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Internacionales

Cancún: el fracaso de la OMC y el movimiento anticapitalista

23 de septiembre 2003

Aún antes de iniciar, el fracaso de la reunión de la OMC en Cancún era bastante posible. En un contexto signado por el unilateralismo de EE.UU. y un reforzamiento en las medidas proteccionistas de las potencias ante las perspectivas inciertas de la economía mundial, las divergencias de los países imperialistas entre sí y de estos con los países pobres, no han hecho sino acentuarse. Como señala el Financial Times: “Este círculo del comercio no está demostrando ser más simple que el de sus predecesores. De hecho, parece ser mucho más complejo. La liberalización pasada ha reducido muchos de los desafíos restantes a un duro centro de temas incorregibles, sobre toda la agricultura.”
Y es que entre los asistentes a la reunión no había acuerdo sobre puntos fundamentales a tratar, como la cuestión agrícola, que se convirtió en el tema central de discusión al ser considerado como un paso previo para abordar el problema de la apertura comercial en bienes y servicios. El propio presidente del Consejo General del organismo señaló previamente que “si no hay un avance importante en agricultura, Cancún se cae”.
Otra serie de temas pretendían tratarse, como los derechos de propiedad intelectual (TRIPS) y las patentes. Estas están, en el caso de los medicamentos, en manos de grandes corporaciones como Roche y Pfizer, que han obstaculizado a los países pobres dotarse de medicamentos genéricos baratos para su población, favoreciendo epidemias como el Sida en África. Además, en Cancún se incluyeron los “temas de Singapur”, entre los que se destaca el de inversiones, para facilitar que empresas trasnacionales puedan hacer negocio con el agua, la educación, etc. y el de la regulación de las compras estatales, para determinar cómo, qué y con quién deben gastar los gobiernos.
Entre EE.UU. y la UE las cartas estaban de antemano puestas sobre la mesa. Ambos establecieron un acuerdo previo a la reunión para conseguir una “declaración de intenciones” que obligara a los países pobres a continuar abriendo su economía. Frente a este “frente único” imperialista, en la reunión se destacó el surgimiento de otro bloque, principalmente compuesto por países semicoloniales, encabezados por Brasil, China y la India entre otros que, a pesar de sus diferencias, se unieron con el objetivo de alcanzar mejores condiciones de negociación. Buscaban presionar “al Norte” para que este reduzca los subsidios y abra sus mercados a las exportaciones agrícolas, así como evitar la imposición de los “temas de Singapur”, cuestiones por las cuales la reunión de la OMC terminó sin acuerdos. Un importante negociador filipino dijo que era «imperativo» proteger a los países pobres de cualquier acuerdo agrícola, mientras que el Ministro de Comercio de Malasia culpó del fracaso de las negociaciones al rechazo de los países ricos a tomar en cuenta las demandas de las naciones pobres. «Ellos se mantuvieron exigiendo cosas que otros no podían satisfacer», dijo.
El posicionamiento “opositor” de los países pobres
Hay que preguntarse a qué obedece este posicionamiento opositor a la política de EE.UU. y Europa asumido por parte de algunas semicolonias. Como señalamos antes, el alineamiento incondicional por parte de los gobiernos y las elites “del Sur” con las políticas neoliberales, representó para estas naciones una verdadera regresión social, llevándolas a enfrentar agudas crisis y socavando la base social de los regímenes establecidos en ellas.
A esto se suma el giro neoimperialista en la política exterior norteamericana luego del 11 de septiembre, que ha significado un salto en la opresión imperialista.
Esta enorme presión ha empujado a los gobiernos y sectores burgueses “nacionales” a intentar alcanzar ciertos márgenes de maniobra con respecto al imperialismo -política que en el terreno comercial se expresa, en el caso de los países exportadores, en la búsqueda de mayores espacios o nichos de mercado-, como evidenció el posicionamiento y la política del G-21 en la OMC. Como señala el Dow Jones Newswire: “La aparición del G-21 es una manifestación del cambiante equilibrio de poder dentro de la OMC. Hace apenas unos años, Estados Unidos y la Unión Europea eran los más importantes. Pero los países en desarrollo se han organizado cada vez mejor...”.
Evidentemente, todo esto está plagado de demagogia y lejos de un enfrentamiento consecuente contra el imperialismo. La búsqueda de una mayor “independencia” por los gobiernos burgueses semicoloniales se encuentra enormemente limitada no sólo por razones políticas, sino también por profundas causas estructurales, como son la mayor integración a la economía mundial de estos países y la existencia de fuertes lazos entre la burguesía imperialista y las burguesías semicoloniales.
