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Internacionales

Francia

Los secundarios indican el rumbo

6 de abril 2005

Hace ya más de dos meses que los secundarios en Francia vienen participando del poderoso movimiento social contra el gobierno derechista de Raffarin. En un clima de luchas bastante movido, marcado por una oleada de peleas salariales locales y las grandes marchas obreras de febrero y marzo donde marcharon los secundarios junto a los trabajadores del sector público y privado, la vanguardia liceísta prosigue con el movimiento iniciado a mediados de febrero contra el plan Fillon de reforma de la Educación Pública.
Semana a semana, la movilización liceísta creció. A diferencia del último movimiento del ‘98, la oleada fue arraigándose masivamente, llegando a movilizar 160.000 secundarios el 8 de marzo. Aunque FIDL y UNL, los dos sindicatos liceístas burocráticos y minoritarios vinculados al PS, lograron contener al combativo movimiento –en gran parte gracias a la ausencia de política por parte de la izquierda- se podía sentir que las movilizaciones dejaban entrever grandes potencialidades y podían virtualmente rebasar a las autoproclamadas direcciones. El movimiento no sólo unía a la juventud escolarizada más acomodada y a los sectores más plebeyos sino que participó de las marchas obreras de marzo. En este sentido, el gobierno temía que los liceístas, actuando como caja de resomancia social, lograran cristalizar tanto el malestar escolar y estudiantil como el malestar social de la juventud trabajadora y desocupada de las banlieues. Para evitar esto, las direcciones sindicales, confederales y docentes, dejaron a los liceístas aislados, el gobierno votó apresuradamente la ley Fillon el 24 de marzo y FIDL y UNL hicieron de todo, luego de las marchas del 15 de marzo, para desmovilizar a los secundarios mediante la organización de un referendum tramposo.
Pero la vanguardia liceísta no se dio por vencida. Varios miles de secundarios mostraron que querían seguir con el movimiento hasta la abrogación de la ley Fillon. Volvieron con acciones inéditas en Francia desde el ‘68, como el bloqueo de los institutos mediante piquetes y en algunos casos la ocupación de los liceos o de los rectorados. Estas acciones son sintomáticas de una subjetividad combativa fuerte, pero también fueron llevadas adelante gracias a las distintas coordinadoras locales, que se construyeron retomando el camino del ‘98 e impulsadas por grupos minoritarios de la extr˜ême gauche, y también gracias a la coordinación nacional de la cual se dotó la vanguardia.
El 2 de abril, la vanguardia liceísta de todo el país se sumó, con sus reivindicaciones, a las marchas llamadas por la burocracia docente por la defensa de la Educación Pública –ya no por la abrogación de la ley-, de las cuales participaron alrededor de 45.000 personas. Mientras que era previsto que estas marchas indicaran el final del movimento liceísta y la vuelta al centro del escenario de la burocracia, la vanguardia demostró que contaba en sus filas a miles de secundarios combativos.
Pero la burocracia también tenía otras intenciones. No sólo silenciar la reivindicación central de la vanguardia –la abrogación de la ley Fillon- sino tratar de instrumentalizar las marchas para convertirlas en movilizaciones por el “no” en vistas del referendum sobre el tratado constitucional del 29 de mayo. Mientras que los partidarios del “sí” de la ex gauche plurielle dicen que hay que esperar la alternancia y las elecciones del 2007 para terminar con Chirac, los partidarios del “no” que provienen de las mismas filas del ex gobierno Jospin pregonan que el “no” representaría una derrota para Chirac y Raffarin. Tanto los unos como los otros se esmeran en neutralizar con un perfil más o menos combativo el filo de las últimas movilizaciones, tanto obreras como juveniles, llevándolas al callejón sin salida de unas elecciones tramposas organizadas a un mes de las vacaciones de verano, un período que marca en Francia el final de la temporada social y durante el cual el gobierno Raffarin logró derrotar a los docentes en el 2003 y a los electricistas y gasistas el ano pasado.
Pese a todo, el movimiento de bloqueos y ocupaciones proseguía a pesar de la pasividad de la burocracia traidora y la represión policial –hoy por hoy, una docena de liceístas, cabecillas del movimiento, están procesados-. Concientes de los límites de estas acciones radicalizadas pero minoritarias, muchos delegados destacaban durante la coordinadora nacional semanal, el papel nefasto de la burocracia y la necesidad de que los sindicatos docentes y no docentes llamen a una huelga total de la enseñanza para romper el cerco del aislamiento, única alternativa para luchar por el retiro de la ley Fillon y doblegar por ende el gobierno.
Aunque prosigue con menos intensidad, el movimiento liceísta perdura y se está convirtiendo, para la joven vanguardia que despierta a la vida política, la misma que participó de las marchas antiguerra del 2003, en una palestra de acción práctica y política. Con todos sus límites, esta vanguardia juvenil señala el rumbo que tendríamos que seguir los trabajadores: exigencia a la burocracia sindical para que llame a un movimiento de conjunto -el famoso “tous ensemble” reivindicado por los trabajadores desde el ‘95- pero sobre todo autoorganización y coordinación antiburocrática local y nacional para garantizar las acciones decididas y llevar adelante el movimiento. Si las corrientes más importantes de la extr˜ême gauche –en particular LO y la LCR- contribuyeran en organizar este movimiento con enormes potencialidades en vez de desconsiderar sistemáticamente cualquier movimiento juvenil o pasarse el tiempo llamando a votar “no” en pos del referendum a finales de mayo, la vanguardia liceísta podría actuar como un elemento dinamizador de las movilizaciones sociales, las únicas capaces de doblegar el gobierno derechista actual y levantar un programa alternativo a los proyectos políticos de la ex gauche plurielle –tanto antiobreros como los de Raffarin- que tan bien conocimos cuando estaba en el gobierno.

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