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Internacionales

Referéndum revocatorio en Venezuela

NO al imperialismo (que no es un SÍ a Chávez)

13 de agosto 2004

El próximo domingo (15 de agosto) se realizará en Venezuela el “referéndum revocatorio” para decidir la continuidad en la presidencia de Chávez. Este mecanismo está incluido en la Constitución Bolivariana y su convocatoria se produce tras un largo forcejeo con la oposición derechista (recolección de firmas, impugnaciones, comprobación de las firmas ante la justicia, etc.) que se inclinó por recurrir a este mecanismo después de haber fracasado el intento golpista de abril del 2002 y el lock-out (paro patronal y sabotaje petrolero) de diciembre a enero del 2003.
Según las encuestas, el NO lleva una ventaja importante, aunque hay un grueso sector de indecisos. El movimiento a favor de Chávez, sostenido en la participación de numerosas organizaciones populares, parece haber ganado la batalla de propaganda en las calles. Por otra parte, los buenos precios del petróleo, al promover una importante recuperación económica durante este año y el aumento del gasto público, favorecen las posibilidades del Gobierno. De todas formas, la tensión política es enorme, cada voto será duramente disputado hasta el último momento y después del referéndum la nueva situación política no estará exenta de fuertes contradicciones.

Los límites del chavismo y la presión imperialista

Los defensores de Chávez llaman a apoyarlo en nombre de la “revolución bolivariana”. No hay tal. A pesar de sus denuncias contra la oligarquía y el tono más “antiimperialista” en sus discursos, Chávez no ha tocado las posiciones fundamentales de los terratenientes y capitalistas venezolanos ni los intereses de las transnacionales. Todos ellos fueron los impulsores y financistas del golpe de abril 2002. Sigue pagando la deuda externa y abriendo las puertas, incluso en la estratégica industria petrolera, a la colaboración con el capital internacional. Quienes han pagado los costos de la crisis económica y del sabotaje empresarial en los varios años de gobierno chavista han sido los trabajadores, con el encarecimiento del costo de vida y el desempleo masivo. La tierra sigue en manos de los latifundistas y Venezuela, a pesar de sus ingentes riquezas petroleras, padece pobreza y desempleo, porque sigue siendo un país capitalista oprimido por el imperialismo, como el resto de Sudamérica.
Chávez encabeza un tipo de régimen nacionalista burgués que se apoya en la movilización controlada de las masas para regatear con el imperialismo, pero que no es capaz de romper con éste ni aplastar a la reacción interna. Por el contrario, capitula cada vez más ante estos. La dirección chavista sólo puede traer derrotas y frustraciones a las masas venezolanas.
Lamentablemente, la mayor parte de la izquierda le capitula, brindándole un apoyo político más o menos vergonzante, que sólo sirve para impedir a la vanguardia obrera el reagruparse en torno a una política obrera independiente.
Sin embargo, el imperialismo quiere más. Aunque hoy su “táctica” pareciera ser apostar a la estabilidad, aunque eso implique no empujar la caída de Chavez mediante el triunfo del SI (para evitar un enfrentamiento violento que entorpezca el flujo del petróleo venezolano a EEUU) su objetivo central sigue siendo asegurarse el control absoluto del petróleo y el gas venezolanos, junto al desplazamiento de Chávez para escarmentar cualquier veleidad de autonomía en sus semicolonias latinoamericanas. La oposición “democrática”, agente de las pretensiones imperialistas, es apoyada por los empresarios y las clases medias altas que tienen pánico a las masas pobres que están detrás del chavismo. Chávez sigue una política de conciliación con los intereses del gran capital que se expresa en el terreno económico en la apertura a las transnacionales petroleras norteamericanas y europeas y en el terreno político, en la aceptación del propio referéndum revocatorio como terreno para seguir la pugna política, disminuyendo de esta manera los riesgos de un enfrentamiento abierto que pueda dividir el aparato estatal y militar y volcar las masas a las calles, como en abril del 2002.
Si se impone el NO, sería una nueva derrota de los aliados venezolanos de Bush aunque Chávez intentará utilizarlo para fortalecer su rol bonapartista, como árbitro de la situación venezolana. Pero si triunfara el SÍ, el desplazamiento de Chávez significaría una victoria política de la derecha proimperialista.

Nuestro NO, no es un SÍ a Chávez

Por eso, sin dar el más mínimo apoyo político al gobierno nacionalista burgués de Chávez, sin dejar de denunciar ni por un momento su verdadero carácter, los trotskistas nos pronunciamos por votar “NO” críticamente, un NO a la oposición y al imperialismo, que no es de ninguna manera un “SÍ” a Chávez.
Alertamos a los trabajadores venezolanos contra los planes del propio Chávez, que tratará de utilizar su triunfo en las urnas para avanzar en la búsqueda de acuerdos con empresarios e imperialistas y reforzar su control sobre las masas. Llamamos a los trabajadores y la juventud venezolana a no depositar la menor confianza en Chávez, a movilizarse por sus demandas impostergables: el salario, empleo genuino, la tierra, la vivienda y los servicios sociales, por el no pago de la deuda externa y la ruptura con las transnacionales, a tomar en sus propias manos y con los métodos de la clase obrera la lucha contra los empresarios y terratenientes y contra la oposición reaccionaria, a sacar todas las conclusiones de su experiencia bajo el gobierno de Chávez y poner en pie una corriente obrera revolucionaria, independiente del chavismo, pues sólo la clase obrera puede acaudillar hasta el final la lucha de la nación oprimida contra el imperialismo.

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