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Caso Candela

El caso Candela y la “investigación” policial

Tras la detención de seis sospechosos, el caso Candela no deja de ventilar infinidad de irregularidades. Después de tanta morbosidad, los medios pasaron por alto lo más obvio: el cuerpito de la nena fue abandonado en un basural a sólo 20 cuadras de la comisaría de Hurlingham.

Miguel Raider

8 de septiembre 2011

El caso Candela y la “investigación” policial

Tras la detención de seis sospechosos, el caso Candela no deja de ventilar infinidad de irregularidades. Después de tanta morbosidad, los medios pasaron por alto lo más obvio: el cuerpito de la nena fue abandonado en un basural a sólo 20 cuadras de la comisaría de Hurlingham. A propósito, el criminólogo Raúl Torre sostuvo que el modo en que fue dejado el cadáver “muestra conocimiento de cómo se encuentran huellas y evidencias” (Página12, 6/09). Sorprendió la extrema negligencia de la Bonaerense, ocultando a la justicia la grabación de un llamado telefónico clave del lunes 29 de agosto, aspecto que destacó el periodista Ricardo Ragendorfer postulando que es “la hora de investigar la investigación” (Miradas al Sur, 4/09). En esa línea, Gabriel Michi, jefe del Foro de Periodismo Argentino, denunció que todas las falsedades difundidas por la prensa provenían de las mismas fuentes policiales. Entre los investigadores figura el comisionado Marcelo Chebriau, acusado por coimas y por fabricar procedimientos fraudulentos para secuestrar drogas ilegales. La patética puesta en escena del gobernador Scioli obedeció a un operativo de prensa para cubrir todas esta desinteligencias.

En este contexto, parece una burla la designación de Federico Nievas Woodgate. El Fiscal del caso Candela fue juez en lo penal durante la dictadura militar, blasón que explica su desempeño en las audiencias de varios integrantes del Servicio Penitenciario Bonaerense juzgados por homicidios, tormentos y privación ilegítima de la libertad, que terminaron impunes.
De las tres hipótesis que dio a conocer la prensa, secuestro extorsivo, narcotráfico y trata de personas, la “participación de la policía” es recurrente.

Disolución de la policía

Los medios ilustran la cultura del hampa separada de los valores de la “ciudadanía” en la sociedad civil y el Estado. Nada más falso. A diferencia del pequeño delito, el gran delito exige infraestructura, finanzas y relaciones con el régimen político. En otras palabras, el gran delito sólo es posible mediante la concurrencia del Estado, los capitalistas y en particular las fuerzas represivas en tanto administradoras de la fuerza.

“La policía es el socio mayor del narcotráfico” afirma el ex titular de la Policía de Seguridad Aeroportuaria Marcelo Saín, por eso “nunca desbarató una organización narco de las grandes”, y a lo sumo “decide quien vende y quien no” regulando el mercado ilegal (www.politicaymedios.com, 20/10/10). El affaire del narcojet de los hermanos Julia asombró: sorteando todos los “controles” policiales fue embarcada nada menos que una tonelada de cocaína. La asociación con Gendarmería y Prefectura completa el circuito garantizando el transporte por las líneas de frontera y el resguardo de las pistas clandestinas.

Los secuestros extorsivos se desarrollaron producto de la “mano de obra desocupada” de la dictadura, con bandas como la de Aníbal Gordon que integraban los grupos de tareas que secuestraban y torturaban a los detenidos-desaparecidos. Esas bandas, educadas en el terrorismo de Estado, desplazaron su accionar a la esfera de los negocios privados, distinguiéndose desde el menemismo en el secuestro de ricos y famosos, más tarde extendido a otros segmentos como secuestro de narcos y piratas del asfalto.

Parece una provocación que el “socialista” Hermes Binner haya reclamado “mayor participación de las fuerzas de seguridad” en la “elaboración de un mapa del delito” acorde a los derechistas Eduardo Duhalde y Francisco De Narváez (La Nación, 5/09).
Desde el PTS opinamos que la única salida progresiva es la disolución de la policía y de todas fuerzas de seguridad, una banda de delincuentes irreformable que constituye la auténtica inseguridad sobre los destinos del pueblo trabajador.

Prensa

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