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EDITORIAL

Podemos parar al ajustazo

Con la devaluación que llevó el dólar a $ 8, y el impulso del Banco Central al aumento de las tasas de interés, el Gobierno dejó más que claro cuál es su política para superar la crisis: un ajustazo. Aunque no está para nada asegurado que pueda estabilizar la situación pese a estas medidas patronales.

Fernando Rosso

30 de enero 2014

Podemos parar al ajustazo

Con la devaluación que llevó el dólar a $ 8, y el impulso del Banco Central al aumento de las tasas de interés, el Gobierno dejó más que claro cuál es su política para superar la crisis: un ajustazo. Aunque no está para nada asegurado que pueda estabilizar la situación pese a estas medidas patronales.

La devaluación incrementará aún más la inflación que licua los ingresos de los trabajadores y de toda la población. El encarecimiento del crédito y la apuesta a “secar el mercado” de pesos con la suba de la tasa de interés implicará, como mínimo, una fuerte desaceleración de la economía o directamente la recesión. Traducido a la vida cotidiana de los trabajadores: suspensiones o despidos. Los únicos beneficiados son los empresarios y los especuladores (ver más sobre las consecuencias de la devaluación en pág. 3).

El paquete, si tiene “éxito” -cuestión que hoy no está garantizada-, implica un plan que combina inflación y “enfriamiento” de la economía o recesión. Un clásico ajuste “neoliberal” que terminó de desmentir todo el verso del discurso kirchnerista.
El único “ancla” con que el Gobierno pretende controlar la inflación es con el planchazo a los salarios.

Festejo, nuevas exigencias patronales y escandaloso inmovilismo de la burocracia sindical

Una parte importante del empresariado salió a reivindicar este “sinceramiento” y a saludar las medidas pro “competitividad”. Sin embargo, pese a las concesiones, los empresarios quieren más, dicen que no es suficiente y ponen acento en la baja del gasto público. Carlos Garetto de Coninagro afirmó que “a los productores no les conviene vender a $ 8”. El Gobierno todavía no logró un acuerdo con el Club de París, no tiene garantizado el acceso al crédito y sigue perdiendo reservas para sostener el dólar. La crisis es parte de un proceso internacional y está en uno de los momentos políticos más débiles de su historia. Por lo tanto, todavía está en cuestión, y lo estará en los próximos meses, si pese a estas medidas logrará mantener el control de la situación o se impondrán nuevos golpes de mercado o una espiralización inflacionaria descontrolada.

La oposición política patronal quedó nuevamente desubicada porque el Gobierno tomó la agenda que venían reclamando Massa, Cobos, Binner o Macri. Salieron a criticar las “formas” y hablan en general de que hay que controlar la inflación, pero comparten esencialmente las medidas.

El rol más bochornoso lo está cumpliendo la burocracia sindical. Los que responden al Gobierno son cómplices directos del ataque. Los opositores, como Moyano y Barrionuevo, se fueron a visitar a Macri y están buscando candidatos patronales para el 2015. La CTA de Micheli saca declaraciones, pero ninguna medida. A lo sumo reclaman sumas “puente” para calmar los ánimos en lo inmediato, pero ningún plan de lucha o movilización.

Frente al mayor ajuste contra el movimiento obrero en una década, y ante la incertidumbre de una nueva crisis catastrófica que caiga sobre las espaldas de los trabajadores, la burocracia sindical está cumpliendo un papel vergonzoso.

Un programa de emergencia contra el ajuste

Los trabajadores podemos evitar pagar los costos de esta nueva crisis (como pasó con el fin del Gobierno de Alfonsín o el de Menem y la Alianza). Hemos recuperado nuestra fuerza social y muchas de nuestras organizaciones de manos de la burocracia sindical. Logramos un avance político con la conquista de diputados, legisladores y concejales de los trabajadores con el Frente de Izquierda. Tenemos la fuerza para articular una alianza con los sectores populares, resistir este ajuste e imponer una salida opuesta. Es mentira que no queda otra que aceptar “las reglas del mercado”, es decir, las reglas de los que la “juntaron con pala”. Atacando sus millonarias ganancias, hay una salida a favor de los trabajadores y el pueblo:

Salarios, jubilaciones y precarización. Frente a las paritarias, en el marco de un proceso inflacionario, es tan importante el porcentaje de piso a reclamar de aumento (que no debe ser menor al 35 o 40 %) como la necesidad de una “cláusula gatillo”, una indexación automática de acuerdo a la inflación. Pero, además, cerca del 80 % de los jubilados cobran la mínima de $ 2.477, y casi la mitad de la clase obrera gana por debajo de los $ 4.000 (tercerizados, contratados o en negro); la carestía de la vida los llevará a mayor pobreza. Hay que reclamar un salario y jubilaciones mínimas igual al costo de la canasta familiar y el histórico 82% móvil. No se puede permitir ningún despido ni suspensión. Blanqueo y pase a planta de todos los precarizados, reparto de las horas de trabajo sin reducir el salario.

