logo PTS

Internacionales

Jornada de lucha en Francia

17 de marzo 2005

El 10 de marzo entre 560.000 y 1.040.000 personas (según la policía o los sindicatos, respectivamente) manifestaron en toda Francia contra la derogación de las 35 horas de trabajo semanales y por aumento de salarios. A diferencia de la jornada del 5 de febrero, que fue un día sábado, en esta oportunidad quien quisiera manifestar debía hacer huelga. Esta tuvo un acatamiento importante en el sector público, que en Francia incluye los servicios ferroviarios y de subtes, la electricidad, el gas, agua, además de los docentes o empleados públicos. Pero lo más llamativo fue que en esta oportunidad pararon y manifestaron importantes delegaciones de trabajadores del sector privado, del sector más concentrado de la industria. En los días precedentes había debido renunciar el ministro de Economía Hervé Gaymard (delfín de Chirac en el gabinete), porque después de decir que “no iba a permitir desperdicios en el gasto” se descubrió que el gobierno le pagaba el alquiler de un departamento que costaba …14.000 euros!!!, no obstante el ex ministro tenga una gran cantidad de propiedades inmuebles. Este hecho revivió la idea de que la camarilla de Chirac, no sólo son los siervos de la patronal, sino que tienen un carácter corrupto y que regularmente saltan escándalos por “desviación” de fondos, lo que ayudó a subir la temperatura social.

Sin embargo, el 10 de marzo fue una jornada de lucha muy “atípica”. En realidad, para ese día, formalmente no había ninguna huelga convocada por alguna central sindical, sólo una manifestación. Para decirlo con todas las letras: la burocracia sindical, en ninguna de sus variantes, había convocado a una huelga general (o generalizada) para ese día, ni a nivel nacional ni por ramas. Ni siquiera convocaron a asambleas. Sucedió que los que hicieron huelga fue porque el estado de ánimo en su sector, o incluso en su establecimiento, empujaba a la lucha. Y no obstante el boicot y la inacción de la burocracia, importantes delegaciones de trabajadores del sector privado, de fábricas en conflicto, hicieron huelga y participaron de la marcha. El resultado fue que hubo cerca de un 30% de huelguistas en el sector público (destacándose los docentes y los trabajadores del metro), y un impreciso pero importante número de fábricas con huelgas parciales. Entre estas últimas se destaca la Peugeot-Citroen (PCA).

La patronal había concentrado la producción que se hacía en 5 días para que se haga en 4, aumentando los ritmos de trabajo y dejando un día pagado al 60%. A esto se sumaba que la patronal les negaba la jubilación a trabajadores marroquíes y de Mali, porque la administración colonial francesa de aquel entonces no les había escrito la fecha de su nacimiento. Los trabajadores hicieron marchas internas para sumar a los indecisos, pese a las presiones de la dirección. Pero la decisión de seguir la huelga por tiempo indeterminado se tomó después de que un delegado de base entró a la negociación con la patronal con un micrófono inalámbrico en su bolsillo. El resto de los trabajadores escuchaba afuera a través de parlantes. Cuando sintieron lo que decía la patronal y los sindicatos amarillos, decidieron rápidamente endurecerse. Pese al aislamiento en la que fueron dejados los trabajadores de PCA la lucha aún continúa. Esta lucha tiene un gran valor simbólico, ya que es una fábrica de la periferia parisina, con un componente obrero multirracial, que expresa a la nueva clase obrera francesa. Por otro lado, vale recordar que en Francia dentro del sector privado (la industria y el comercio) la mayoría de los trabajadores no hacen huelga desde 1968. En el caso de esta fábrica, la última huelga había sido en 1984. Más allá del resultado puntual de esta lucha, lo que se empieza a entrever es un nuevo estado de ánimo de combate entre los trabajadores franceses.

Al mismo tiempo, la lucha de los estudiantes, es otro síntoma del malestar social. Si bien ha decrecido en la última manifestación (varias decenas de miles en toda Francia el 15/3), la aparición de los estudiantes secundarios en escena es una caja de resonancia de la falta de perspectivas de las nuevas generaciones que no ven una salida al finalizar sus estudios, ya que sus padres están cada vez en peores condiciones para mantenerles sus estudios universitarios.

El gobierno sintió el golpe y ha advertido el estado de ánimo de combate. En los próximos días se espera una oferta del gobierno para abrir negociaciones por los salarios, ya que el mismo primer ministro Raffarin reconoció que las principales empresas “han hecho importantes dividendos este año” (Libération, 15/3). Aún según las estadísticas oficiales, el poder adquisitivo del salario se redujo en un 0,5%, pese a que “la percepción de la calle” es de un deterioro mayor. También según cifras oficiales ya hay 900.000 personas que cobran el RMI, un mísero subsidio de alrededor de 400 euros, que es absolutamente insuficiente para satisfacer necesidades básicas. Pero el gobierno es capaz de ceder un poco en cuanto a los salarios, para no ceder en lo fundamental: la derogación de la semana laboral de 35 horas, lo que permitiría degradar de forma considerable los derechos de los trabajadores y reforzaría ulteriormente los de los patrones.

La burocracia sindical sabe que el presidente Chirac hizo una apuesta muy fuerte convocando a un referéndum por la aprobación del Proyecto de Constitución europea (redactado principalmente por el ex presidente francés Giscard), y presiona por abajo amanazando con llamar a votar “No”. Saben que si fracasa el referéndum en Francia, se reabre la discusión sobre cómo reorganizar la Unión Europea en su conjunto con resultados imprevisibles. Y también saben que la extrema derecha euroescéptica ya garantiza una gran cantidad de votos por el “No”. Y sumado al clima social que crea rechazo a cualquier proyecto oficial dicen “hace falta ir más allá. Hasta el No en el referéndum” (dirigente anónimo de la CGT a Libération del 11/3). Pero esto es una nueva trampa: más allá de lo reaccionario que es el Proyecto de Constitución, el voto “No” no resolverá ninguno de los problemas de los trabajadores de Francia. No hay ningún “super-imperialismo de Bruselas” que le imponga el neoliberalismo a la potente Francia, es la misma burguesía francesa la que ataca a sus trabajadores.

Por eso el camino es el inverso: no hay que desviarse en trampas electorales, hay que preparar la huelga general. En Francia existe una potente “extrema izquierda” con varios miles de militantes y una importante inserción en el movimiento obrero: los partidos Lucha Obrera y la Liga Comunista Revolucionaria, y en menor medida el Partido de los Trabajadores. Asimismo existe un importante sindicato “alternativo”, SUD Solidaires, que cuenta con cerca de 100000 inscriptos. La FT-CI tiene grandes diferencias con la práctica política y sindical de estas organizaciones. Pero hoy en Francia estas organizaciones tienen una gran responsablidad. Juntos podrían llamar a asambleas en todos los lugares de trabajo para imponerle a las direcciones sindicales la convocatoria a una huelga general para tirar abajo al plan económico de Raffarin y las patronales. De darse este frente de lucha se dotaría de una perspectiva a los millones de trabajadores que buscan acabar con los ataques del gobierno y los patrones, y se podría enfrentar en mejores condiciones a la traidora burocracia sindical de la CGT-FO-CFDT, que intentará llevar estas jornadas de lucha a la derrota.

Prensa

Virginia Rom 113103-4422

Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

Temas relacionados: