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Medio Oriente

Escalada israelí contra el pueblo palestino

23 de septiembre 2003

Estado terrorista
El 6 de septiembre, a pocas horas de la renuncia del ministro Abbas, Israel intentó asesinar al Ahmed Yassin, líder espiritual de Hamas, y declaró una “guerra total” contra esta organización islámica radical, transformando a todos sus dirigentes en “blancos legítimos” de las tropas sionistas. Unos pocos días después, el gabinete de seguridad israelí anunció públicamente sus intenciones de deportar, exiliar o incluso asesinar al presidente de la Autoridad Palestina y dirigente histórico de la OLP, Yasser Arafat, al que mantiene confinado en sus oficinas de Ramallah bajo sitio militar desde hace más de un año y medio.
Los periódicos israelíes discuten abiertamente la conveniencia o no de llevar a cabo este asesinato. El diario Jerusalem Post publicó una editorial que tituló sin ningún eufemismo “Matar a Arafat”, donde plantea que “La muerte de Arafat a manos de Israel no radicalizará la oposición árabe, sino que tendrá más bien el efecto opuesto. La actual jihad (guerra santa) contra nosotros está alimentada por la percepción de que Israel está evitando emprender acciones decisivas para defenderse (...) Matar a Arafat, más que cualquier otro acto, demostraría que el uso del terror es inaceptable, incluso en el nombre de un estado palestino.” Y siguiendo esta lógica criminal concluye que “debemos asesinar tantos dirigentes de Hamas y Jihad Islámica como sea posible, lo antes posible, intentando minimizar los daños colaterales pero sin permitir que esto nos detenga. Y debemos asesinar a Arafat, porque el mundo no nos deja otra alternativa”. (Jerusalem Post, 10-9-03).
El gobierno de Bush que viene apoyando la política criminal de Sharon, se opuso tácticamente a la expulsión o asesinato de Arafat porque teme que esto tenga consecuencias impredecibles y complique aún más la situación de por sí ya inestable de la ocupación imperialista de Irak. Pero que lo considere inmediatamente inadecuado o peligroso no implica que desapruebe el intento de Sharon de hacer desaparecer de escena a Arafat, lo que quedó en evidencia con el veto norteamericano en las Naciones Unidas a una resolución que tímidamente planteaba la protección del líder palestino, por considerar que no priorizaba la “seguridad” del estado de Israel frente a la resistencia palestina y responsabilizó una vez más a Arafat por el fracaso de la “hoja de ruta”.
Aunque el gobierno israelí no le puso fecha a una acción militar contra Arafat y trató de disminuir sus alcances efectivos, se ha reservado el derecho de “remover” al presidente palestino en el momento y con los métodos que considere apropiados.
El problema central del gobierno de Sharon es que luego de combatir brutalmente durante casi tres años la Intifada, no ha logrado garantizar la “seguridad” del estado sionista, que sigue siendo blanco de ataques de la resistencia palestina.
El colapso de la “hoja de ruta”
La “hoja de ruta”, impulsada por Estados Unidos luego de su triunfo militar en Irak, buscaba imponer una solución proisraelí reaccionaria al conflicto en Medio Oriente que enterrara para siempre las justas aspiraciones nacionales del pueblo palestino. El corazón del plan era lograr derrotar la resistencia palestina, desarticulando a sus organizaciones más radicalizadas –principalmente Hamas, Jihad Islámica y las brigadas armadas del movimiento nacionalista Fatah. Para esto Estados Unidos e Israel, acompañados por la presión de los gobiernos árabes y de la Unión Europea, impusieron un “cambio de régimen” en la dirección palestina, reemplazando a Arafat por Mahmud Abbas, una figura de segundo orden y sin popularidad, pero que tanto el imperialismo como el estado de Israel consideraban un interlocutor válido por su “flexibilidad” y su compromiso de “terminar con la Intifada”. Pero Abbas no tuvo la capacidad ni la relación de fuerzas para hacer el trabajo sucio de “resolver los problemas de seguridad” del estado de Israel, es decir, enfrentar y desarmar la resistencia palestina, reprimir a su propio pueblo y lograr que éste acepte la solución humillante de la “hoja de ruta” dictada por Estados Unidos e Israel, renunciado a la autodeterminación nacional, a los derechos de los refugiados a retornar a sus tierras y aceptando la imposición de un mini-estado, sin continuidad territorial y bajo control israelí. Ni siquiera Arafat pudo llegar tan lejos en sus concesiones. Esto abrió una crisis en la dirección palestina que llevó a la caída del gobierno de Abbas. Ahmed Qureia, el nuevo primer ministro palestino, fue uno de los arquitectos de los acuerdos de Oslo y es conocida su disposición “negociadora”, pero a diferencia de Abbas no está enfrentado con Arafat ni busca desplazarlo, sino que por el contrario goza de su confianza.
La amenaza de Israel contra Arafat ha fortalecido hasta el momento su posición interna. Según el diario Haaretz “Probablemente el único tema que preocupa a la dirección palestina es el destino de Yasser Arafat. Esto no es sólo preocupación por el hombre que ha simbolizado a la nación palestina por décadas, sino por la propia existencia del gobierno semiindependiente que el movimiento nacional palestino había logrado en los acuerdos de Oslo”. Esta preocupación no sólo aglutinó al conjunto de la oposición alrededor de Arafat, desde Hamas, que ha pasado a la clandestinidad ante la declaración de guerra de Israel, hasta a opositores moderados, sino que ha “ha disparado una campaña que tiene un alcance sin precedentes, que ha continuado ininterrumpidamente en la Franja Occidental, Gaza y la comunidad palestina en el exterior para evitar que Israel lleve adelante su decisión de remover a Arafat”. (Haaretz, 19-9-03).
La ofensiva israelí indignó a la población palestina, que aunque ha perdido la confianza en Arafat por sus repetidas concesiones a Israel y Estados Unidos, comprende que Sharon simboliza en el ataque a la persona de Arafat un ataque a su justa lucha de liberación nacional. Arafat por su parte está pagando el precio de haber confiado en el imperialismo norteamericano y en los procesos de negociación, llevando a su pueblo a un callejón sin salida.
La situación abierta con el colapso de la “hoja de ruta” se suma a la inestabilidad que atraviesa la región, marcada por el resultado incierto de la postguerra iraquí.
Junto con la resistencia y la hostilidad de la población de Irak contra la colonización de su país, la causa palestina es una fuente de inspiración para el conjunto de las masas árabes, que simpatizan con su heroica resistencia y repudian a sus reaccionarios gobiernos proimperialistas. Más que nunca es necesaria la unidad de las masas de la región y de los trabajadores y los oprimidos del mundo en apoyo de la lucha de liberación nacional palestina y por la expulsión inmediata del imperialismo de Irak y de Medio Oriente.
 

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