Inflación. El gobierno, luego de regalarle una devaluación, se da cuenta de que los empresarios son “antipatrióticos” y lleva adelante un “control” burocrático de precios, que no controla nada. El verdadero control de precios puede venir de los propios trabajadores y comités populares.

Bancos y comercio exterior. CFK “denunció” desde Cuba que la especulación “se hace a través de los bancos”, y muchos kirchneristas “denuncian” que las no más de diez grandes comercializadoras de granos retienen la producción en los silos -en complicidad con las patronales agrarias- para especular (tienen retenidos entre cuatro y seis mil millones de dólares). Hay que expropiar a los bancos y crear una banca estatal única controlada por los trabajadores que termine con los usureros. Se debe confiscar a las comercializadoras de granos e imponer el monopolio estatal del comercio exterior, hay que decidir qué se exporta y qué se deja introducir como importaciones de acuerdo a las necesidades populares, y con precios accesibles y no de acuerdo a la ganancia de las multinacionales.

Deuda. Hay que desconocer la deuda usuraria, que ya se pagó más de treinta veces, e imponer que los empresarios retornen los dólares que tienen en el exterior (calculados en 210 mil millones). Si se niegan, hay que expropiar sus bienes en el país.

Transporte y servicios. Todas las privatizadas demostraron que utilizaron los subsidios para su rentabilidad, sin inversión (los permanentes cortes de luz fueron la muestra reciente): hay que estatizarlos y ponerlos a funcionar bajo control de los trabajadores.

Ningún petrolero preso. La exigencia de la absolución de los petroleros de Las Heras debe ser parte fundamental de cualquier pliego de demandas. Cuando se proponen profundizar el ajuste, el Gobierno y las patronales quieren dar un escarmiento a toda la clase obrera, castigando con la cárcel a los que salieron a pelear. No debemos permitirlo.

Estas son demandas de un plan de emergencia que muestran que hay otra salida, pero que no vendrá ni de este Gobierno que se arrodilla ante el capital ni de la oposición patronal. Solo la movilización obrera y popular puede ir conquistando estas demandas y un Gobierno de los trabajadores puede imponer este programa de conjunto.

Encuentro Nacional para imponer un paro y plan de lucha nacional

Así como es necesario levantar un programa, es urgente frente al rol traidor de la burocracia sindical convocar a un Encuentro Nacional de todo el sindicalismo antiburocrático y combativo al que debe jugarse el FIT (los compañeros de Izquierda Socialista también proponen convocar a un encuentro) y postularse como un polo que ponga en movimiento a la clase obrera (ver págs. centrales). Allí se concentrará la fuerza para terminar con el inmovilismo de la burocracia e imponer a los sindicatos y centrales un plan de lucha y un paro nacional.

En lo inmediato el Gobierno quiere convertir en “testigo” a la paritaria docente, poniéndole un techo. Tiene un fiel servidor en Hugo Yasky. Es un desafío a todos los trabajadores, por eso hay que apoyar activamente a los y las trabajadores/as de la educación. Todos los trabajadores, empezando por las organizaciones antiburocráticas, deben ponerse en pie de guerra junto a los y las docentes en la primera pulseada por el salario (ver pág. centrales). Hay otros sindicatos con fuerte peso de los sectores clasistas y combativos, como los gráficos y la alimentación. También allí hay que reagruparse en plenarios para preparar la batalla de las paritarias y dar un ejemplo en la acción a todo el movimiento obrero.

Un Encuentro Nacional antiburocrático que exija e imponga a los sindicatos y centrales un plan de lucha puede abrir la perspectiva de retomar el camino del parazo del 20N del 2012, ese pronunciamiento nacional donde se vio la formidable fuerza de la clase obrera, con el paro y los piquetes. Las conquistas parlamentarias del FIT deben estar puestas al servicio de desarrollar esta perspectiva, que puede parar el ajuste y empezar a cambiar la historia.

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