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Economía Mundial: ¿Cambio de tendencia?

Qué significa la caída de las Bolsas

26 de mayo 2006

Desde 2003 la economía mundial venía creciendo fuertemente. Estados Unidos actuando como gran comprador en última instancia y China como “taller manufacturero mundial”, dieron lugar a un “círculo virtuoso” de crecimiento a nivel global –incluyendo a los productores de materias primas, como los latinoamericanos– no visto en las dos últimas décadas. Uno de los motivos que empujaban esta dinámica era la facilidad de crédito, resultado de las bajas tasas de interés en los EE.UU. Esto permitió un sobreconsumo de los endeudados particulares norteamericanos, y una burbuja especulativa inmobiliaria, superior incluso a la de la llamada “alta tecnología” a fines de la década pasada. A su vez, la abundante liquidez internacional (fuerte emisión de moneda en los EE.UU.) daba lugar a que parte de este capital fluyera en busca de rendimientos más altos a los países semicoloniales, revirtiendo la fuga de capitales sufrida desde la crisis asiática de 1997-98 hasta el default argentino de diciembre de 2001. Junto al crecimiento acelerado del comercio internacional, impulsado en buena medida por los altos precios de los productos básicos y el petróleo, estos elementos permitieron que los países semicoloniales crecieran a un ritmo desconocido desde hace años.
Pero en los últimos días se multiplicaron los signos de una reversión de los factores que posibilitaron la bonanza: los altos precios del petróleo, el inicio del desinfle de la burbuja inmobiliaria en los EE.UU. y otros países con grandes déficits de cuenta corriente, y las expectativas de un endurecimiento mayor de la política monetaria norteamericana (aumento de las tasas de interés) para contener la creciente inflación mundial. Estos elementos iluminan la falta de sustentabilidad a largo plazo del reciente ciclo económico mundial, y empezaron a cambiar el estado de ánimo de los inversionistas, que viraron de una confianza exuberante (considerando que no importaban los crecientes desequilibrios de la economía mundial ni los crecientes déficits fiscales y comerciales de los EE.UU. ya que estos eran financiados “gratuitamente” por China y demás países en desarrollo, debido a su necesidad de exportar al mercado norteamericano) a un clima de preocupación y cautela.
La disparada de la inflación en EE.UU. al 0,6% en un mes fue la alarma que provocó una fuerte caída en todos los mercados bursátiles, incluso en el precio de las materias primas a nivel mundial. Los inversionistas temen una brusca aceleración de las subas de las tasas de interés en EE.UU que enfríe la economía de este país, incluso su entrada en recesión y que por su rol de “importador en última instancia” de la economía mundial termine provocando una desaceleración del crecimiento a nivel internacional. Esta perspectiva para EE.UU., junto a la decisión de China de subir las tasas de interés, pueden indicar que están entrando en un parate los dos motores que impulsaron el auge de los pasados años.
Por su parte, una suba de las tasas de interés, más allá de la esperada, dejó mal parados a los que especulaban en estos mercados, en general con préstamos a tasas irrisorias. La huída a los metales preciosos, como el oro, que alcanzó los 730 dólares la onza (creciendo un 40% desde noviembre) arrastrando incluso a la plata, muestra la fuga de los tenederos de billetes verdes hacia plazas más seguras abriendo nuevos interrogantes sobre la sustentabilidad del dólar como moneda de reserva mundial.
El cambio de tendencia en la economía mundial puede afectar a los países de la periferia del sistema imperialista mundial, dando origen incluso a una nueva oleada de crisis regionales (como ya conocieron México en 1995, el sudeste asiático en 1997-98, Rusia ese último año, Brasil un año más tarde (aunque evitó el default de su deuda externa) y Argentina en 2001, con el colapso de su economía). Esto se muestra en la caída masiva de la bolsa y la moneda en Turquía, en la crisis de Hungría (cuyos pilares económicos son menos sólidos aún), en la renovada crisis de Indonesia (uno de los epicentros de la crisis asiática de la década pasada) y la suspensión de las operaciones de la bolsa de la India (uno de los países “estrella” de los últimos años) después de una caída de diez puntos en sus índices. Para los países latinoamericanos, en especial América del Sur, beneficiados por el crecimiento de la economía mundial de los últimos años, la caída en los precios de las materias primas y la suba de las tasas norteamericanas, en el marco de economías que están súper endeudadas como Brasil, significan dos malas noticias que pueden implicar el fin de la reciente “bonanza” de sus economías y que permitió, al menos coyunturalmente, asentar sus gobiernos “posneoliberales” después del ciclo de luchas que atravesaron la región contra las consecuencias nefastas de la “ofensiva neoliberal” de los ‘90. Esta posible reversión del crecimiento económico podría acelerar la experiencia de los trabajadores y pueblos oprimidos con la demagogia de estos gobiernos.

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