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Internacionales

Irak

Crece la resistencia

29 de noviembre 2003





La escalada de atentados de la resistencia iraquí contra las tropas de ocupación, con el consiguiente aumento en el número de bajas de soldados norteamericanos, ha complicado seriamente la política de Estados Unidos para la “estabilización” de Irak. Durante la última semana el gobierno de Bush dio un giro en su política para intentar encontrar una “estrategia de salida” a la postguerra iraquí, antes de que la ocupación militar de ese país se transforme en una pesadilla. Pero esta crisis no implica de ninguna manera que esté en los planes de Bush retirarse de Irak, lo que sería desastroso para el imperialismo no sólo en la percepción de Estados Unidos en Medio Oriente sino en todo el mundo. Sin embargo, los costos de esta política agresiva van en aumento. Los atentados contra blancos occidentales en países del mundo árabe y musulmán aliados de Estados Unidos, como Marruecos, Indonesia o Arabia Saudita, han llegado a las puertas mismas de la Unión Europa. Turquía, que tiene una importancia clave para el imperialismo norteamericano y es el único país musulmán miembro de la OTAN, en sólo una semana fue sacudida por una oleada de cuatro atentados con explosivos, los dos últimos contra una sede del banco HSBC y el consulado británico, coincidiendo con la visita del presidente norteamericano a Gran Bretaña.
La movilización masiva en Londres en repudio a Bush y al gobierno británico muestra la continuidad y la potencialidad del movimiento antiguerra.
Estos elementos están poniendo en serias dudas los objetivos más ofensivos del imperialismo y muestran que, lejos de haber garantizado la “seguridad” internacional, la “guerra contra el terrorismo” de Bush y Blair y el profundo odio a Estados Unidos y los que colaboran en sus empresas coloniales, está generando mayor inestabilidad y contradicciones.
La ocupación norteamericana en Irak atraviesa su momento más crítico desde que las tropas de la coalición entraron triunfantes en Bagdad el pasado 9 de abril. Luego de la rápida victoria militar sobre el régimen de Hussein, Estados Unidos tuvo como estrategia mantener el control exclusivo del rumbo de la postguerra. Estableció una autoridad de ocupación, presidida por el “virrey” Paul Bremer y nombró un Consejo de Gobierno iraquí, una fachada de administración local que nunca gozó de legitimidad. Pero esta política viene fracasando en conseguir estabilizar el país y Estados Unidos se encuentra prácticamente solo para hacer frente a las dificultades de la postguerra, agravadas por la emergencia de una resistencia armada contra la ocupación.
En las últimas semanas, coincidiendo con el mes santo musulmán del Ramadan, aumentó la cantidad y calidad de los ataques de la resistencia contra las tropas de la coalición y sus aliados, extendiéndose por fuera del llamado “triángulo sunita” en el centro del país donde se venían concentrando sus ataques.
Sólo durante las dos primeras semanas de noviembre, 61 soldados cayeron en una serie de ataques, llevando las bajas de las tropas de la coalición a 500, de los cuales 400 son soldados norteamericanos, lo que repercutió negativamente en la opinión pública norteamericana y podría complicar los planes reeleccionistas de Bush. El alto impacto de los atentados contra un cuartel de la policía italiana en la ciudad de Nasiriya, al sur del país, y la caída de dos helicópteros Black Hawk en la ciudad norteña de Mosul, llevó a Estados Unidos a dar un giro en su política.
Desde el punto de vista militar, las tropas norteamericanas están intentando retomar la ofensiva contra la resistencia con la operación “Martillo de hierro” y otros operativos similares junto con acelerar el entrenamiento de fuerzas de seguridad locales. Desde el punto de vista político, el nuevo plan contempla adelantar para mediados del año próximo la formación de un gobierno elegido entre los líderes tribales y religiosos y los “notables” de las 18 gobernaciones iraquíes, que tendrá como tarea la redacción de la nueva constitución y eventualmente un llamado a elecciones para el 2005.
Como plantea el columnista del New York Times Thomas Friedman, este giro es un intento de “generar legitimidad para la presencia norteamericana” y concluye que “es realmente la única forma de que Estados Unidos se pueda quedar” ya que según este analista, “sólo una autoridad iraquí legitimada podrá dar una cobertura para una presencia de Estados Unidos a largo plazo y para lo que haya que hacer para finalizar la guerra”.
Aunque siguen existiendo diferencias estratégicas entre Estados Unidos y las potencias europeas, sobre todo Francia y Alemania, el cambio en la política de Washington y la escalada de la resistencia iraquí, parecen haber atenuado por ahora las profundas disputas que se habían desarrollado en el curso de la guerra.
El 18 de noviembre, los ministros de exteriores de la Unión Europea se reunieron en Bruselas con el Secretario de Estado norteamericano Colin Powell y concluyeron que Europa debía “ayudar a Estados Unidos a negociar su salida de la crisis en Irak” (Le Monde, 18/11/03). El canciller francés Dominique de Villepin, se ha vuelto un virtual consejero para la política exterior de Washington en este momento de crisis. Según sus declaraciones “No se trata de exigir el retiro de las tropas norteamericanas hoy” y que “el presidente Bush puede esperar de Francia solidaridad y firmeza”. Pero Francia pretende que a cambio de su “solidaridad”, Bush acepte una aceleración de los plazos para establecer un gobierno títere iraquí y una mayor participación de las Naciones Unidas y de la “comunidad internacional” en la “reconstrucción” del país.
