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Partido de los Trabajadores Socialistas
    Buenos Aires   |  29 de abril de 2024
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Explotación del trabajo y aumento del costo de vida
01 Apr 2004 |


Los capitalistas atraviesan un período de buenos negocios. La devaluación duhaldista hundió en la miseria y el desempleo a millones mientras que para los grandes patrones significó comenzar a revertir a su favor la crisis arrastrada desde 1998 y la depresión del 2001, gracias al auge de las exportaciones y de la sustitución de importaciones. En la base del beneficio capitalista se encuentra el brutal mazazo al salario y el deterioro de las condiciones laborales. El actual aumento de precios es una forma de incrementar esta tendencia. Mientras los empresarios viven una nueva fiesta, la mayoría del pueblo subsiste con empleos mal pagos y precarios, con el salario congelado y planes de ayuda social: todos sumergidos en la pobreza. La suba de tarifas y del costo de vida es un nuevo golpe. Las dulces mieles del banquete burgués, lejos están de la "justa" distribución del ingreso que suele predicar el gobierno y se asemejan más al trago amargo de la desigualdad social y de la explotación salvaje de la fuerza de trabajo del cual el kirchnerismo se presenta como garante.
Los que festejan
Durante el 2002 se destacó el predominio de los sectores burgueses exportadores –junto a un sector del capital extranjero- por sobre el establishment financiero. Pero las ganancias aumentaron para el conjunto de los capitalistas. Con un costo laboral un 17% inferior al de 2001 –mientras en la industria la baja fue del 42,1%1- la plusvalía extraída a los trabajadores es el tesoro que constituye la piedra de toque de las "buenas" nuevas. La reforma laboral antiobrera del Kirchnerismo sanciona legalmente la posibilidad de las patronales de profundizar esta situación.
Algunos de los sectores hegemónicos bajo el menemismo se reacomodaron. El principal exportador argentino es Repsol-YPF (ver nota Pág. 3). Ramón Blanco, cabeza de esa firma, sólo tiene palabras a favor de Kirchner, ponderándolo por el "detallado conocimiento de la industria y su problemática". Será por los favores pasados -como gobernador de Santa Cruz- y por los presentes, que ubican a "los capitales petroleros como los más beneficiados de la gestión del Gobierno."2
Otros favorecidos de la era K son los agroexportadores subidos al boom del comercio y la producción de soja. Durante el 2003 se cosecharon 36,5 millones de toneladas exportándose un monto de US$ 29.349 millones (lo que constituye el 24% de las exportaciones). Se consolida una nueva oligarquía terrateniente donde sólo 6.200 propietarios poseen el 49,6% del total de la tierra mientras 17 millones de hectáreas se encuentran ya en manos extranjeras.3 Uno de los beneficiarios es el grupo Los Grobo que facturó en el 2003 US$ 68 millones mientras proyecta US$ 100 millones para el 2004. Por su parte Aceitera General Deheza -encabezada por un hombre de familia "bien" Adrián "Pomo" Urquía- logró US$ 60 millones de préstamo en el exterior, a pesar del default, facturando en 2003 $3.600 millones y ganancias por más de $67 millones4.
No está de más decir que los suculentos ingresos de los "hombres del campo" son al costo de transformar a la producción agropecuaria por el monocultivo de soja (50% de los granos cultivados, 54% de la superficie sembrada) con costos ecológicos y daños al medio ambiente irreparables. Sarmiento hace más de 100 años advertía que una aristocracia con olor a bosta gobernaba la república. En algo avanzamos, cultivando soja –y con la ayuda del perfume francés- se sacaron de encima los malos aromas.
Arcor y Techint son grupos emblemáticos de la burguesía nacional. En el 2003 el primero facturó US$ 810 millones, exportó US$ 223 millones teniendo una ganancia de US$ 38 millones, contra los 37 millones de pérdida del 2002. El grupo de los Rocca, por su parte cotiza en cuatro mercados internacionales y se ha asentado definitivamente como una trasnacional de base local.
Empresarios transversales
Dos anécdotas grafican las lealtades de los miembros de la burguesía para con la casta política. La primera, los llamados de Jorge Brito (dueño del Banco Macro, destacado menemista y soporte financiero del grupo Yoma) a "recrear a la burguesía nacional", contra "la concentración y extranjerización de la banca" y en pensar la manera de "distribuir la riqueza". Un abrazo con Kirchner y la promesa del banquero de invertir $ 155 millones en programas oficiales sellaron el romance. La segunda, la conversión del financista de la campaña de Menem, y flamante dueño del uniforme rematado de Perón, Francisco De Narváez, invocando a reconstruir "el empresariado nacional pensando en el bienestar de la población". Vale recordar que el tatuado De Narváez hizo su fortuna vendiendo al nada nacional Exxel Group sus acciones en Casa Tía justificándose: "preferí ser un empresario con posibilidad de crecimiento antes que un patriota fundido".5
