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Neuquén

PERIODICO 8300 de NEUQUEN

Ellos se atrevieron

Hace 90 años se produjo en Rusia la gran revolución que marcaría a fuego al siglo XX. Un intento real y concreto por parte de las masas trabajadoras de disputarle el poder a la monarquía zarista e instaurar así una democracia socialista. Dos compañeros de la Casa Marx y el Instituto del Pensamiento Socialista de Neuquén destacan las enseñanzas de este movimiento popular.

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14 de noviembre 2007

Hace 90 años se produjo en Rusia la gran revolución que marcaría a fuego al siglo XX. Un intento real y concreto por parte de las masas trabajadoras de disputarle el poder a la monarquía zarista e instaurar así una democracia socialista. Dos compañeros de la Casa Marx y el Instituto del Pensamiento Socialista de Neuquén destacan las enseñanzas de este movimiento popular.

“La revolución es, para nosotros, ante todo, la intervención
violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos”
Trotsky

El escenario

Rusia, ocupando 1/3 del territorio de Asia y con 150 millones de almas, había quedado rezagada con respecto a occidente, su agricultura era semifeudal: la nobleza terratenientes explotaba a un campesinado sin tierras que abarcaba 3/4 de la población. La dinastía de los Romanov combinaba el absolutismo (los derechos políticos eran casi nulos) con la represión sangrienta. Frenada por el lastre feudal, la industria se desarrolló como un apéndice del capitalismo extranjero o bien como la actividad de algunos terratenientes aislados. Saltándose el camino que en Europa va del artesano a la manufactura, la industria tuvo desde sus inicios medidas gigantescas: San Petersburgo, Moscú y otros centros concentraban en sus fábricas una clase obrera de 20 millones de personas. Por otro lado, la participación de Rusia en la 1° Guerra Mundial, que sobrepasaba sus fuerzas, fue la carta del zarismo para mantener sus objetivos imperiales, como socio menor de Inglaterra y Francia.

Los actores
La burguesía era política y socialmente débil, privada de relaciones sociales y políticas en las cuales apoyarse, su expresión era el partido Demócrata Constitucional (KDT’s). Ésta había rehuido de la tarea que permitió a su hermana europea erigirse en clase dominante: hacer una revolución burguesa anti-feudal. Lo había demostrado durante la Revolución de 1905, en la que se había unido a la reacción.
El campesino soportaba bajo sus espaldas a la nobleza y tenía que lidiar con la burguesía agraria y los campesinos acomodados. La tendencia que lo representaba era el populismo. La guerra había vestido a los campesinos con uniforme de soldado y el zar los entregó como carne de cañón: las familias campesinas tributarán 2,5 millones de vidas a la guerra, e igual número de heridos y presos. En las trincheras, cubierto de sangre y lodo, el campesino se verá obligado a pensar en su condición, con las armas en la mano…
La clase obrera había sido educada en la ruda escuela del zarismo; la experiencia de 1905 y la existencia de una fuerte tradición marxista, encarnada en el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, habían templado una amplia vanguardia. Los Soviets (consejos), nucleaban a las masas obreras por encima de las diferencias gremiales, con plena libertad de tendencias obreras y la revocabilidad de sus miembros, organizados por unidad de producción. En el marxismo se habían distinguido dos corrientes: los bolcheviques, dirigidos por Lenin y los mencheviques.
Para los mencheviques la tarea de la revolución era la instauración de un régimen político democrático burgués, con lo cual entendían que rol dirigente le cabía a la burguesía y a los socialistas el de oposición parlamentaria. Para Lenin la burguesía había demostrado no ser revolucionaria y el problema central era la reforma agraria, promovía un bloque obrero-campesino contra el zarismo y la burguesía liberal, que barriera con el atraso zarista y feudal. León Trotsky acordaba con Lenin respecto a la burguesía y a la reforma agraria, sin embargo no creía que los campesinos jugaran un papel independiente. Ese rol le cabría, por su peso social y tradición, a los obreros que, levantando las demandas campesinas, acaudillarían a las masas rurales. Así, detentando el poder político, no se detendrían ante la propiedad privada e iniciarían el camino del socialismo, dándole un carácter permanente a la revolución.

El drama

Lo que empezó como una revuelta de las obreras textiles peterburguesas el 23 de Febrero, en cinco días, dio por tierra con el zarismo. ¿La clave? La unión de la clase obrera y la descomposición del ejército, que permitió el armamento de las masas. El resultado fue el poder dual: aquí, los obreros y soldados, los soviets, allá, la burguesía, apoyada por los populistas y conciliadores. El camino a octubre está plagado de “gabinetes” que son derribados por las masas: primero con las “jornadas de abril”; segundo, las “jornadas de julio”, experiencia que va a deparar una dura derrota; tercero, enfrentando la contrarrevolución de Kornilov; cuarto y último, con los bolcheviques que consolidan su mayoría en el frente, en el campo y en las capitales y organizan la toma del poder. En esto fue decisiva la política de Lenin que, con sus Tesis de Abril, planteó el horizonte de “Todo el poder a los soviets”, asumiendo en los hechos el punto de vista de Trotsky. Dando una dura lucha política, contra un importante sector de viejos cuadros y dirigentes, convenció al partido de que el momento de tomar el poder había llegado. Trotsky organizó los aspectos político-militares de la insurrección. Todo era cuestión de tiempo... y de mantener la iniciativa.

El desenlace
Entre el 24 y 26 de Octubre se desarrollo la insurrección, dando como resultado el poder de los obreros y campesino. El segundo Congreso de los Soviets de toda Rusia declara caduco al gobierno provisional y asume el poder del Estado. El nuevo gobierno soviético de los bolcheviques, en alianza con los SR “de izquierda”, resuelve dos cuestiones: un llamado a la paz dirigido a los gobiernos y a los pueblos de todos los países; y la abolición de la propiedad terrateniente y el reparto de las tierras.

Epílogo
Una conclusión que se impone: revoluciones y procesos revolucionarios hubo y habrá. El problema es cómo prepararse, anticiparse y condicionar su triunfo. Esta perspectiva leninista, de preparación conciente de un sólido partido revolucionario, enraizado en las masas trabajadoras, con una sólida fusión entre los marxistas y los obreros revolucionarios, con una táctica y estrategia probada en la lucha, es, para nosotros, la enseñanza central de la Revolución Rusa.

Prensa

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