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Internacionales

¿Qué muestran los atentados en Londres?

14 de julio 2005

Es probable que el temor causado por los atentados en Londres favorezca a Blair, al menos en lo inmediato, como ya muestran algunas encuestas de los diarios británicos. El primer ministro usará esto para tratar de aprobar las tarjetas de identificación y otros ataques a las libertades civiles. Los periódicos reaccionarios agitarán el temor y odio contra la comunidad musulmana.
Pero así como Rudolp Giuliani, el alcalde derechista de Nueva York tuvo un rol protagónico en calmar a la población luego de los atentados a las Torres Gemelas, después del atentado del 7/7 es Ken Livingstone, del ala izquierda del Partido Laborista, el encargado de unir a Gran Bretaña y evitar que la gente se pregunte sobre la causa del mismo y eventualmente se manifieste en contra de la guerra de Irak. Este hecho muestra que la situación es potencialmente complicada para la política de Blair que se asoció estrechamente con la ofensiva guerrerista de los Estados Unidos .Esta situación en Inglaterra se da conjuntamente con indicaciones en los Estados Unidos de que hay un creciente escepticismo sobre la efectividad de la “guerra contra el terrorismo” del presidente norteamericano George W. Bush, la iniciativa política que le otorgó sus más grandes niveles de apoyo.
Las razones profundas de esto radican en el error estratégico para la estabilidad del dominio imperialista en general y para el rol hegemónico de los Estados Unidos en particular, que significó la guerra y ocupación de Irak. Mientras la operación de Afganistán contó con un amplio consenso internacional reaccionario, la guerra de Irak no sólo provocó la más grande oposición de las masas del mundo a una guerra de opresión a un país semicolonial sino que dividió a las principales potencias imperialistas aumentando considerablemente la pérdida de legitimidad del dominio norteamericano. En otras palabras, fue una acción por fuera de la relación de fuerzas real del imperialismo norteamericano. Esta intervención, que se preveía como una operación rápida y sencilla, se ha transformado en una guerra larga y costosa en el plano político, económico y militar debido a la persistencia de la insurgencia, donde los EE.UU. están crecientemente perdiendo el control militar y sólo aspiran a mitigar los costos a través de un proceso político aprovechando a su favor las divisiones étnicas del país. A su vez el creciente hostigamiento imperialista en la región da pasto ideológico a nuevas camadas de fanatismo islámico tanto en la región, como en los países centrales donde viven millones de inmigrantes de origen musulmán, que han convertido a los países imperialistas en un nuevo teatro de operaciones de la guerra contra el terrorismo que la guerra de Afganistán e Irak estaban destinadas a alejar como respuestas a los atentados del 11/9/2001 en los Estados Unidos.
El error estratégico de los Estados Unidos en su ocupación en Irak se debe a una falla de matriz en la política imperialista. Hoy día, a comienzos del siglo XXI, y luego de las enormes luchas de liberación nacional que atravesaron el siglo XX, no se puede ejercer una dominación neocolonial como en el pasado, como era el plan inicial del Pentágono de instalar un gobierno títere. Es que a diferencia de un siglo o más atrás, los ocupados ya no son de tradición campesina como las antiguas sociedades agrarias, lo que incrementa las dificultades. Por su parte, la población de las potencias agresoras son cada vez más concientes de cuánto cuestan las ocupaciones en términos de vidas y recursos. Sólo un aplastamiento del movimiento de masas como en su momento provocó el nazismo, o un abroquelamiento reaccionario como el que se dio durante la guerra fría contra la amenaza comunista puede permitir que la población acepte los esfuerzos de guerra en forma duradera. Los ideólogos neoconservadores, subidos al caballo después de la debacle de la Unión Soviética y en una muestra de su arrogancia imperial, soslayaron todos estos aspectos encaminándose a una operación que es cada vez más clara en su carácter aventurero. La endeble justificación de la guerra basada en la existencia de armas de destrucción masiva que resultaron inexistentes y la planificación de virtualmente ninguna oposición de las fuerzas iraquíes,
durante la guerra convencional o a posteriori, son sus errores de cálculos más groseros que todavía están pagando. Como consecuencia de todo esto los Estados Unidos no han alcanzado decisivamente los objetivos estratégicos que buscaban con la ocupación de Irak. El carácter inconcluso de su operación en Irak, le ha licuado gran parte del valor de ocupar este estratégico país de Medio Oriente para presionar a los países vecinos a colaborar en la persecución de Al Qaeda y logrando un reordenamiento regional favorable a sus intereses y los de su enclave sionista , a la vez que se ha diluido el efecto psicológico de demostrar su poderío militar en una región en el cual este no era tan temido, y a la vez de advertir a sus eventuales competidores regionales con aspiraciones mundiales (la Unión Europea, en particular Alemania y Francia; China y en menor medida Rusia) de que los EE.UU. están actuando en serio para ganar un “nuevo siglo americano”.
Estos límites del poderío militar norteamericano post Irak se grafican por el hecho de que ya nadie más habla o usa frases como “la única superpotencia” o la “hiperpotencia mundial” o, digamos, la Pax Americana, otro término que era un lugar común en 2002 y 2003, en el punto más alto de la ofensiva neoconservadora. Por el contrario, la continuidad de la política de Bush puede inflamar más la situación de Medio Oriente y aumentar a mediano plazo la polarización de la situación mundial, acelerando la declinación hegemónica de los Estados Unidos. Esto es lo que preocupa a figuras del establishment de política exterior norteamericano como el ex consejero de seguridad de Carter, Zbigniew Brzezinsky, quien refiriéndose al último discurso de Bush, en Fort Bragg, donde trató de calmar la impaciencia de la población frente a la pérdida de credibilidad de su política militar, comenta: “Pero un mayor aspecto perturbador del discurso fue la ausencia de una discusión seria de los problemas de seguridad regional y su relación con el problema irakí. Esta conexión expone el peligro que los Estados Unidos se arriesgan a convertirse en irrelevantes en el Medio Oriente, mayormente gracias a lo hecho por Bush. Mucho depende en cuan lejos los EE.UU. empuja objetivos poco realistas en Irak. Y en si los EE.UU. se convierten en seriamente comprometidos en el proceso de paz Palestino-Israelí, en como las relaciones de los EE.UU. con Irán son manejadas y en como se lleva a cabo la promoción de la democracia en Medio Oriente”. (“Bush’s hollow fiction of Irak war”, Financial Times, 30/6/2005) . Y más claramente concluye que: “ El relato de ficción de guerra de Estados Unidos contra el terror en Irak fracasa en tomar en cuenta la realidad que el conflicto allí moviliza la hostilidad hacia los EE.UU., que la persistencia del conflicto Palestino-Israelí estimula el odio regional contra los Estados Unidos, que las continuas amenazas de EE.UU. de “cambio de régimen” en Irán endurecen la enemistad iraní hacia el país y que una autoritaria promoción de la democracia plantea el riesgo de legitimar una hostilidad populista hacia ella. Explicando las causas de los fracasos imperiales, Arnold Toynbee los atribuyó en ultima instancia a “un manejo suicida de los asuntos del estado” (“suicidal statecraft”).Por supuesto, el estaba tratando con la historia y no la ficción”. Nadie puede descartar que este sea el camino que están recorriendo los Estados Unidos.

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