Estos acercamientos diplomáticos no han cambiado la realidad de que la postguerra iraquí sigue siendo responsabilidad de Estados Unidos. Como plantea T. Friedman, Estados Unidos “para triunfar necesita socios –y no sólo para ayudar sino para dar legitimidad” para que se pueda sostener la ocupación, y continúa planteando que Estados Unidos continúa “operando en un contexto de enorme animosidad global” (NYT 20/11/03).
El enorme repudio a la visita de Bush a Gran Bretaña, aliado incondicional en la “guerra contra el terrorismo”, es una clara demostración de esta animosidad.
LA RESISTENCIA IRAQUI
Casi desde su entrada triunfal en Bagdad, las tropas anglo-norteamericanas empezaron a enfrentar el desarrollo de un resistencia armada que fue escalando sus ataques y ampliando su radio de acción, usando tácticas de guerrilla para enfrentar a un enemigo inmensamente superior desde el punto de vista militar pero que carece del conocimiento suficiente del país y de redes de apoyo que le permita combatir la insurgencia.
El gobierno de Bush parece no tener mucha información sobre el enemigo que enfrenta. El Secretario de Defensa Donald Rumsfeld insiste que se tratan de “terroristas”, de elementos aislados del viejo régimen de Hussein sin ningún apoyo en la población o de “combatientes de Al Qaeda”, que no pasarían de 2.000 a 5.000. Pero según un informe confidencial en tono catastrofista de la CIA, avalado por Paul Bremer, “cada vez más iraquíes creen que las tropas norteamericanas pueden ser derrotadas y están apoyando a la insurgencia”. Para la CIA, la resistencia contra la ocupación viene creciendo de manera sostenida, el número de ataques está entre 30 y 40 por día –un ritmo que para sostenerse podría estar involucrando a por lo menos 50.000 iraquíes–. Los ataques abarcan una amplia gama que va desde grupos con armamento lo suficientemente sofisticado como para derribar helicópteros Black Hawk hasta atentados suicidas y emboscadas con explosivos de fabricación casera.
Los últimos atentados demuestran que la resistencia está operando con un mayor nivel de coordinación y que aspira a tener una extensión nacional. Los blancos de las granadas y cohetes no son sólo los soldados norteamericanos sino también colaboracionistas locales, los aliados internacionales y “agencias humanitarias” como las misiones de las Naciones Unidas y la Cruz Roja, con el objetivo de socavar los intentos de Bush de lograr una estabilización precaria del país y un mayor apoyo internacional a la ocupación colonial.
El intelectual de origen paquistaní Tariq Ali, haciendo una comparación con la resistencia argelina contra la ocupación francesa, plantea que se trata de “la clásica etapa inicial de una guerra de guerrillas contra una ocupación colonial” y que “hay más de 40 organizaciones en la resistencia, compuestas por miembros del partido Baath, comunistas disidentes, descontentos con la traición del Partido Comunista Iraquí de apoyar la ocupación, nacionalistas, grupos de soldados y oficiales despedidos por la ocupación y grupos religiosos sunitas y chiitas”. (The Guardian, 4/11/03).
Esta resistencia nacionalista tiene por objetivo empantanar y eventualmente obligar a los ocupantes a dejar el país. Por esto tiene el potencial de atraer a sectores de la población que hoy no están participando en la resistencia pero que son cada vez más hostiles a la ocupación extranjera.
Según la agencia Stratfor “Estados Unidos tiene un dilema de necesidad militar y realidad política. Le será difícil derrotar militarmente a las guerrillas sin la cooperación y el apoyo de la población local. Al mismo tiempo, la población local difícilmente apoye a Estados Unidos a menos que parezca que Washington está ganando. Este problema del “huevo y la gallina” requerirá que Washington aplaste a la mayor cantidad de grupos guerrilleros posible en una ofensiva agresiva para ganar más aliados en el terreno”. Pero el riesgo que corre Estados Unidos es que si lanza una nueva escalada militar que ataque brutalmente a la población, puede transformar el amedrentamiento en resentimiento y resistencia. La CIA, quizás recordando la experiencia penosa de las tropas norteamericanas en Vietnam, advierte en su informe de la posibilidad de que “una táctica de contrainsurgencia más agresiva por parte de Estados Unidos podría inducir a más iraquíes a unirse a la guerrilla”.
La resistencia aún está limitada a los sectores sunitas mientras que la mayoría chiíta, que históricamente ha sido marginada y sufrió la represión del régimen de Hussein, mantiene por ahora una relativa tolerancia a la ocupación. Para muchos analistas la salida más razonable sería negociar un acuerdo con el régimen de Irán y las fracciones chiítas iraquíes que éste influencia para lograr una salida estable en Irak, aunque este acuerdo implique decisiones difíciles y conflictos regionales potenciales a futuro. Sin embargo, la situación del pueblo iraquí, sin empleo, sin servicios básicos elementales y humillado por la ocupación militar de una potencia extranjera, plantea la posibilidad que la resistencia se generalice y se transforme en un verdadero movimiento de liberación nacional de masas con consecuencias impredecibles para el dominio imperialista.