Concretamente, la política del G-21 para esta cumbre, se limitó a pugnar por el cumplimiento de los acuerdos de Doha. En un comunicado, este bloque rechazó la propuesta de EE.UU. y la UE porque consideró que esta «no refleja el nivel de ambición del mandato de Doha, no logra fijar recortes sustanciales en los subsidios locales que distorsionan los precios, ni aumentos significativos en el acceso al mercado, ni la eliminación de subsidios de exportación”. Es decir, en Cancún el G-21 no hizo sino plantearse como el más consecuente defensor del “libre mercado”.
Por otra parte, es necesario señalar que las disputas en Cancún no fueron sólo entre países ricos y pobres, pues Estados Unidos tampoco estuvo dispuesto a tratar los “temas de Singapur” propuestos principalmente por la UE. No hay que engañarse sobre la circunstancial unidad entre los imperialismos europeos y el norteamericano, pues sus disputas -que se evidenciaron recientemente alrededor de la Guerra de Irak- no están saldadas. La perspectiva es que continúen desarrollándose, sobre todo teniendo en cuenta el unilateralismo de EE.UU. Todo esto refleja en ultima instancia las enormes tensiones en las relaciones interestatales que atraviesan la situación mundial y ratifica el fin del “Consenso de Washington”, que decretaba la hegemonía indiscutida de los yanquis.
Conclusiones
No es casual que el FMI considere el resultado de la reunión como “una tragedia”. Es imposible pensar en un renovado impulso comercial, estrechamente vinculado con la recuperación o no de la economía mundial, en medio de los crecientes “disensos” en el sistema internacional que han afectado a sus instituciones como la OMC, mostrándolas “inoperantes”. Por el contrario, una mayor escalada proteccionista y una serie de “guerras” comerciales es la perspectiva más probable que plantean algunos analistas.
Las protestas en Cancún en cierta forma son continuidad del movimiento no global que surgió desde Seattle y que atravesó las calles de Praga, Génova Washington, etc. contra el poder de las corporaciones y los organismos financieros. Esta vez la movilización se desarrolló en un país semicolonial, destacando la denuncia de la opresión imperialista en contra de los pueblos. Es natural que algunos de los participantes de este movimiento, sinceramente hayan visto con agrado que los de arriba no hubieran alcanzado ninguno de los reaccionarios acuerdos que pretendían. Sin embargo no podemos ser ingenuos. Este fracaso no significa que la OMC haya muerto. Con o sin OMC, el imperialismo y sus lacayos pretenden continuar descargando los costos de la crisis sobre la espalda de los trabajadores y los pueblos. Para frenar esto, es necesario convertir en millones a los miles que nos manifestamos en Cancún e impulsar la intervención activa de los trabajadores, la fuerza social que al echar andar la producción y los servicios, puede golpear a los poderosos donde más les duele, sus ganancias.
La mayoría de las organizaciones reformistas que hegemonizaron las protestas en Cancún, han planteado como un “triunfo” el fracaso de la cumbre. La realidad es que hasta cierto punto lograron imponer su línea de subordinación del movimiento no global a los gobiernos burgueses de los “países pobres”, afirmando que por esta vía “sí se puede” enfrentar al imperialismo. Pero este es un camino muerto. Una y otra vez estos gobiernos, ligados por mil lazos al imperialismo del cual son lacayos, traicionarán las expectativas que se pongan en ellos. Contra la política de los reformistas de que “otro mundo es posible” sin destruir al capitalismo, es necesario poner en pie un movimiento juvenil y obrero que levante una perspectiva verdaderamente anticapitalista, antiimperialista e internacionalista. Al mismo tiempo, frente a la “Internacional” de los poderosos, es necesario construir una alternativa revolucionaria que plantee la transformación radical de este sistema de explotación y miseria, es decir, el socialismo.




La “batalla de Cancún”
Miles de campesinos, trabajadores y jóvenes de distintos países, organizaciones y tendencias políticas, arribamos a Cancún con el objetivo de “descarrilar” la cumbre. La juventud anti-OMC se dividió en tres sectores. Por un lado, los agrupados en la Caravana de Resistencia Global, encabezada por GAS-9, un colectivo ligado a la Red Mexicana de Acción Contra el Libre Comercio, afín al PRD mexicano. Por otro lado, el “bloque negro” de los anarco punks y, finalmente, el “Campamento Antiimperialista” donde confluimos con activistas del ala “ultra” del CGH de la UNAM y algunas otras corrientes políticas de izquierda.
