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Internacionales

Chávez cede a la oposición

15 de junio 2004

En Caracas, el 3 de junio, el Consejo Nacional Electoral (CNE), a pesar de las denuncias de fraude, anunció la validez de más de dos millones de firmas recolectadas por la oposición de la Coordinadora Democrática que habilita a convocar a un referendo revocatorio para destituir al presidente Chávez, que originalmente debería concluir su mandato en el 2006. Comienza así un nuevo acto del drama venezolano caracterizado por una dinámica de revolución y contrarrevolución en los últimos años. La oposición tiene una vez más la oportunidad de sacar a Chávez pero ahora de manera “constitucional” y “democrática” vía el referendo, procedimiento contemplado en la Constitución Bolivariana. Por esto, para Chávez es una “victoria sobre la oposición, porque se la ha sacado del camino del golpismo y del terrorismo, y se la ha puesto en el carril de la constitución bolivariana”.
La decisión del CNE legalizó las pretensiones de la oposición gorila, apoyada por EE.UU., que ha vulnerado los más elementales principios democráticos desde que impulsó un fallido golpe de estado hasta el sabotaje al corazón de la economía del país: la industria petrolera y la desorganización de la producción y distribución de insumos básicos para los sectores populares, un desbaratado intento de magnicidio e innumerables actos de desorden público y terrorismo.
El Secretario de Estado Colin Powell y el flamante Secretario General de la OEA, Rodríguez, declararon en Quito sentirse felices por la convocatoria a referendo. No es para menos, en los últimos meses, se acentuó la escalada agresiva del imperialismo norteamericano contra Venezuela expresada en declaraciones – a favor de la oposición- y presiones de funcionarios como Condoleeza Rice, Roger Noriega y hasta del candidato demócrata a la presidencia, Kerry.
En Venezuela, la misión conjunta de la Fundación Carter y la OEA cumplieron un papel determinante al facilitar el acuerdo en mayo de 2003 entre gobierno y oposición como salida a la situación de enorme polarización social, exacerbamiento de la lucha de clases y elementos de guerra civil que se desarrollaron en el país entre los años 2002 y 2003.
El imperialismo y lo más concentrado de la burguesía venezolana comenzaron de este modo una nueva fase en su intento de sacar a Chávez e instaurar un régimen abiertamente pro imperialista para recolonizar a Venezuela y transformarlo en un punto de apoyo para desplegar una política ofensiva y reaccionaria sobre el resto del continente.
¿Cómo se llegó al referendo? La responsabilidad de Chávez
La oposición golpista de la Coordinadora Democrática estaba maltrecha, dividida y desmoralizada sin un líder; hoy, sin embargo, festeja y se encuentra fortalecida, y tarde o temprano volverá a las provocaciones como muestra la reciente desarticulación y arresto en Caracas de grupos de paramilitares colombianos pagados por la oposición para crear disturbios en el país.
Luego del golpe de estado de abril de 2002 una verdadera irrupción de masas restituyó a Chávez en el poder. Se habían dado casos de confraternidad entre los soldados que desobedecían a los golpistas y los trabajadores, a la vez que se puso en marcha un verdadero proceso de reorganización popular con comités por la tierra, sindicatos clasistas y asambleas populares. Sin embargo, la política de Chávez fue de llamar a la pacificación y a la reconciliación nacional en medio de un país fracturado social y políticamente. Por eso, el Tribunal Superior de Justicia dejó libre a los oficiales golpistas. Hacia fin de ese mismo año, la oposición volvió a la ofensiva con el lockout petrolero apoyado por la burocracia sindical y secundado por una parte importante de las clases medias que provocó perdidas para el país de miles de millones de dólares. Una vez más fueron los trabajadores y el pueblo quienes dieron todo de sí desplegando una gran iniciativa para derrotar la nueva provocación. Los trabajadores ocuparon las fábricas abandonadas por los empresarios, introdujeron elementos de control obrero en algunas empresas y sobre todo en la estatal petrolera PDVSA, crearon sindicatos democráticos, resistieron que los empresarios descarguen los costos de la crisis sobre sus espaldas. El lockout se fue desgastando y el gobierno retomó la iniciativa política. La oposición se volvió a encontrar en desbandada. Derrotado el sector más “duro” de la oposición, EE.UU. tendió a apoyarse en el sector “moderado” de ésta y, apelando ahora a la presión vía la OEA y la Fundación Carter, buscar mayores espacios políticos para la “contra” aunque más no sea en los marcos del régimen chavista. De este modo la estrategia a corto plazo de la embajada de EE.UU. y la oposición, es revocar a Chávez y más adelante disputar electoralmente el poder al chavismo aprovechando el descontento que existe en amplios sectores por años de polarización política y crisis económica.
Los límites del nacionalismo burgués
Como vemos, si se llegó a esta situación es en gran parte responsabilidad de Chávez. Toda la timidez y vacilación para enfrentar a la oposición reaccionaria se deben al carácter burgués del régimen chavista. Toda su inconsecuencia, terminó en la mesa de negociación capitulando frente a la oposición. Incluso hoy, Chávez declaró que: «les hago un llamado a la reflexión, a la unidad. Este proyecto bolivariano no es enemigo de ustedes. Ni siquiera de los que militan en la oposición... Son hermanos nuestros, queremos vivir en paz con ellos, porque son venezolanos/as, mi mensaje de paz, mi mensaje para que aprovechemos la coyuntura del referendo nacional para que cada quien vaya a opinar en paz» (Venpres 9/6/04). Así, mientras sigue llamando a la unidad, la oposición utiliza los medios de comunicación a su antojo como agitadores reaccionarios y preparan nuevas embestidas y provocaciones.
El gobierno de Chávez, basado en la casta militar y el aparato de estado, intentó “elevarse” por encima de las clases sociales en pugna, luego del hundimiento del viejo régimen de partidos que gobernó el país por cuarenta años hasta fines de los ‘90. Chávez se presentó como el gran “reconciliador” de la nación apelando a un discurso antineoliberal para evitar que el movimiento de masas siguiera un curso independiente. A su vez, dio concesiones y paliativos al movimiento de masas para mejorar sus márgenes de maniobra con el imperialismo. Sin embargo, por su carácter de clase, es incapaz de romper con el imperialismo y satisfacer plenamente las demandas elementales de las masas campo y la ciudad. Así mientras critica la guerra imperialista en Irak, paga puntualmente la deuda externa y provee de petróleo a EE.UU. del cual es uno de los principales abastecedores. Así, en medio de la brutal crisis económica provocada por el lockout patronal no tocó la base del poder de la burguesía golpista, es decir la propiedad de los grandes bancos, medios de comunicación y establecer una genuina nacionalización de toda la industria de los hidrocarburos para impedir el sabotaje económico. Una vez más se vuelve a confirmar que la lucha por las reivindicaciones nacionales en una semicolonia no pueden quedar en manos de la burguesía nacional ni de sus representantes, como demuestra la experiencia histórica en Argentina con Perón en los años ’50 y en Chile con Allende en el ’73.
De nada sirven la retórica antiyanqui de Chávez y sus amenazas de derrotar al fascimo y la oligarquía, tampoco sus respuestas improvisadas de contragolpe como sus actos multitudinarios si no existen consignas precisas y objetivos políticos concretos. Los trabajadores, que dieron hasta su vida por defender lo que consideran sus conquistas dieron sobradas muestras de sacrificio y determinación para enfrentar a la contrarrevolución. Para ello los trabajadores y los sectores populares precisan de la más amplia movilización y organización independiente para luchar por la expropiación de los conspiradores y de los golpistas y por expulsar del país al imperialismo.

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