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Un adelanto de la revista Lucha de Clases

Los intelectuales (a)críticos del kirchnerismo

12 de noviembre 2004

Las jornadas revolucionarias de diciembre del 2001 asestaron un duro golpe al espectro de intelectuales que había sido hegemónico desde la vuelta de la democracia. Aquel núcleo socialdemócrata-liberal que se había constituido a la salida de la dictadura en torno de la revista cultural Punto de Vista, junto con los ex miembros de la revista Pasado y Presente devenidos alfonsinistas “convictos y confesos”, luego impulsores de la Alianza, sintió quedarse sin tierra bajo sus pies, mientras veían estallar la trama institucional de la cual había sido conciencia teórica.
El ascenso del gobierno de Kirchner ha dado un impulso a este proceso de desagregación de los intelectuales de centroizquierda, del cual han surgido nuevos reagrupamientos.
En la actualidad el desplazamiento del núcleo social-liberal ha sido acompañado por el “ascenso” de aquellos intelectuales provenientes del peronismo de los setenta, que a la vez que ensayan una crítica del progresismo republicano se ubican como consejeros discursivos y culturales del gobierno kirchnerista.
En este sector de intelectuales hay, a diferencia de los antes mencionados, una mirada más favorable hacia los ‘70, la cual convive con un posibilismo que si bien se postula como crítico del progresismo gorila, no propone más que una expropiación en clave peronista de los postulados de éste.
De esta forma el dualismo de “setentismo” y posibilismo los deja siempre en situaciones “incómodas”, en las cuales las posiciones de Sarlo (directora de Punto de Vista) actúan como una suerte de posicionamiento en última instancia compartido implícitamente contra la izquierda marxista revolucionaria.
De todas formas no debemos confundirnos, en su desgarramiento guardan una fuerte continuidad; tanto en los 70’s como en la actualidad se referenciaron en una corriente que consideraba a la clase obrera “columna vertebral” del movimiento nacional pero no sujeto efectivo de la revolución social. Esta hostilidad hacia la independencia de la clase obrera es el fundamento histórico e ideológico de esta extraña autonomía de los intelectuales muy notoria respecto del movimiento de masas pero inexistente frente al gobierno de Kirchner.
Horacio González ocupa el cargo de vicedirector de la Biblioteca Nacional y Nicolás Casullo forma parte de su consejo de asesores. Ambos son reconocidos docentes universitarios, provenientes de la JP. González rompió con Montoneros tras la muerte de Rucci y militó entre los fundadores de la JP Lealtad, mientras Casullo permaneció en Montoneros hasta que fue expulsado por diferencias políticas frente al pasaje a la clandestinidad. Ambos se han dedicado desde el ascenso de Kirchner a una doble operación ideológica: atacar a la centroizquierda “por izquierda” en temas como el acto de la ESMA y atacar a la izquierda “por derecha” utilizando los argumentos de la centroizquierda antes aludida.
Desde esta ubicación Horacio González califica como tributarios de un “modelo de guerra” a aquellos que de una forma u otra sostienen la necesidad de que el movimiento obrero y popular mantenga su independencia respecto del gobierno (aunque no siempre del Estado), en lugar de integrarse en el marco común de la política “nacional”, que consiste en el fortalecimiento del peronismo y por ende de su control sobre el movimiento obrero para recomponer la normalidad institucional.
Beatriz Sarlo, ex maoísta convertida al liberalismo, identifica la revolución con la “barbarie”, González identifica la lucha de clases con la “guerra” ¡Se ha formado una pareja!
Otro tema abordado en forma recurrente por Casullo será el del rol de los intelectuales. Aquí a la figura del “intelectual crítico” que ejerce una “disconformidad intelectual” frente a los “múltiples ismos políticos” se unen una serie de lugares comunes como la “crisis del marxismo”, “el fin del proletariado” y demás tópicos de todos aquellos que consideran agotada toda idea de revolución social pero consideran muy actual la perspectiva reformista desde la gestión estatal a pesar de la escasa predisposición de los capitalistas a poner en marcha el programa (si es que tal cosa existe) redistribucionista.
Trotsky escribió que las revoluciones desnudaban las raíces sociales de las ideologías. Lo contrario sucede con las grandes derrotas.
De esta manera, aquellos que durante los ’70 extrajeron sus principales herramientas teórico-políticas de un imaginario incapaz de ir más allá del stalinismo y el peronismo, transforman el ocaso de éstos en la prueba contundente de que no es posible derrotar al imperialismo y la burguesía. Tal es el caso de Casullo, mucho más incómodo con los llamados de Lenin a la unidad de intelectuales y clase obrera que con el dominio del PJ sobre ésta.

Lucha de Clases

Contra estos “intelectuales (a)críticos” del kirchnerismo debatimos en el Nro. 4 de Lucha de Clases. Pero no pensamos que en este debate empezamos de cero. Por el contrario reivindicamos críticamente los aportes de los trotskistas argentinos, que pensaron la problemática de la liberación nacional en clave marxista, estudiaron las características especificas de la dependencia argentina y cuestionaron desde sus fundamentos los mitos de la historiografía liberal como de la revisionista, sentando las bases elementales para una interpretación marxista, es decir independiente de todos los proyectos burgueses semicoloniales, de la historia nacional.
Desde este punto de vista los trabajos sobre historia argentina de Milcíades Peña (Historia del pueblo argentino) y Nahuel Moreno (Método de interpretación de la historia argentina) y los estudios de Milcíades Peña sobre la biografía de la burguesía industrial argentina, sus relaciones con el imperialismo y el concepto de pseudoindustrialización, que explica el carácter complementario que la industrialización argentina jugó respecto de la concentración de las tierras y la dependencia de los capitales imperialistas; junto con los trabajos de Liborio Justo como Nuestra Patria Vasalla a los que se suma una lúcida defensa de la necesidad de la integración argentino-brasileña en clave socialista. Todos estos trabajos son un necesario punto de partida para todo aquel que quiera discutir la realidad nacional desde el marxismo internacionalista, respecto del cual los propios trotskistas argentinos no siempre estuvieron a la altura por las limitaciones de un punto de vista teórico, político y estratégico demasiado acotado a los marcos nacionales.
En estrecha colaboración con Estrategia Internacional, Lucha de Clases se propone avanzar en recuperar críticamente ese legado superando sus limitaciones teóricas y políticas, apostando a la recreación del marxismo revolucionario en el terreno de los debates teóricos y políticos que atraviesan la tradición nacional y reivindicando la necesidad de construir una intelectualidad marxista revolucionaria orgánica de la clase obrera.

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