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Para la discusión de los Circulos Marxistas

¿Qué es el centralismo democrático? (II parte)

4 de febrero 2005

Un poco de historia

A lo largo de la historia se ha pretendido identificar el bolchevismo con su negación, el stalinismo. Aunque sería imposible abordar en este artículo esta importante y amplia discusión, uno de los elementos que toman los detractores del leninismo es la resolución del décimo Congreso del Partido Comunista de la URSS en 1921, en el cual, bajo condiciones excepcionales de la guerra civil, insurrecciones de campesinos ricos, etc. se tomó la resolución de prohibir la formación de grupos y fracciones. Los miembros del partido (en ese momento contaba con 500.000) sabían que era el Comité Central, dirigido por Lenin quien interpretaba esta fórmula, y que no habría interpretación “brutal y desleal”, y aún menos “abuso de poder”. Como sabemos, Stalin y sus seguidores hicieron de esta medida excepcional la norma con la cual enfrentó a sangre y fuego toda disidencia. La prohibición de todo tipo de oposición se transformó en un principio y el monolitismo en el objetivo supremo.
Pero la historia en la que se forjó el bolchevismo no tuvo nada que ver con esto.
En LVO 154 terminamos el artículo con una cita en la que León Trotsky define “La historia del bolchevismo es en realidad la de la lucha de las fracciones. ¿Y cómo un organismo que se propone cambiar el mundo y reúne bajo sus banderas a negadores, rebeldes y combatientes temerarios, podría vivir y crecer sin conflictos ideológicos, sin agrupaciones, sin formaciones fraccionales temporales?” Y afirma que toda visión opuesta es “un mito de la decadencia”.
Al mismo tiempo Trotsky alertaba a las secciones de la Oposición de Izquierda Internacional en 1935 (“Las fracciones y la IV Internacional”): “El partido revolucionario presenta un programa y tácticas definidas. Esto impone de antemano límites determinados y muy claros a la lucha interna de tendencias y agrupaciones (...) El mero hecho de pertenecer a la Cuarta Internacional debe depender necesariamente del cumplimiento de un conjunto de restricciones que reflejan todas las experiencias de los anteriores movimientos de la clase obrera. Pero el hecho de que las limitaciones a la lucha ideológica se establezcan a priori, de ninguna manera niega la lucha en sí, dentro del marco de los principios generales. Es inevitable; si se mantiene dentro de los límites señalados, es fructífera. Por supuesto, el contenido fundamental de la vida partidaria no reside en la discusión sino en la lucha”.

La experiencia del PTS

A pesar de que nuestra organización, como el conjunto de las corrientes de izquierda en nuestro país, influenciamos sobre diferentes sectores de la vanguardia obrera y estudiantil pero no tenemos un peso de masas como el que tuvieron el partido bolchevique y otros partidos revolucionarios de la III Internacional antes de su burocratización, hemos intentado a cada momento, siguiendo los consejos de Trotsky, retomar en el terreno de la democracia partidaria las mejores tradiciones del bolchevismo y de movimiento marxista1.
Nuestra joven organización, nació reivindicando este método en la lucha contra el giro oportunista de la dirección del viejo MAS en el ’88. Buscábamos con ello tratar de influir en el curso de la organización que se deslizaba a abandonar el internacionalismo (nosotros señalábamos las primeras movilizaciones de masas en Armenia como anticipo a lo que fueron las grandes conmociones del 89-91 en el Este de Europa y la ex URSS) y a políticas de conciliación de clases como finalmente se desbarrancó el MAS un año después en su acuerdo con el PC (que estaba siendo jaqueado por las masas en el Este) en IU. 
Cuando, después de una dura lucha política interna, planteamos como condiciones mínimas para preservar la unidad del partido -como se puede leer en el folleto “Nuestra lucha contra el revisionismo”-, entre otros puntos, que se permita a los dirigentes expresar sus posiciones en la prensa del partido dentro de los límites del programa como era tradición en el marxismo se nos contestó que esta propuesta atentaba contra el “centralismo democrático”2. Esto demuestra hasta qué punto la izquierda que se reclamaba trotskista había asumido como propia la falsificación del régimen monolítico stalinista contra el bolchevismo. Lenin defendía que no sólo el partido, sino las masas, conocieran las divergencias, incluso en momentos de clandestinidad bajo el zarismo: “...cuando tengamos un programa y una organización de partido, no sólo deberemos abrir hospitalariamente las páginas del órgano del partido a un intercambio sistemático de opiniones, sino brindar incluso la posibilidad de exponer de modo sistemático nuestras discrepancias por poco importantes que sean a los grupos (...) que por inconsecuencia defiendan ciertos dogmas del revisionismo” (Obras Completas Tomo VII).
Si esta debería ser la norma de funcionamiento de un partido revolucionario, frente a acontecimientos de magnitud, es lógico – al menos en un organismo vivo que actúa sobre importantes y complejos acontecimientos de la lucha de clases- que a partir de determinadas diferencias tiendan a crearse agrupamientos especiales al interior del partido (tendencias y fracciones), lo que implica no sólo su reconocimiento sino al mismo tiempo crear los mecanismos para desarrollar abiertamente la discusión política de cara a la vanguardia.
Este método para encauzar las discusiones será tanto más importante en la medida que el partido vaya adquiriendo más influencia en la realidad y las diferencias internas expresen directamente tendencias de la realidad misma.
Esta creemos es la forma de limitar –y clarificar políticamente- los inevitables procesos de rupturas que marcan la historia de toda organización política.
En nuestra organización hemos tenido infinidad de discusiones políticas (¿cómo podría ser de otra manera?), que en algunas oportunidades llevaron a rupturas de pequeños grupos de compañeros. Siempre utilizamos el mismo método: la lucha política democrática, la discusión abierta en la prensa partidaria más allá de los congresos y conferencias que busquen saldarlas. De esta forma los cuadros y militantes del PTS hemos intentado aprender del debate de ideas que cada agrupamiento necesariamente plantea.
Esta ha sido nuestra práctica.

1 En cuanto al resto de la izquierda, como decíamos en LVO 154: “Este quizá sea uno de los aspectos más controvertidos y desnaturalizados del “centralismo democrático”, ya no sólo por parte del stalinismo, sino también por organizaciones que se reclaman trotskistas. Para algunas de ellas, como el MST, dividido en dos fracciones internas, el “centralismo democrático” consiste en esconder sus diferencias, suspender todo debate de su militancia postergando su Congreso por dos años. Del PO no puede decirse más que no se le han conocido discusiones públicas por décadas, sólo las detracciones o insultos a los dirigentes o agrupamientos que se han separado de su organización. En el otro extremo se encuentran los que tienen la concepción de fracciones de existencia permanente, como es la corriente internacional fundada por Ernest Mandel, funcional a un partido laxo y adaptado al régimen democrático burgués”. Tanto es así que en esta última corriente se adoptan “reglas de convivencia” completamente conciliadoras ya que- sin considerar al “ministerialismo” como un problema de principios- mantienen la participación de uno de sus miembros, Rosetto, como ministro en el gobierno burgués neoliberal de Lula en Brasil.
2 “En el último esfuerzo por salvar al partido: la propuesta de la TBI (periódico de la TBI –fracción del MAS- del 17/5/88) planteábamos además la necesidad de un Boletín periódico, sin censuras, para que las organizaciones del partido puedan expresar sus diferencias con las resoluciones de los órganos dirigentes, la edición de órganos de difusión partidaria locales reproduciendo las editoriales nacionales, criterios de elección de dirección, entre otras propuestas.

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