El 10 de septiembre se realizó la llamada Marcha Campesina, que aglutinó a más de 8 mil agricultores de distintas organizaciones alternas a la Confederación Nacional Campesina del PRI. Además estuvieron presentes varias organizaciones de otros países, pertenecientes a Vía Campesina, agrupamiento del que participa José Bové. Entre las delegaciones “extranjeras” se destacó la Federación de Agricultores de Corea del Sur, integrada por más de 150 farmers. Bajo la consigna “Fuera la OMC de la agricultura” y el llamado a luchar por la soberanía alimenticia de las naciones, la protesta se dirigió hacia el “Kilómetro 0” del boulevard Kukulkán, que conduce al Centro de Convenciones donde iniciaba la cumbre.
“La OMC mata campesinos”
Nos esperaba un impresionante operativo policíaco y vallas de dos metros de altura para impedir que pudiéramos pasar. Frente al cerco, de manera sorpresiva, con un cartel colgándole del cuello con la leyenda “la OMC mata campesinos”, uno de los activistas coreanos se clavó dramáticamente un puñal en el corazón, muriendo poco después. Espontáneamente, centenares de jóvenes tumbamos las vallas y nos enfrentamos con palos y piedras a la policía. Mientras, los dirigentes de las organizaciones campesinas que habían planteado antes de la marcha su “firme” determinación de “pasar la valla”, a última hora prefirieron retirar sus contingentes, dividiendo la movilización, para después deslindarse de los “hechos de violencia” en una actitud canallesca.
Con un discurso pacifista, GAS-9 no participó de los enfrentamientos, mientras que el grueso de los anarquistas -a pesar de su tradición combativa en otros países -, se retiraron “privilegiando su acuerdo con Vía Campesina”, según dijeron algunos después. Aunque la policía no fue derrotada y no se pudo llegar al Centro de Convenciones, la muerte del coreano Lee, así como la “batalla de Kukulkán”, azuzaron ya desde el principio de la cumbre el fantasma de las movilizaciones en Seattle y el fracaso de la OMC.
“Todos somos Lee”
La siguiente gran movilización se realizó en el penúltimo día de la reunión. En ella participaron, algunas delegaciones sindicales, como la del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Bajo las consignas de “Todos somos Lee” y “la OMC mata campesinos”, encabezada por los activistas coreanos la marcha se dirigió nuevamente hacia el “kilómetro 0”. Esta vez, la contención estaba reforzada y resguardada por dos enormes tanquetas antidisturbios. Otra “línea de seguridad” se conformó, principalmente por los anarquistas, para impedir que se repitieran los enfrentamientos contra las “fuerzas del orden”. Decenas de activistas, con grandes sogas retiraron a jalones las vallas policiales. Después, frente a la policía se colocó una ofrenda floral en memoria de Lee, al tiempo que alguien anunció que las negociaciones al interior de la OMC estaban fracasando, lo que provocó el júbilo de muchos de los presentes al considerar que en esto las protestas algo tuvieron que ver. Un día después se anunciaría oficialmente el colapso de la cumbre.
Detrás de la actuación “moderada” de las principales organizaciones que participaron en las movilizaciones, estaba toda una estrategia de conciliación de clases. Tanto Vía Campesina, como GAS-9 en el caso de la juventud, plantearon que era necesario presionar con la movilización a favor de las posturas de los gobiernos de los países pobres para que estos fueran tomados en cuenta. Durante todas las jornadas, el anarquismo se distinguió por la total carencia de un planteamiento político programático, más allá de su consigna “muerte al estado, que viva la anarquía”, en los hechos siempre yendo detrás de la política de los reformistas.
Las organizaciones obreras brillaron por su escasa participación en las protestas. La burocracia sindical opositora de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), conjuntamente con el SME se limitó a realizar un exclusivo foro ¡en la zona hotelera!, bien lejos de los radicales manifestantes. Estas organizaciones evitaron movilizar masivamente a sus agremiados y plantear una perspectiva anticapitalista para enfrentar el ataque antiobrero en nuestro país, y luchar conjuntamente con el movimiento campesino contra el conjunto de la entrega al imperialismo que pretende seguir imponiendo el gobierno de Fox.
“La tierra al campesino, la fábrica al obrero...”
Como parte del Campamento Antiimperialista, contra la idea de que “otra OMC es posible” si se democratiza, nosotros planteamos la necesidad de luchar contra el imperialismo y sus organismos internacionales. “¡La tierra al campesino, la fabrica al obrero, abajo la OMC, los pueblos son primero!”, gritábamos en las movilizaciones. Bajo esta perspectiva, levantamos las banderas del internacionalismo, en solidaridad con la resistencia de los pueblos de Irak y Palestina. Junto a decenas de compañeros independientes coreamos consignas como la de “¡Fuera yanquis de América Latina, fuera sionistas de Palestina, fuera la OTAN de Afganistán!”.
