El pago de los 9.810 millones de dólares al FMI es un nuevo paso para restaurar la “normalidad” capitalista, buscando dar gestos de “previsibilidad” y de “respeto a las reglas del juego” del gran capital. De ahí que aún los sectores más opositores al gobierno se esmeraron en mostrar la diferencia entre estos anuncios y el “default” de la deuda realizado durante la semana de gobierno de Adolfo “el breve” Rodríguez Saá.
Presentada por Kirchner como un gesto de “independencia nacional” el pago actual es, en realidad, un acto de sumisión al imperialismo. El FMI mismo había planteado hace unos meses al gobierno argentino, que entonces la había rechazado, la propuesta de cancelar la deuda con las reservas del Banco Central, una salida que ya había tomado Rusia y que Lula anunció poco antes que Kirchner.
Argentina no se libera con esta medida del yugo de la deuda, ya que lo que debe al FMI es sólo un 7,4% de una deuda que llega a los 120 mil millones de dólares (sin contar la deuda que no entró en el canje que suma unos 20 mil millones dólares más).
El gobierno también arguye que ha logrado una mayor autonomía para decidir sobre los destinos de la economía nacional, pero lo cierto es que no sólo la deuda continúa siendo muy alta sino que los principales recursos estratégicos (como el petróleo y el gas) y los servicios públicos continúan en manos de empresas imperialistas o de grandes grupos capitalistas nativos, que se los apropiaron mediante las privatizaciones de los ’90, empezando por Repsol, hoy la principal empresa del país. ¿De qué “autonomía nacional” puede hablarse entonces hasta que estas empresas no sean reestatizadas bajo control de sus trabajadores? Peor aún, los anuncios del pago al FMI vinieron acompañados de la votación de un Presupuesto 2006 donde no se destinan fondos ni para aumentos de jubilaciones ni para los empleados estatales ni para los planes a los desocupados, a quienes siquiera se les otorgó el llamado “aguinaldo piquetero” de $75 que se habían cobrado en 2003 y 2004.