Soy Carla Lacorte, integrante del Ceprodh. El primero de junio de 2001, cuando bajaba en Quilmes del colectivo que me traía de la facultad, fuí baleada por el oficial de la Comisaría Sexta de Ezpeleta José Salmo a la altura del corazón.
Después de estar días al borde de la muerte, quedé paralítica, pero sobreviví. Soy la única víctima viva del gatillo fácil. Mi asesino, porque esa fue su intención, asesinarme, está libre, en funciones, portando un arma y protegido por el poder judicial.
Dos años después de los hechos no veo más que un matrimonio entre policía asesina y justicia. La violación de los derechos humanos no es un tema nuevo para mí. Mi padre fue asesinado por los militares en el golpe de Pinochet en Chile. Enfrenté la represión y la impunidad siempre y hoy veo que estos problemas no hacen más que profundizarse: la policía desaloja predios de las asambleas barriales, reprime brutalmente a obreras que quieren trabajar como en Brukman y los casos de gatillo fácil se siguen repitiendo.
Pero no me resigno porque está en juego la vida de muchos trabajadores y jóvenes. Por eso los invito a sumarse a la marcha que realizaremos el lunes 16 de junio a las 11,30 horas en Mitre y Brandsen de Quilmes junto con otras víctimas de la represión policial y la impunidad judicial como Cristina López, madre de Andrés Guarinos, muerto en un accidente de tránsito que fue encubierto por jueces y policías; familiares de Gabriel Ribba, asesinado en diciembre pasado en Berazategui por un gendarme, y la adhesión de Liliana Cerviño, madre de Damián Rosende, muerto hace dos meses mientras viajaba a la facultad en un micro de la línea 159 cuando un policía y un prefecto comenzaron a tirar dentro del ómnibus tras registrarse un asalto. Basta de represión. Si tocan a uno, nos tocan a todos.