“Nostalgia de escuchar su risa loca y sentir junto a mi boca como un fuego su respiración”, fanfarronea Biolcatti mientras le enseña a un empresario amigo la foto de una “amiguita”. De la pantalla de su celular despunta la figura de la joven en un spa de la Angostura, en uno de esos escapes que el ruralista suele tomarse para distenderse.

El diálogo transcurrió en la fiesta inaugural del 45° Congreso de IDEA, el foro de discusión más importante de la burguesía Argentina.
Entre copita y copita, los 800 empresarios reunidos reflexionan y también se hacen recomendaciones.

– ¿Probate este apetaicer de salmón noruego, Héctor? La sugerencia es para Héctor Méndez, presidente de la UIA.

– No creo que sean tan buenos como los que está acostumbrado a degustar Huguito. Dispara el amigo del jerarca de la Sociedad Rural para la carcajada del grupo.

Paolo Rocca lloraba de risa.

–  Che, no es para tanto. Le dicen.

–  No, no es eso. Me emocioné de sólo pensar en el discurso sobre la pobreza que nos dará Lozano. (¿Claudio Lozano?, ¿Qué hacía Claudio Lozano en el Congreso de IDEA?). Ahí mismo, las risotadas volvieron con todo.

Pero no todas fueron chanzas. Se dice, más bien es un secreto a voces, que allí lo más jugoso sucede siempre en los pasillos.
El amigo de Biolcatti, ya medio entonado, insistía con sus chistes sin darse cuenta que abruptamente la conversación había virado para otro wing. Ahora la cosa iba en serio.

Lo más selecto del empresariado “nacional” discutía con afligida preocupación los niveles de conflictividad sindical y el avance de la izquierda en las comisiones internas.

El murmullo inquietante se detuvo cuando todas las miradas apuntaron para un mismo rincón. Allí estaba Pedro López Matheu haciendo declaraciones para un diario “del palo”. El director de relaciones institucionales de Kraft le aseguraba al reportero que el conflicto en la alimenticia “parece totalmente superado desde que se desalojó la planta”.

El grupo dejó de escuchar y se volvió para mirarse entre sí. Sus gestos hablaron por ellos: “este es un idiota de peso”, pensaron con la resignación del visionario que en ese instante se anticipa al resultado de las elecciones en Kraft.

La bandeja del salmón se vaciaba tímidamente, aunque a un ritmo más pausado que las botellas de Don Perigñon. A esa altura, el amigo de Biolcatti abandonaba la excitación para sumergirse en un pedo nostálgico. No pudo ocultar la congoja cuando escuchó a un colega decir: “Estábamos acostumbrados a conversar con los gremialistas de antes, con los que teníamos obvias diferencias, pero con los que al final siempre arreglábamos. Ahora, con estas comisiones internas, todo este conflicto parece terminar con el cierre de la empresa”. El gerente de la multinacional exageraba, sobretodo en la última afirmación. Pero el oyente se lo había tomado a pecho y cuando el hombre terminó de hablar, el curdita ya era un mar de lágrimas. Tuvo que venir Cristiano Rattazzi para consolarlo, prometiéndole que todo rápidamente se iba a solucionar.

Poco a poco el salón empezaba a despoblarse. Luego en el auditorio, Hugo Biolcatti y Héctor Méndez daban sus discursos augurando la unidad entre el campo y la industria para superar una situación que, según ellos, se está volviendo un tanto “anárquica”.