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Internacionales

Asesinato de Hariri -Caída del gobierno ¿Qué hay detrás de la crisis en el Líbano?

3 de marzo 2005

El asesinato del ex primer ministro del Líbano Rafiq al Hariri el pasado 14 de febrero aceleró una profunda crisis política que se había desencadenado abiertamente en octubre de 2004 cuando Hariri se retiró del gobierno del presidente pro sirio Emile Lahoud.
El último episodio de esta crisis fue la renuncia del actual primer ministro Omar Karami el 28 de febrero en medio de una escalada de movilizaciones que fueron creciendo tras el atentado contra Hariri, llegando a reunir a alrededor de 150.000 manifestantes.
A pesar de que el gobierno había prohibido toda protesta, miles se concentraron en la Plaza de los Mártires exigiendo la renuncia del gobierno y el retiro de los 14.000 soldados sirios que todavía permanecen en el Líbano. La dirección de este proceso recayó en un frente de oposición policlasista que abarca un amplio espectro político y religioso, resultado de una división en la elite económica y política que pasó a oponerse abiertamente a la presencia siria en el país. Esta amplia coalición de fuerzas se vio alentada por la enorme presión de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña sobre el gobierno sirio al que responsabilizan sin ninguna evidencia del asesinato de Hariri. 

Presión imperialista

La posición internacional de Siria se viene deteriorando. En reiteradas oportunidades Bush acusó al gobierno de Basar Assad de promover el “terrorismo” y de asistir a fuerzas antinorteamericanas y antiisraelíes como la resistencia armada iraquí, Hamas y Hezbollah.
A pesar de haber tenido importantes diferencias sobre la guerra en Irak, Francia y Estados Unidos impulsaron juntos en septiembre de 2004 una resolución en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que exigía el retiro de las tropas sirias del Líbano.
Luego de la muerte de Hariri, la presión se intensificó cuando Estados Unidos e Israel acusaron a Siria de promover un atentado en Tel Aviv el pasado 25 de febrero para interrumpir el proceso de “paz” entre israelíes y palestinos.
Al día siguiente de la caída del gobierno libanés, Estados Unidos y Francia intentaron capitalizar lo que ya denominan la “revolución del cedro”, y emitieron una declaración conjunta exigiendo a Damasco que retire sus tropas, pronunciándose por un “Líbano independiente, soberano y democrático, libre de toda interferencia e intimidación extranjera”.
No hace falta aclarar que lo que menos le interesa a las potencias imperialistas es la “democracia” o la “soberanía” del pueblo libanés. Tanto Francia como Estados Unidos e Israel han ocupado o invadido el Líbano y buscan recuperar posiciones poniendo fin a la hegemonía siria en el país.
Con la renovada ofensiva antisiria, Bush intenta aprovechar este momento al que considera favorable para su política de impulsar cambios en Medio Oriente que foralezcan el control de Estados Unidos e Israel. Sin embargo, como plantea un analista de New York Times: “Desde todo punto de vista, hay un aumento inusual de turbulencias en todo Medio Oriente, y los expertos de la administroción no están seguros si todo funcionará a favor de Estados Unidos”. Es que a sólo un mes de las elecciones, Irak sigue siendo muy inestable, todavía no hay un nuevo gobierno, ya que no hay acuerdo entre los los ganadores de las elecciones sobre cómo conformarlo. Y la resistencia acaba de realizar el 28 de febrero el ataque más sangriento desde la caída de Hussein, dejando un saldo de al menos 122 muertos, la gran mayoría aspirantes a las fuerzas de seguridad que las tropas de ocupación están tratando de construir en Irak. Con respecto a la política contra Siria, un analista señala que “Si Estados Unidos arrincona demasiado a Siria, podría terminar perdiendo el apoyo de los europeos y otros países árabes, ya que Francia apoya un rol menor de Siria en Líbano pero rechaza la exigencia norteamericana de castigar a Hezbollah, el grupo chiíta radical libanés apoyado por Siria e Irán” (New York Times, 1-3-05).
El vacío político que ha seguido a la caída del gobierno del Líbano puede reactivar las fuertes tendencias a enfrentamientos religiosos que llevaron a ese país a una guerra civil que duró 15 años, con efectos desestabilizadores hacia el conjunto de la región. 

