiones y brechas del sistema internacional que se han reabierto plantean la posibilidad de que éstas puedan ser utilizadas por el movimiento de masas con lo que se abriría una situación internacional de carácter más pre-revolucionario.





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