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Informaciones Obreras

PO y Juan Alemann: extraña coincidencia

16 de octubre 2002

La confusión de ideas y hechos históricos en torno a la política hacia las fábricas ocupadas de PO no tiene límites. En PO 775, citan una nota editorial del diario La Razón (3-10) del ultraderechista ex funcionario de la dictadura militar Juan Alemann, referida al fenómeno de la ocupación de fábricas, y dicen:
«Alemann recuerda acertadamente que ‘algo semejante sucedió a escala nacional en la Unión Soviética después de la revolución de 1917’, cuando la industria fue ocupada por sus obreros y las fábricas puestas en marcha y gestionadas directamente por ellos y por los comités que estos elegían. Pero dice ‘que finalmente Stalin se cansó de los problemas que se planteaban con las empresas gestionadas por su propio personal, y las estatizó, eliminando, incluso a menudo físicamente, a quienes las conducían’. Desnuda así (agrega PO) el carácter contrarrevolucionario de la estatización frente a la gestión obrera colectiva. Un auténtico régimen proletario comporta un principio de disolución del Estado, y esto se manifiesta en la gestión obrera opuesta a la estatización burguesa o burocrática.»
Resulta insólito que PO apruebe una ridícula y falsa interpretación de la Revolución Rusa nada menos que de Alemann. Las ocupaciones generalizadas de fábricas y empresas, y los comités de fábrica que ejercían el control obrero (sólo en algunos casos hubo gestión directa de la producción) se extendieron en Rusia entre febrero y octubre de 1917, no sólo «después» de la toma del poder como dice Alemann. Después de Octubre, el nuevo estado, basado en los consejos de obreros, campesinos y soldados, nacionalizó (que es sinónimo en este caso de estatización o expropiación) la tierra e instauró un régimen generalizado de control obrero en la industria. A comienzos de 1918 nacionalizó la banca y en junio, ante el alzamiento contrarrevolucionario de los capitalistas «blancos», se decretó la nacionalización (estatización) del total de las industrias (varias ya habían corrido esta suerte ante el boicot patronal).
Durante la guerra civil (1918-21), el estado instauró un riguroso plan centralizado de producción y distribución llamado «comunismo de guerra». Luego, desde 1921, Lenin propuso un régimen especial, la Nueva Política Económica (NEP), que favorecía a los pequeños y medianos propietarios del campo y la ciudad, al permitir criterios capitalistas sobre todo en la comercialización de productos, para estimular la economía, destrozada después de la guerra civil.
La burocratización del estado soviético comenzó hacia 1923 ante la derrota de la revolución alemana y el consiguiente aislamiento de la URSS, el debilitamiento de la vanguardia revolucionaria por la guerra civil, y el surgimiento de una casta de burócratas que sufrían la presión del estrato pequeñoburgués de la ciudad y el campo desarrollado con la NEP. Precisamente la Oposición de Izquierda de León Trotsky relacionó la batalla contra la burocratización en los soviets y en el Partido Bolchevique, al desarrollo desde el estado soviético de la industria y, por consiguiente, del proletariado. El stalinismo, al revés de cómo quiere presentarlo Alemann, nació (en acuerdo con Bujarin) cediendo a las capas pequeñoburguesas (con los lemas «¡campesinos enriqueceos!» e «industrialización a paso de tortuga») hasta que la presión de este sector puso en riesgo su propio poder y dio un giro brusco, desde 1928, imponiendo la colectivización forzosa del campo y la industrialización burocráticamente acelerada.
Esta brevísima síntesis demuestra que nada tiene que ver la historia con la versión de Alemann (validada por PO) que niega precisamente el surgimiento de un nuevo tipo de estado, un estado obrero revolucionario, verdaderamente democrático, que «comporta un principio de disolución del Estado», pero que al tomar el poder en un país atrasado, debe expropiar (nacionalizar, estatizar) los sectores principales (al menos) de la economía y establecer una planificación democráticamente centralizada (fundamentalmente a través de los consejos obreros, de los cuales PO no habla en su «gestión obrera») como medidas de transición en la lucha por la revolución socialista internacional, única manera de conquistar el socialismo. Como buen economista liberal, Alemann pretende hacernos creer que todo estado, toda estatización, es totalitaria y contraria al desarrollo económico.
La confusión de PO no es casual. A renglón seguido de citar a Alemann dicen que se «desnuda así el carácter contrarrevolucionario de la estatización frente a la gestión obrera colectiva», buscando poner un signo igual entre estatización y stalinismo, como en otros casos ha intentado lo mismo con el estatismo burgués. Pero aquí llegan muy lejos, porque llegan a cuestionar la necesidad de un estado obrero revolucionario, la dictadura del proletariado.
Con este confusionismo, PO pretende negar, sin atreverse a decirlo abiertamente, el carácter transicional revolucionario de la demanda de «estatización bajo control obrero» que levantan los obreros de Zanon y Brukman (y que PO dejó de levantar hace unos meses), que dentro de un programa como por ejemplo el de los ceramistas, de un plan de obras públicas controlado por los trabajadores, apunta a cuestionar la dirección capitalista del proceso de producción, imprimiéndole una orientación social al mismo, y demostrando que sólo acabando con el estado burgués e instaurando un gobierno de los trabajadores es posible una reorganización de la economía en función de las necesidades de los explotados y oprimidos. Este programa, y las formulaciones tácticas que adopte (como hoy lo expresan las trabajadoras y trabajadores de Brukman en su petitorio a la Legislatura, o el proyecto de Administración Obrera Transitoria de los obreros de Zanon) se viene demostrando potente –en el marco que no existe una efervescencia generalizada de la clase obrera- como alternativa ante la ofensiva del estado burgués, a través de sus agentes políticos (ARI, PJ, con la colaboración de dirigentes del MNER), para transformar las fábricas ocupadas en inofensivas cooperativas donde, como el mismo Alemann dice, los trabajadores se autosuperexploten mientras los capitalistas cobran sus indemnizaciones y no pierden sus propiedades. Esta es la verdadera política estatal, complementaria de las amenazas de desalojo (combinando jueces con rompehuelgas) allí donde no puede imponer sus condiciones. El PO debería abandonar su confusionismo y dejar de dar la espalda a los obreros que organizaron el Segundo Encuentro Nacional de Fábricas Ocupadas, no sólo los de Zanon y Brukman sino también los que siendo parte de varias cooperativas (como Supermercado Tigre, El Aguante o Chilavert) buscan levantar una perspectiva clasista.

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