La crisis política que sacude Brasil empezó a afectar más directamente a Lula. Las últimas encuestas mostraron una significativa caída en su popularidad y algunos datos incluso colocan al candidato opositor Serra como favorito para las elecciones de 2006. Ni siquiera el todopoderoso ministro de Economía Palocci es inmune a las acusaciones, y también se ve involucrado en los escándalos de corrupción, provocando temores en los mercados.
El PT y los demás partidos burgueses quieren resolver la crisis con impunidad para los corruptos y continuar implementando los ataques neoliberales contra la clase trabajadora y el pueblo pobre.
El PSTU, que reúne gran parte de los sindicatos antigubernamentales y antiburocráticos en la Conlutas, venía ubicándose como “ala izquierda” de los sectores burgueses que pedían el juicio político para Lula. En las últimas semanas, este partido pasó abruptamente y sin ninguna autocrítica a una política abstracta, de ultra izquierdismo antiparlamentario, dando un ultimátum a la clase obrera para que prepare una huelga general y haga una revolución obrera y socialista. El PSOL, que canaliza el espacio electoral de descontento con el gobierno de Lula, a través de la figura de la senadora Heloísa Helena, defiende que el Congreso convoque un plebiscito para revocar el mandato de Lula y en seguida realizar nuevas elecciones generales, ubicándose como integrante del podrido régimen de dominio que vivimos hoy. Ambas alternativas, mientras no se desarrollan procesos de movilización y radicalización políticas en las masas, no hacen más que fortalecer la elección de Serra para el año 2006.
Contra las salidas reaccionarias que quieren imponer los partidos dominantes, de impunidad y más neoliberalismo, sin tener que esconder las divergencias que existen entre ellos, el PSOL y el PSTU deben poner el peso sindical de la Conlutas y el peso parlamentario de Heloísa Helena al servicio de la construcción de un Polo que exija a los sindicatos, la CUT y el MST romper con el gobierno y luchar por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, que no sólo garantice la investigación y el castigo de los corruptos, sino que comience a discutir el hambre, el desempleo, el salario, la tierra y la entrega, es decir, los grandes problemas del país.
Una Asamblea con miles de diputados, electos proporcionalmente según la población de cada lugar, revocables y que ganen lo mismo que un obrero, que garantice que las masas oprimidas impongan su fuerza y decidan las medidas necesarias para salir de la crisis.