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Francia

Siguen las huelgas contra el ajuste de Raffarin

9 de junio 2003

El 3 de junio se realizó en Francia una nueva jornada nacional de paro y movilizaciones contra la reforma del sistema de pensiones y jubilaciones del gobierno derechista de Chirac-Raffarin, con la que buscan aumentar la edad de retiro para el sector público. Esta lucha de los trabajadores franceses tiene lugar en medio de una seguidilla de huelgas y movilizaciones que ha recorrido algunos países europeos, como la huelga general en Austria.
La acción de la burocracia sindical y el intento del gobierno de dividir a los trabajadores, postergando la aplicación de la reestructuración privatista del sistema educativo para evitar la participación de los docentes en el paro, contribuyeron a disminuir los efectos de la huelga y las protestas del 3 de junio, comparado con las impresionantes movilizaciones que acompañaron la primer jornada de lucha del pasado 13 de mayo. Sin embargo, al cierre de esta nota se estaba desarrollando una serie de acciones no previstas por las direcciones oficiales. En algunas de las principales ciudades, como Brest, Toulouse y Le Havre, los huelguistas levantaron barricadas que impidieron el tránsito. Los servicios de tren se vieron interrumpidos, así como los de una parte importante de los colectivos de París. El aeropuerto de París – Orly fue bloqueado algunas horas por trabajadores del sector privado, manifestantes de Air France y las escuelas locales. Los trabajadores atacaron también varias oficinas de MEDEF, la principal federación patronal. La existencia de esta vanguardia obrera probablemente esté indicando la profundidad del movimiento.
Nada se ha definido aún en esta auténtica prueba de fuerza entre los trabajadores y el gobierno. Una nueva huelga y jornada de protesta nacional ha sido convocada para el 10 de junio, el día en que será debatida en el parlamento la propuesta de reforma. El gobierno se mantiene duro, intentando derrotar esta lucha testigo para dar el ejemplo de que “no es la calle quien gobierna” y poder avanzar en su proyecto de ajuste, que incluye además una mayor flexibilización laboral, como respuesta a la complicada situación económica por la que atraviesa Francia. Quiere evitar que se repita la experiencia de la huelga de trabajadores estatales de 1995, que derrotó un ataque similar del entonces primer ministro derechista Juppé.
Las principales centrales sindicales -CFDT, CGT y FO- se han negado hasta el momento a llamar a una huelga general, la única medida eficaz para enfrentar el ataque. Sus dirigentes lo único que buscan es presionar para conseguir una reforma negociada, ya que coinciden en que el sistema de pensiones debe ser modificado en detrimento de los trabajadores, y no de los patrones, para “evitar su colapso”, el mismo argumento que usa el gobierno para impulsar sus medidas. Quieren evitar a toda costa que el movimiento se les vaya de las manos y termine amenazando al gobierno. El opositor Partido Socialista dice rechazar la reforma, pero no obstaculizará su aprobación en el parlamento, mostrando una vez más el nefasto rol del reformismo como garante de la ofensiva capitalista.
Después de la “luna de miel” con el gobierno, motorizada por el voto anti Le Pen y la ubicación “pacifista” de Chirac frente a la guerra de Irak, la clase obrera ha salido a resistir este ataque con sus propios métodos de lucha.
Pero para enfrentar al gobierno y a su intento de volcar la opinión pública en contra de las huelgas hace falta poner en movimiento todo el potencial de lucha de los trabajadores. Las centrales sindicales sólo agrupan entre un 10 y un 15% de la fuerza de trabajo francesa y tienen a la cabeza direcciones reformistas y burocráticas. Para evitar las traiciones de sus dirigentes es necesario no sólo imponer la democracia obrera en los sindicatos, sino sobre todo retomar la experiencia de coordinación que los trabajadores habían empezado a hacer durante la prolongada huelga de 1995, para incorporar en una pelea común a los sectores privados y estatales, precarizados, inmigrantes y desocupados. Esta coordinación debería abarcar a los jóvenes del movimiento anticapitalista, que se movilizaron recientemente contra la cumbre del G8 realizada en Evian, así como a los estudiantes que ven amenazado el sistema educativo. Toda esta fuerza es capaz de derrotar al gobierno, paralizando al país con la huelga general. El próximo 10 de junio puede ser un primer paso en esa perspectiva. ¡Abajo el plan de Raffarin-Chirac! ¡Viva la lucha de los trabajadores franceses!

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