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Informaciones Obreras

Discriminación, superexplotación y muerte en la Capital oculta

Telerman y los empresarios la tienen que pagar

6 de abril 2006

La muerte de dos trabajadores bolivianos y sus hijos volvió a mostrar el drama de cientos de miles de nuestros compatriotas que trabajan de sol a sol para sobrevivir. La tragedia es sólo la otra punta del ovillo, que comienza con miles de campesinos y obreros que huyendo de la miseria, algunos traídos por redes que trafican personas para mano de obra barata.
Muchos se sorprenden de la situación en que trabajamos, pero son millones los argentinos e inmigrantes que trabajan en negro, 12 o 14 horas, dejando nuestra sangre para que se enriquezcan las grandes fábricas, las grandes tiendas, los shoppings, las marcas que todos quieren tener. Terminamos entre los más explotados de los explotados en el país del “capitalismo en serio” de Néstor Kirchner y la “ciudad productiva” de Jorge Telerman.

Los responsables

La cadena de responsables se inicia con las grandes marcas y los fabricantes. La “recuperación” de la industria de la indumentaria en la Argentina se basa en el trabajo a facon en los talleres textiles. Allí los dueños, sean argentinos, coreanos o bolivianos, llevan a familias, cuentapropistas y costureros a trabajar a destajo por salarios de hambre en jornadas extenuantes. No hay “libertad para elegir”, como dicen algunos, el trabajo a destajo y superexplotado es casi la única opción para muchos de nosotros.

El Gobierno de la Ciudad es cómplice. Son más de 2.000 las empresas textiles en la ciudad, con un 75% de los trabajadores en negro, lo mismo en las empresas constructoras e inmobiliarias. Los responsables políticos de Cromañón sostienen un régimen de superexplotación, en donde la coima permite a los empresarios hacer lo que quieren. Pero el gobierno nacional también es responsable, con un Ministerio del Interior que mantiene a los inmigrantes en la ilegalidad y los persigue, y que maneja la policía racista y de la coima.
El Estado tiene cientos de miles de contratados y trabajadores precarizados, y beneficiarios de los planes Jefes y Jefas que hacen tareas municipales. La primera inspección tendría que ser a los que gobiernan. Tenemos que pedir juicio y castigo no sólo a los patrones sino también a los funcionarios cómplices de esta tragedia, para que no quede impune.

Las movilizaciones en la comunidad boliviana

El intento del Estado de salvar sus responsabilidades y el inicio de los allanamientos generó un rechazo en varios sectores de la comunidad boliviana, que iniciaron movilizaciones al gobierno para reclamar tiempo y contra los fabricantes pidiendo mejores precios. Muchas familias con niños quedaron en la calle, ya que viven en los mismos talleres. Estas marchas han sido dirigidas por muchos de los que quieren seguir con este régimen que beneficia a unos pocos. Pero en ellas han participado muchos trabajadores. Con el argumento de que las denuncias contra la explotación no tenían en cuenta las consecuencias de los cierres, muchos fueron manipulados para atacar a La Alameda, lugar que reúne a los compañeros de la Unión de Trabajadores Costureros. Nosotros creemos que el reclamo de los sectores explotados de la comunidad tiene que apuntar contra el gobierno y los verdaderos responsables de esta situación, y deben partir de reclamar justicia por las víctimas de la tragedia y acabar con el trabajo en negro, la indocumentación y la explotación laboral. Ninguno de los ‘voceros’ de estas marchas han planteado estos problemas como los principales.
Por eso los trabajadores bolivianos debemos encarar una lucha que nos permita solucionar nuestros problemas:
Organizar a los trabajadores de forma independiente. En las movilizaciones de la comunidad boliviana pocos han hablado de los derechos de los trabajadores, es importante que los trabajadores demos una respuesta independiente. Es cierto que la inmensa mayoría de los bolivianos somos discriminados, perseguidos y oprimidos, pero somos los trabajadores los que más sufrimos esta situación. Debemos ayudar a sacar de nuestra cabeza la idea de que los bolivianos somos “buenos trabajadores y no nos quejamos”, que solo nos sirve para ser explotados.
Es de vida o muerte poner en pie una organización democrática, que reúna a todos los trabajadores bolivianos ocupados y desocupados, para que junto con los trabajadores argentinos podamos defender nuestros derechos. La Asamblea Coro Mayta y las organizaciones bolivianas en las que participan costureros tienen que ayudar en esta tarea.

Luchar por la legalización inmediata y gratuita de todos los inmigrantes. El Estado argentino, con la complicidad del Consulado de Bolivia, nos condenan aún más al trabajo en negro y la ‘ilegalidad’. Muchos compañeros y compañeras son técnicos, operarios calificados o estudiantes que no tienen otra salida que trabajar en la costura, ya que otros ramas se exige documentación. Por eso tenemos que exigir amnistía y documentación gratuita para todos.

Luchar por nuestros derechos. Hay que luchar contra el trabajo esclavo y en negro, por el trabajo bajo convenio que respete las ocho horas, obra social, aportes y salario familiar. Derecho de los jóvenes a estudiar. Somos los trabajadores quienes podemos controlar las condiciones de seguridad e higiene de los talleres y fábricas, para que no haya más accidentes ni enfermedades.

La unidad con otros trabajadores

No podemos ser trabajadores de segunda, y para eso tenemos que lograr la unidad de los distintos sectores del movimiento obrero de Argentina. Las organizaciones obreras que vienen luchando deben ayudar a los contratados y los trabajadores inmigrantes.

No a los despidos y la desocupación

El temor a los allanamientos ha generado los primeros despidos de costureros, y pueden seguir. No pueden quedar trabajadores en la calle, y el Estado debe garantizar el alojamiento a los que viven hacinados. Los costureros tienen que exigir al Estado máquinas y edificios para los trabajadores que quieran organizarse en cooperativas, y los pequeños talleres familiares y los cuentapropistas que se ‘blanqueen’ deberían acceder a créditos baratos y subsidios por parte del Estado, que debemos fiscalizar los trabajadores para que no terminen en otro lado.

En estas semanas los medios contaron la muerte de Harry, que a los 3 años murió encerrado en una pieza en el taller incendiado de la calle Luis Viale mientras sus padres sólo podían escuchar el ruido de la overlock. Y mostraron la historia de aquella costurera anónima, cuyo hijo le desenchufa a veces la máquina para que juege con ella. ¿Cuánto valen nuestras vidas, compañeros? ¿Quiénes son los dueños de nuestros cuerpos?

Los costureros no pueden apuntar a ser futuros talleristas. La clase obrera es la única que puede lograr la liberación propia y de toda la humanidad y ha escrito las páginas más gloriosas de nuestra historia. Somos los únicos que podemos terminar con la miseria y la explotación de nuestro pueblo.

(*) Yuri Fernández (textil Brukman) y Jorge M. (construcción), trabajadores bolivianos

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