logo PTS

Nacionales

Nubarrones en el horizonte

26 de noviembre 2004

Los anuncios de magros aumentos en las asignaciones familiares y las asignaciones excepcionales a jubilados y beneficiarios de los planes Jefes y Jefas de Hogar no pueden ocultar dos importantes traspiés sufridos por el gobierno en los últimos días.

En primer lugar, la caída momentánea del “canje” de la deuda externa, cuyo lanzamiento fue postergado hasta el 17 de enero, abriendo una situación que los analistas califican de “incertidumbre financiera” –es decir, de una fuerte presión de los acreedores para que el gobierno argentino vuelva a aumentar los montos de la oferta- en un tema sobre el cual el gobierno se jactaba de tener casi resuelto.

En segundo lugar, los acuerdos con China, con los que el gobierno esperaba un importante rédito político, terminaron opacados: el otorgamiento del status de “economía de mercado” a la nación asiática provocó la inmediata protesta y desconfianza de los sectores patronales que se beneficiaron desde la devaluación del limitado proceso de “sustitución de importaciones” ocurrido desde entonces. En particular, aquellos vinculados al calzado, textiles y juguetes (principalmente burguesía mediana y pequeña) pusieron el grito en el cielo, ante el temor de la inundación próxima de productos chinos en esos rubros. Es así que los anuncios que iban a permitir que “la foto de Kirchner estuviera arriba del cuadro de San Martín” terminaron generando una amplia desconfianza en que las consecuencias de la “asociación estratégica” con China termine provocando una nueva oleada de “desindustrialización”.

Lo cierto es que, más allá de las circunstancias coyunturales, estos nubarrones muestran la precariedad estructural en la que se asienta el “capitalismo en serio” preconizado por Kirchner. En la primera etapa del gobierno, el tándem Kirchner-Lavagna pudo garantizar cierta unidad burguesa a partir de las importantes ganancias que obtuvieron las distintas fracciones capitalistas tras la devaluación. Estas aprovecharon en primer lugar la caída salarial, con una baja del poder de compra del 26 % desde el 2001: para mantener los ya bajos niveles de entonces, hoy sería necesario un salario promedio de 877 pesos, mientras que el existente sólo alcanza los 645 (Clarín, 24-11-04). A su vez los costos de producción disminuyeron también en numerosas ramas debido a la baja de los precios internos, mientras que la suba en el mercado internacional de los productos agrícolas y del petróleo permitió con las retenciones (realizadas a sectores que igualmente amasaron ganancias extraordinarias) un aumento de la recaudación necesaria para hacer frente a los pagos de la deuda. Por su parte, los bancos –que en el nuevo esquema de pago de la deuda perdieron protagonismo- obtuvieron una multimillonaria “compensación” de 30.000 millones de dólares. Además, Kirchner tuvo estos logros para la burguesía en el marco de fuertes expectativas favorables en la gestión presidencial, tanto entre las clases medias como entre la clase obrera.

Sin embargo, esta situación no es sustentable en el mediano plazo. La deuda, aún cuando fuesen superados los contratiempos surgidos en el canje, es impagable: con la “quita” su nivel se ubicaría al 90% del PBI, mientras que previamente a la devaluación era de un 53%. Bastaría un parate importante de la economía internacional o una caída significativa de los volátiles precios internacionales de la soja o el petróleo (recordemos que apenas en el 2001 estaban “por el piso”) para que el actual esquema quede sin sustento. Además, la dirección que muestran los acuerdos con China dan cuenta de los límites del discurso “industrialista” que tuvo el gobierno en su primera etapa, donde fue ante todo aprovechada una capacidad instalada que estaba completamente subutilizada tras cuatro años de recesión y la crisis provocada en amplios sectores industriales durante el “1 a 1”. Este proceso está hoy llegando a un tope, con un alto promedio de utilización de la capacidad existente de un 71%, nivel que en algunos casos (como el de las industrias metálicas básicas) supera el 90%. Aunque debido a esta situación el año próximo posiblemente veamos un aumento de la inversión en la industria, como muestra la encuesta realizada a los empresarios participantes del encuentro de IDEA1, lo cierto es que, pese a las condiciones altamente favorables de los últimos dos años, la vuelta de capitales argentinos depositados en el exterior (que se calculan en 130.000 millones de dólares) ha sido en cuentagotas, concentrándose la inversión en los sectores de rentabilidad extraordinaria, aquellos vinculados a la exportación de materias primas más algunos grupos económicos privilegiados, como Techint. Es que, como señalamos en la edición anterior de este periódico, el “modelo de país” pos devaluatorio, más allá de la redistribución de poder al interior de la clase dominante, no cuestiona sino que reproduce la situación heredada de los ’90.

1 La encuesta realizada por el estudio D’Alessio fue realizada a 275 participantes del Coloquio de IDEA, organizado por la Unión Industrial Argentina. La situación muestra un panorama de “optimismo moderado” entre los ejecutivos consultados, así como una expectativa de aumento de rentabilidad en el próximo semestre. En cuanto a la previsión de inversiones, entre las “pymes” predominan las llamadas “inversiones blandas”, ligadas a desarrollo de mercado y capacitación, y entre las grandes empresas, las inversiones “duras”, en tecnología, aumento de capacidad instalada y salidas de “cuellos de botella”.

 

 

Prensa

Virginia Rom 113103-4422

Elizabeth Lallana 113674-7357

Marcela Soler115470-9292

Temas relacionados: