Ante los despidos en La Esperanza, reclamos en municipios del interior y de la propia capital jujeña, el sindicato SEOM llamó a la lucha.
Primero fue un acampe frente a casa de gobierno. Ante la negativa del municipio de reincorporar a los trabajadores, se siguió la lucha, hasta que el gobierno provincial propuso pagar durante dos meses un “subsidio” de 500 pesos a los despedidos, para luego incorporarlos a otro municipio o comuna.
Diez días después hubo nueva movilización, donde se volvió a plantear los reclamos: aumento salarial, pago por antigüedad, jornalización y pase a planta permanente. Tras los gases y algunas escaramuzas con la policía, se invitó a los dirigentes del sindicato y delegados a entrar a casa de gobierno para “dialogar”.
Aunque se abre un “compás de espera” claramente definido por el ministro Cavadini: “mientras siga existiendo una gran brecha entre el trabajo y el capital, las negociaciones serán una mesa permanente (…) de adecuación salarial” (Pregón, 31/01), la situación de los trabajadores no ha mejorado. Así, se “patean para adelante” las negociaciones, que el gobierno pretende sea en conjunto con todos los gremios de la provincia. Además, quiere “regimentar” el derecho a huelga con cláusulas de “servicios mínimos obligatorios”.
Ante esto, sólo la unidad de las bases y la lucha en las calles podrá superar las trampas en las negociaciones con el gobierno. Pese a la desmovilización general, la lucha de los sectores precarios en la provincia, organizados desde asambleas en la Coordinadora de Trabajadores en negro, son un ejemplo a tomar.

Corresponsal