La juventud hizo un mapa con las fábricas de Pompeya. Elegimos una que no conocíamos y primero quisimos saber cuántos trabajadores había y cuántos estaban afiliados. A pesar de los días lluviosos hubo buena recepción de los trabajadores, que sentían el abandono de la Verde, la Bordó apareció como “algo nuevo” y “necesario”.

Enseguida nos topamos con el burócrata de la fábrica. Quiso amedrentarnos pero no pudo. Los trabajadores ya nos iban conociendo. Uno nos decía “¿por qué Daer compró una isla para el sindicato? ¿Sabés la falta que nos hace un policlínico en zona sur?”

Antes de las elecciones reaparecía el burócrata. Los obreros lo increparon por vender a los “chicos” despedidos que reclamaban recategorización. La campaña de la Bordó caló tan hondo que hasta gente de la Verde la votó. Sacaron un solo voto, el del presidente de mesa. ¡Se querían matar! El fiscal de La Bordó -le hicimos el aguante todo el día- no paraba de reírse. En esa fábrica sacamos el 90% de los votos.

En otra fábrica trabaja mucha gente mayor. Fue difícil empezar a charlar de las elecciones. Pero como era muy importante que conocieran nuestra propuesta, fuimos tres veces por semana a las 5 AM. Comenzaron a abrirse y nos relacionamos con varios. Es significativo, muestra que la convicción militante hasta puede acortar brechas generacionales. Nuestra presencia y las perspectivas para seguir construyendo La Bordó hicieron que la burocracia reconozca algunas demandas.

Jh, textil inmigrante, R, metalúrgico y P, joven trabajadora (Juventud del PTS)