Sobre los temas tocados en la cumbre, consideramos limitado el planteamiento de que la OMC no imponga sus designios sobre la cuestión agrícola. Lo que los campesinos de las semicolonias necesitan es tener acceso irrestricto para sus productos en los mercados del “Norte”, la abolición de los subsidios que los imperialistas otorgan a las grandes agroindustrias; la imposición de impuestos progresivos a estas; la expropiación de los latifundios que han creado en las semicolonias y que sean repartidos a los campesinos pobres; subsidios y créditos baratos para que estos puedan producir en mejores condiciones, etc.
La abolición de los tratados de expoliación como el TLC, el no pago de la deuda externa y el control del comercio exterior, es lo único que posibilitaría a los trabajadores, los campesinos y el pueblo, alcanzar una auténtica soberanía para desarrollar una política que satisfaga verdaderamente sus necesidades alimenticias más elementales. Para ello es necesaria una lucha resuelta contra el imperialismo, impulsando una sólida alianza obrera, campesina y popular contra sus planes, sin ninguna confianza en nuestros “representantes” ante la OMC, que precisamente son quienes los han venido implementando. Esto puede lograrse en una perspectiva de unidad con los trabajadores que en los propios países centrales enfrentan las medidas que pretenden imponerles sus gobiernos.



Una breve historia
La OMC entró en vigor en 1995, en sustitución del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT), cuando la globalización y el neoliberalismo parecían gozar de buena salud. El GATT surgió en 1948 como una institución clave en el terreno comercial para el sistema internacional hegemonizado por Estados Unidos a la salida de la Segunda Guerra Mundial. Ante el avance de la globalización y el aumento del intercambio comercial en las ultimas décadas, la OMC fue creada para fungir como promotora del libre comercio y jugar el rol de árbitro en las disputas comerciales entre los países.
Bien pronto estos objetivos evidenciaron su carácter reaccionario. Aunque la OMC ha sido considerada por algunos como uno de los organismos internacionales más “representativos”, ya que agrupa a delegados de 146 naciones, quienes verdaderamente llevan la batuta son un puñado de potencias imperialistas como EE.UU., Japón y la UEM; mientras que corporaciones como la Exxon, Nestlé, Citigroup, Microsoft y Pfizer, influyen directamente en la toma de decisiones.
Su política “neoliberalizadora”, ha constituido una verdadera ofensiva reaccionaria contra las masas trabajadoras. Los gobiernos de las semicolonias han impulsado el “libre comercio”, privatizando las empresas estatales, reduciendo aranceles y subsidios para sus productores, etc. Basta ver las nefastas consecuencias que ha tenido la “apertura comercial” impuesta en México a través del TLC, sumiendo en la catástrofe a la producción agrícola del país por las condiciones de competencia desiguales con EE.UU., favorecidas por la política proimperialista del gobierno mexicano. Igualmente, el resultado de la Política Común Agropecuaria de la Unión Europea ha golpeado duramente a los campesinos de África y de Asia. En los países centrales, las desregulaciones, el ataque a los sistemas de salud pública y jubilaciones, han aumentando el desempleo y las desigualdades sociales.
Ya en 1999, durante la ronda realizada en Seattle, la OMC evidenció su impotencia frente a los profundos cambios estructurales operados en el sistema internacional. El fracaso de la OMC ante la falta de un acuerdo entre EE.UU. y la UE para la reducción de aranceles y subsidios, mostró que la utopía reaccionaria de una globalización armónica y sin contratiempos llegaba a su fin, ante un mundo dividido en una tríada de potencias dispuestas a defender los intereses particulares de sus capitalistas. Al mismo tiempo, Seattle representó un punto de inflexión en el surgimiento de una nueva vanguardia juvenil y, en menor medida obrera, que comenzó a manifestarse contra los símbolos del poder capitalista, como expresión de un cuestionamiento mayor a la ofensiva neoliberal. Dos años más tarde, en un ambiente de “solidaridad” internacional con EE.UU. por los atentados del 11/09, se realizó la “Ronda del Desarrollo”, en Doha, Qatar. Ahí se acordó impulsar un nuevo ciclo de “apertura comercial”. Un primer balance y los plazos finales para este se terminarían de establecer durante la V Reunión Ministerial en Cancún, con miras a un nuevo pacto de comercio mundial para el 2004.

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