A fines del 2002 alrededor de 100 empresas estaban siendo gestionadas por sus trabajadores en la Argentina, bajo diversas modalidades. Algunas formadas como cooperativas: Renacer, IMPA, Milhojas, La Baskonia, El Aguante, Imprenta Chilavert, Grissinópoli. Otras como Zanon y Brukman que, sin estar en ese momento bajo la forma legal de cooperativa, funcionaron bajo control obrero y reclamaban la estatización. La mayoría eran fábricas y establecimientos medianos y pequeños, como cooperativa El aguante, con 17 trabajadores, Clínica Junín, 35 trabajadores, Fricader con 40, Milhojas con 9, por tomar algunos ejemplos. Una de las más grandes y de más altos niveles de la producción es Zanon en Neuquén, que ha cumplido recientemente 10 años de puesta en producción bajo control obrero.

El fenómeno del control obrero o la gestión obrera directa de las fábricas no se extendió a las grandes concentraciones industriales, pero fue una respuesta defensiva frente a la crisis capitalista que se transformó en una ofensiva al tomar en sus manos la producción y cuestionar la propiedad privada. En el caso de Zanon (ver entrevista con Raúl Godoy en este número de LVO), no sólo se ha constituido en un ejemplo a nivel regional, nacional e internacional en tanto fábrica sin patrones, sino que además jugó un papel central como “fuerza moral” en la formación de nuevas camadas del “sindicalismo de base” bajo la recomposición económica en los gobiernos kirchneristas.