Murió Sara, madre de un compañero de Pilkington, que luchó codo a codo con nosotros ante los despidos de 2009.

“Se que a mis hijos mucho no les voy a poder dejar, pero desde chiquitos les enseñé algo: que lo mas importante es ser buena persona, mirar a los otros a los ojos y considerarlos uno mismo. (…)Y eso es lo que yo quise transmitirles a ustedes, porque la unión y el compañerismo es lo único que nos puede salvar. Sentirnos hermanos, y que el dolor del otro nos duela a nosotros también. Un abrazo grande y un beso para cada uno de ustedes...”

Estas son las palabras con las que saludaba nuestro triunfo en el 2009 “doña Sara”.

El pasado jueves al conocer la noticia de su fallecimiento, el primer sentimiento que nos atravesó fue un profundo dolor y tristeza. Pero luego de asumir la realidad y más allá de la tristeza, el sentimiento mas fuerte en nosotros es el orgullo, orgullo de haber conocido a esa mujer de contextura pequeña y de frágil aspecto, que demostró ser una persona enorme y de una robustez increíble. Alguien que estuvo junto a nosotros desde el primer día del conflicto, y no solamente dándonos su apoyo, sino que poniendo el cuerpo a la par nuestra, junto con sus hijos, como cuando se enfrentó a la seguridad de la fábrica porque no nos dejaban pasar comida y agua a los compañeros que permanecían adentro.

En los momentos más difíciles, cuando pensábamos que no llegábamos ella estuvo para darnos fuerza. Fue el ejemplo claro de aquello que siempre decimos: Cuando una mujer avanza, ningun hombre retrocede.
Con esas palabras con que saludó el triunfo, que también fue de ella, quiso hacernos reflexionar y hacernos entender cual era el camino que debiamos seguir, ese que nos había permitido vencer: el de la lucha, solidaridad y unidad, con lo cual los trabajadores podemos llegar a lograr grandes cosas.

Nos ha dejado físicamente, pero sigue presente en cada uno de nosotros
Nuestro humilde homenaje hacia ella y a sus hijos...

Trabajadores de Pilkington