Los simpatizantes del gobierno pueden decir que Kirchner no tiene la culpa por el reacomodamiento de las patronales. Pero podríamos decir que quien más se reubicó es el personal político con respecto al capital: de empleados del establishment a sirvientes del "capitalismo nacional". Un botón de muestra. El Jefe de Gabinete Alberto Fernández cantaba loas al neoliberalismo en sus tiempos de legislador por el cavallismo: "Ningún país como la Argentina logró sobreponerse a la década perdida" (se refiere a los ’80 NdeR). La apertura económica, sumada al redimensionamiento del estado y la estabilidad monetaria, permitieron delinear un cuadro de situación infinitamente más ventajoso que el de aquellos años"6. Como vemos, el kirchnerismo, más allá de los discursos, es un fiel agente al servicio del capital y garante de sus ganancias.
1 3 de marzo. La Nación.
2 Página/12, 27 de marzo. Félix Herrero, especialista en temáticas petroleras.
3 INDEC- Censo Nacional Agropecuario 2001.
4 Todos los datos son de la Revista Apertura, marzo 2004.
5 Debate, 20 de febrero 2004.
Los que subsisten
En las últimas semanas se denunciaron incrementos del 25 % en el precio de los cigarrillos, del pescado, que llevó la lata de atún a $3,70 y el aumento del 20% que sufrió la carne vacuna desde enero a la fecha1. Esto se agrava porque al calor de la devaluación la inflación fue del 46,9% entre diciembre de 2001 y febrero de 2004 según los índices de precios al consumidor. La búsqueda rapaz de ganancia de los capitalistas los lleva a desabastecer el mercado local, provocando el alza de precios, a favor de las exportaciones y el reembolso de cuantiosas sumas en dólares. El aumento de precios es -a su vez- una forma indirecta de bajar los salarios, disminuyendo el poder adquisitivo de los trabajadores. A la forma de extracción de plusvalía característica del menemismo: precarización laboral y productividad, en la era K se agrega este nuevo factor.
Mientras tanto, el ingreso promedio de las familias es de $551 mensuales, valor que se sitúa un 25% por debajo del costo de la canasta básica para una familia tipo. De acuerdo con el INDEC en los dos últimos años, en promedio, los salarios aumentaron un 20,42%, mientras el valor de la canasta básica subió un 55% y la de subsistencia, que incluye los alimentos básicos, el 75%. Entre los asalariados, los que llevaron la peor parte fueron los trabajadores no registrados ("en negro") y los estatales, que quedaron al margen de los aumentos por decreto aprobados por el Gobierno ($250 en dos años).
Con respecto a las condiciones de empleo y a la creación de nuevos puestos de trabajo el descenso de la desocupación fue leve y las nuevas fuentes de trabajo generadas son "en negro" (cerca del 50% de la fuerza laboral). Agravando el panorama, en los primeros 9 meses de 2003 "hubo 297.294 accidentes de trabajo. De ese total, 600 fueron mortales"2. Es un hecho que a la par del crecimiento económico aumenta considerablemente la inseguridad obrera. Se registraron 50.000 accidentes más que en el 2002. Creció un 18,7%, porcentaje superior al propio repunte de la actividad económica y del empleo formal.
En un programa televisivo el Ministro Tomada dijo que el crecimiento capitalista beneficiaba a todos y que un mal ingreso y un mal trabajo es mejor que de donde venimos. Justifica así la degradación de las condiciones de vida y laborales de millones. Lejos de una más justa distribución de la riqueza –como promete el kirchnerismo- significa la aceptación de los parámetros de explotación y miseria para los trabajadores y el pueblo de una clase ajena al sufrimiento popular y al interés de la nación, que sólo le importa su ganancia.
1 Declaraciones de ADECUA. Clarín 10/1/2004.
2 Clarín, 9/3/2003 según datos de SRT.
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Carestía y respuesta anticapitalista
Los beneficios del "crecimiento económico" solo son percibidos por un 30% de la población que gana más de $2.000.1 Si en el 30% agraciado se encuentran las patronales grandes y pequeñas y las clases medias altas, en el 70% restante se enrolan los trabajadores, los desocupados, los sectores medios de bajos recursos, es decir la mayoría nacional. La dualización de la sociedad que se iniciara en los ‘90 con el neoliberalismo es parte del paisaje cotidiano y el kirchnerismo no tiene la menor intención de revertirla. Existe una continuidad estratégica en el terreno de la dominación capitalista y del alineamiento del país con el imperialismo. La clase obrera y el pueblo no puede dejarse engañar por discursos vacíos.
En el último período asistimos a una serie de luchas por la recomposición del salario y de movilizaciones piqueteras en defensa de los planes de empleo. La unidad de los trabajadores entre ocupados y desocupados en un movimiento común por el trabajo, el salario, contra la precarización laboral, y el ataque al bolsillo del pueblo trabajador es una necesidad urgente. La eliminación del IVA e impuestos progresivos al gran capital deben guiar la lucha contra la carestía de la vida. Junto a esto, trabajar menos con igual salario para que todos podamos trabajar y la exigencia de un aumento salarial generalizado equivalente al costo de la canasta familiar y un subsidio de desempleo universal sin contraprestación laboral, de por lo menos 500 $ son las consignas que pueden unir la fuerza social de los trabajadores para derrotar la rapacidad capitalista. Nuevas comisiones internas y cuerpos de delegados combativos, comisiones de solidaridad con los conflictos y coordinadoras para unir a los que luchan son las organizaciones democráticas que se requieren para este combate.
1 Revista Debate, Febrero 2004.

 

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