Abajo la ocupación colonial
Fuera las tropas imperialistas de Irak y medio oriente
La creciente resistencia armada iraquí está provocando una crisis de proporciones en la política neocolonial y guerrerista de Bush y su aliado incondicional, el primer ministro británico Tony Blair. En la última semana el imperialismo norteamericano decidió relanzar una ofensiva militar para derrotar a la resistencia iraquí. Diariamente helicópteros y blindados de la principal superpotencia militar disparan contra todo lo que consideran “blancos terroristas” en las ciudades donde la resistencia es fuerte como Falluja y las áreas sunitas de Bagdad. En su reciente visita a Londres, en medio del repudio masivo de amplios sectores de la población, Bush defendió su política criminal, declarando que “el uso mesurado de la fuerza es lo único que nos protege de un mundo caótico dominado por la fuerza”.
El pueblo iraquí fue víctima de dos guerras imperialistas y más de una década de bloqueo económico. Aunque todavía no se conocen las cifras exactas del horror, según distintas estimaciones, los muertos entre la población civil sólo durante la última guerra serían al menos 15.000. A esto se suma la humillación diaria de vivir bajo ocupación extranjera. Para las amplias masas de la región la situación en Irak es cada vez más parecida a la del pueblo palestino bajo la ocupación sionista y el ataque permanente de las tropas israelíes. El gobierno del derechista Sharon amparado en la “guerra contra el terrorismo” y el apoyo incondicional de Bush, redobló su política criminal contra las masas palestinas, asesinando activistas, disparando misiles en campamentos de refugiados, derribando casas y construyendo el vergonzante “muro del apartheid” para garantizar la “seguridad” del estado racista de Israel.
Las Naciones Unidas y las potencias imperialistas europeas como Francia que se opusieron a la guerra unilateral norteamericana, posando de “pacifistas”, no sólo legitimaron la ocupación norteamericana de Irak, su administración colonial y el gobierno títere del Consejo Iraquí, sino que ahora están ofreciendo su ayuda a Estados Unidos para encontrar una “estrategia de salida” a la crisis de Irak, porque saben que un fracaso de Estados Unidos podría costar muy caro al dominio imperialista. Condenan con la misma fuerza la resistencia palestina y la resistencia iraquí, considerando “terrorista” a los que luchan por su liberación nacional.
La política imperialista agresiva de Estados Unidos dio lugar al surgimiento de un movimiento antiguerra masivo. Millones en todo el mundo nos movilizamos contra la guerra imperialista en Irak. Aunque estas movilizaciones no alcanzaron para boicotear la maquinaria militar y derrotar la ofensiva guerrerista, fueron una muestra contundente de repudio y causaron crisis profundas a los gobiernos beligerantes.
Como demuestran las movilizaciones masivas en Londres, este movimiento no ha desaparecido con el triunfo imperialista en Irak y ahora sale a las calles a exigir el fin de la ocupación colonial.
En nuestro país decenas de miles nos movilizamos a la embajada yanqui para gritar nuestro repudio a la ofensiva guerrerista de Bush y sus aliados. Ahora tenemos planteado con urgencia retomar esta lucha antimperialista para derrotar la ocupación colonial de Irak y en apoyo a la resistencia del pueblo iraquí. A la “solidaridad” entre las potencias imperialistas para aplastar la resistencia debemos enfrentarla con la unidad de los trabajadores, los jóvenes, los campesinos y los pueblos oprimidos. Una victoria del pueblo de Irak sería un golpe mortal a la ofensiva de Bush y constituiría una victoria de todos los oprimidos del mundo que enfrentamos el saqueo y la expoliación del imperialismo y sus gobiernos sirvientes. Llamamos a todos los que nos movilizamos contra la guerra imperialista, a las organizaciones obreras y populares, a los centros de estudiantes, a la Federación Universitaria de Buenos Aires, a los partidos de izquierda y a todos aquellos que luchan contra el imperialismo a organizar ya mismo una campaña unitaria por: ¡Abajo la ocupación colonial de Irak! ¡Fuera todas las tropas imperialistas y la ONU de Irak y Medio Oriente!

 

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