¿Qué independencia para el Líbano?

El Líbano nunca fue un país verdaderamente “independiente”. Nació bajo mandato colonial francés y en 1943 accedió a la independencia formal a través del llamado “pacto nacional”, por el cual Francia aseguraba el dominio de la minoría cristiana maronita, mantendiendo así al país en la órbita de occidente para contrarrestar el peso árabe y musulmán. La división confesional del país llevó también a enormes desigualdades sociales. La burguesía maronita y las elites sunitas resultaron beneficiadas en detrimento de la mayoría chiíta que históricamente constituyó el sector más empobrecido de la población. Esto explotó en 1975, combinado con la enorme inmigración palestina que venía huyendo de la limpieza étnica israelí, dando lugar a la guerra civil que se prolongó por 15 años. Los dos bandos enfrentados en la guerra civil eran por un lado el Frente Libanés, hegemonizado por la derecha cristiana falangista, aliada de Israel, y por otro el Movimiento Nacional Libanés que unía a la izquierda local con las alas radicales del movimiento de resistencia nacional palestino. Al comienzo Siria apoyaba al Movimiento Nacional Libanés contra Israel, pero en 1976, con el apoyo de la Liga Arabe y Estados Unidos, y la tolerancia de Israel, sus tropas intervinieron para frenar el avance y un eventual triunfo de las fuerzas de izquierda. Pero esto no puso fin a la guerra.
Israel invadió el Líbano en 1982 con el objetivo de liquidar a la OLP y perpetró una masacre brutal contra los palestinos en los campamentos de Sabra y Chatila. Ante la invasión israelí, Siria permitió a Irán que interviniera la milicia Hezbollah (Partido de Dios) que se transformó en la principal fuerza política chiíta del país gracias a su resistencia armada contra Israel. La popularidad de Hezbollah creció cualitativamente luego de que Israel decidiera retirarse del sur del Líbano en 2000. Hoy cuenta con 12 diputados nacionales, dirige escuelas, hospitales, planes sociales y hasta un canal de televisión propio.
La guerra civil concluyó en 1989 con el tratado de Taif, firmado en esa ciudad de Arabia Saudita. Desde entonces Siria mantuvo su presencia militar y su influencia política. A cambio de su apoyo en la primer guerra del Golfo en 1991, Estados Unidos toleró el rol de Siria como “guardián”del Líbano.
El ex primer ministro asesinado Rafiq al Hariri, ejerció su cargo durante 10 años, entre 1992 y 1998 y nuevamente de 2000 a 2004, sólo al final había comenzado a oponerse a la injerencia directa de Siria. Este magnate multimillonario que hizo su fortuna en el negocio de la construcción bajo el auspicio de la monarquía saudita, aplicó un plan de reformas neoliberales que empobreció a una gran parte de la población por lo que su retirada del gobierno en octubre de 2004 fue precedida por una importante oleada de luchas obreras y populares.
La actual oposición está conformada por los viejos bandos de la guerra civil. Abarca a un conjunto heterogéneo de fuerzas desde los falangistas cristianos de ultraderecha y los neoliberales partidarios de Hariri hasta el izquierdista Walid Jumblat del Partido Socialista Progesista y la Izquierda Democrática socialdemócrata. Aunque Hezbollah siempre fue opositor a los distintos gobiernos, esta vez decidió no alinearse con las fuerzas antisirias, porque ve que favorecen la política imperialista.
Estas direcciones burguesas se venden al mejor postor, ayer era Siria, hoy Estados Unidos. Intentan montarse en la legítima aspiración de las masas libanesas a la independencia de la tutela siria y a la autodeterminación nacional, para usar la movilización como base de maniobras. Por eso su “modelo” es la llamada “revolución naranja” de Ucrania o la “revolución de las rosas” en Georgia. A tono con la campaña imperialista de la “democracia” y el “combate contra el terrorismo”, ven la oportunidad de lograr que Estados Unidos intervenga a su favor, postulándose así como agentes de la política imperialista en la región.

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