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Internacionales

Bush avaló la masacre en Uzbekistán

19 de mayo 2005

Si luego de las invasiones a Afganistán e Irak, las torturas en Abu Graib y Guantánamo, quedaba alguna duda sobre el verdadero contenido de la “guerra contra el terrorismo” y su continuación, la “construcción y extensión de la democracia”, hoy Uzbekistán es una terrible muestra. Fosas comunes, cobardes cacerías contra refugiados que intentan huir del país, expulsión de la prensa extranjera, aislamiento de las ciudades afectadas y atropellos a los más mínimos derechos democráticos, son la característica de la cruenta represión desatada desde el viernes 13 contra el pueblo uzbeco. El gobierno asesino de Islam Karímov es el principal aliado de EE.UU. en la zona. Le cedió su espacio aéreo y una base militar para la invasión a Afganistán. Como contrapartida, Bush lo sostiene con millones de dólares en ayuda militar y le proporciona un fuerte apoyo político. La oposición denunció más de 750 muertes, 500 confirmadas, y se espera que el trágico número aumente.

La masacre se desató en la ciudad de Andiyán, en el valle de Fargana que continúa convulsionado después del alzamiento popular en Kirguizistán (ver LVO 160). Grupos islámicos tomaron comisarías, el cuartel militar, la sede del gobierno y la cárcel. Allí liberaron a miles, entre ellos a 23 de sus dirigentes. A diferencia de aquella revuelta, aquí unos pocos miles se congregaron en la plaza central y presentaron modestas barricadas al ejército. Además, el alzamiento se circunscribió a esta ciudad y a la zona del valle, como en Karazu en la frontera con Kirguizistán. Allí, “una turba tomó control del lugar y expulsó al gobierno local. Los residentes (...) se reunieron para discutir como dirigirán en adelante la localidad fronteriza” (BBC, 17/05).

Desde su independencia de la URSS en 1991, esta república centroasiática es gobernada con puño de hierro por Islam Karímov, antiguo secretario general del PC en esta república. Hoy es una plataforma del imperialismo yanqui en la región y se denuncia internacionalmente que el país es usado como una Guantánamo a gran escala donde la tortura y la represión son moneda corriente. El régimen prohíbe la oposición política, se ensañó en la represión a los musulmanes (88% de la población) y mantiene en sus cárceles a más de 7000 presos políticos. Karímov cuenta también con el apoyo de Rusia quien nunca abandonó sus históricos lazos con la ex República Soviética.

EE.UU. apoyó a Karímov desde que comenzó la masacre. Recién el lunes se vieron obligados a tomar distancia del “uso indiscriminado de la fuerza” y cínicamente manifestaron “profunda preocupación”. Por su parte, Putin (a quien los rebeldes solicitaron su mediación), llamó el mismo viernes a su contraparte uzbeca. Según informó el Kremlin, “ambos expresaron preocupación sobre el peligro de desestabilización de la situación en la región de Asia Central” (The Guardian, 15/05). Pero más allá de declaraciones, ambos dejaron correr la masacre ya que comparten el temor a una explosión islámica en esta zona.

Aunque generado centralmente contra la opresión al Islam, no parece ser una simple cuestión étnico-religiosa. Los 23 líderes no pertenecen a ningún grupo terrorista, como mostraron el gobierno y los EE.UU. Son empresarios que tienen un proyecto económico independiente al del régimen de Karímov1.

Si bien el levantamiento fue derrotado, cuestiona el futuro de la estrategia yanqui en la zona, porque ataca directamente a un gobierno que es su principal aliado y no puede aprovecharlo políticamente como hizo en Kirguizistán, Georgia y Ucrania. Como dice una analista “Los acontecimientos en Uzbekistán no van en la dirección de una lucha pro democrática. Es posible no sólo terminar con algo mucho peor que Karímov en Uzbekistán, sino también con la catastrófica desestabilización de la principal región de Asia Central. Esta es la perspectiva que nadie quiere contemplar” (The Christian Science Monitor, 18/05). Esta región, es parte del mundo musulmán, recorrido hoy por un gran sentimiento antinorteamericano2.

El “apagón informativo” que rigió desde el viernes, fue levantado el miércoles por el gobierno que permitió la entrada de la prensa para reforzar su versión de que el ejército sólo disparó contra terroristas islámicos. Es que el aplastamiento del conflicto parece estar debilitando a Karímov en vez de fortalecerlo. El régimen está perdiendo el apoyo internacional, como muestran Inglaterra y la ONU que pidieron una “investigación internacional independiente”. Aunque apeló a la represión brutal, las consecuencias pueden aumentar la indignación de las masas lo que a mediano plazo debilitaría al gobierno seriamente. El hecho de que a diferencia de Ucrania o Georgia, no existe una oposición fiable, aumenta las perspectivas de inestabilidad. No en vano las últimas declaraciones de Condoleezza Rice de que “Uzbekistán realmente necesita más reformas políticas”, ya que si Karímov cae por sus propias acciones represivas, la desestabilidad política y social se pueden potenciar en toda una región que es clave en la geopolítica mundial.

1 Que consiste básicamente en menor control del estado sobre la economía, facilidades para los campesinos y creación de puestos de trabajo frente a la desocupación y los bajos salarios. Su concepción de una sociedad islámica no es la talibán. “Fueron parte de Akramia, un pequeño movimiento islámico cuya plataforma privilegia el desarrollo económico sobre el fundamentalismo ideológico y religioso” (Asia Times, 17/05).
2 Este se vio exacerbado en los últimos días por la “guerra del Corán”, a partir de haber salido a luz el hecho de que los yanquis profanan el Corán para amedrentar a los prisioneros. “La noticia ha provocado ya una veintena de muertos en manifestaciones y revueltas en lugares tan distantes como Afganistán, (fueron las mayores protestas armadas desde la invasión en 2001- NdR) Gaza, Pakistán o Indonesia” (El País, 16/05). Desde EE.UU. han llamado a la calma y prometido investigar las denuncias intentando apaciguar la situación.

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