Un docente nos decia: “Se ha naturalizado trabajar doble cargo y los profesores tienen cada vez más horas porque entre el bajo salario y la inflación no nos alcanza”. La jornada se hace extensa ya que incluso en nuestras casas continuamos trabajando: corregimos, planificamos, preparamos las clases. Una compañera agregó: “las mujeres además hacemos las tareas domésticas” y en las escuelas se presentan problemáticas que las docentes enfrentamos cotidianamente, los cortes de agua en verano, la falta de estufas en invierno, los comedores escolares que vienen bajando la cantidad y la calidad de los alimentos, y ni que hablar de las problemáticas sociales que atraviesan nuestros alumnos y sus familias, que muchas veces no tienen ni siquiera satisfechas las necesidades básicas. Estas situaciones no nos son indiferentes. 

La conclusión llegó rápido a partir del debate: “¿Cómo no nos vamos a enfermar? Si trabajamos largas jornadas, con aulas con más de 30 niños/as que nos obliga a estar hacinados y elevar nuestra voz generando disfonías crónicas. Situaciones extremas que llevan a un desgaste psicológico permanente. Este desgaste acumulado te genera “fatiga residual” o desgaste físico y psíquico, del cual nos cuesta reponernos.”